Por Florencia Grieco
Miami tiene un secreto muy codiciado: quienes viven allí son extraña y eternamente jóvenes. Pero desde hace algunos meses, los últimos en llegar a la ciudad están furiosos. Tal vez porque la saga del balserito reveló al resto del mundo que viven en un híper-tiempo, donde una hora nunca dura una hora, donde lo que normalmente dura un par de semanas se extiende por meses, y donde alguien de seis años no puede menos que salir a dar la cara como si tuviera 18. Tal vez por eso muchos no entienden por qué, si la buena voluntad abunda, se necesitan 10 horas de conversaciones diarias para llegar a nada. O por qué todos prometen una solución inmediata en un plazo que empuja su fecha hacia adelante cada vez que está por vencer. De todos modos, para defender los santos secretos de Miami están los anticastristas, que ya pusieron a prueba su anunciada capacidad de resistencia para impedir que el joven profeta, depositario de sus misterios, salga de la ciudad.
En pie de guerra. En �estado de alerta�. Listos para demostrar que la �desobediencia civil� y la complacencia policial pueden mucho más que las autoridades migratorias. Miami está preparado, después de una noche de vigila, para enfrentar a quien sea con tal de quedarse con el balsero que llegó del sur. Si son federales, la respuesta estará en las urnas el 7 de noviembre. Si son emisarios del Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) de Washington, en un rechazo como el de ayer, cuando enfervorizados por la suspensión �definitiva� de las conversaciones entre el INS y los representantes del tío-abuelo Lázaro rompieron la barrera de seguridad apostada alrededor de la célebre casa en la Pequeña Habana y avanzaron hasta formar una cadena humana capaz de sellar herméticamente todas las salidas y entradas.
La única que logró franquear esa cadena fue la prima Marisleysis que, después de dar conferencias de prensa por la módica suma de cuatro horas, se retiró en camilla y desmayada. La autodesignada �madre postiza� de Elián había llorado en cámara porque �nadie entiende los sentimientos de Elián cuando le digo si quiere ir con su padre. El llora y me dice que no quiere porque su padre lo va a llevar a Cuba�. Pero la familia de Miami no sólo se resiste a la ida del balserito a Cuba. Washington también está en la mira, sobre todo desde que se convirtió en el posible lugar de residencia de la familia cubana que podría ser transplantada a tierras norteamericanas si algún día, en algún momento, se llega a un acuerdo para destrabar la disputa sanguínea.
Es que el problema es, básicamente, una cuestión de oferta y demanda. La familia de Miami no quiere firmar ningún compromiso para entregar a su nuevo pequeño miembro sin que se haga una evaluación a cargo de un equipo de psicólogos para determinar si el regreso junto a su padre puede beneficiar o perjudicar a Elián, y sin tener una contra-garantía de que si el padre de Elián viaja a Estados Unidos se quedará hasta que la vía judicial esté agotada. Las autoridades del INS aceptaron la intervención de los psicólogos, pero con una misión un tanto diferente: establecer cuál es la forma menos traumática para entregar al balserito a su familia original. Con esa intención se reunieron cuatro veces, 10 horas por sesión, para llegar a nada. Ni un acuerdo, ni un principio de acercamiento, ni una nueva cita. Esta vez, la suspensión es hasta el jueves. Lo que no significa demasiado teniendo en cuenta que en Miami nada es definitivo, inapelable o terminante.
La reacción de la pata cubana de la familia fue inmediata. Con las visas concedidas por Washington esperando en el edificio de la Sección de Intereses norteamericanos en La Habana, Juan Miguel González, su mujer, su hijo de seis meses, el �primo favorito� del balserito, su pediatra y una maestra del Cárdenas natal podrían haber cruzado el estrecho de Floridaayer. Pero las dos condiciones �no negociables� de Cuba seguían sin respuesta. Después de la insistente negativa del tío Lázaro, el padre de Elián no consiguió que nadie pudiera garantizarle que a su llegada a Estados Unidos la custodia de su hijo quedaría automáticamente en sus manos. Y de las 30 visas solicitadas por el gobierno, Washington autorizó apenas seis. �Se trató de seleccionar un grupo que sea realmente de ayuda para el niño�, justificó la secretaria de Estado Madeleine Albright.
¿Cuál es el panorama ahora? Casi el mismo que en los últimos meses. Juan Miguel González podría viajar y volver inmediatamente a Cuba con su hijo. El Departamento de Justicia norteamericano no podría impedirlo porque determinó hace tres meses que el único que puede representar los intereses de Elián es su padre. Pero lo que tampoco podría impedir es que los cubanos de Miami �hagan correr sangre� como prometieron. Por otra parte, Juan Miguel no va a salir de Cuba sin una garantía sólida de que le entregarán a Elián. Pero incluso si la entrega fuera acordada, queda pendiente el lugar del encuentro: Fidel Castro adelantó que Miami está fuera de cuestión, y el tío Lázaro respondió que Elián sólo podría ser entregado en la casa de la Pequeña Habana, frente a la que los anticastristas seguían anoche en esa suerte de misa apócrifa en la que pedían �Virgen María, ruégale a Dios, salva a Elián�. Porque si de ellos se trata, la salvación del balserito podría quedar suspendida en el hípertiempo de Miami.
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