Por Fernando D�Addario
En su reciente paso por Chile, Pablo Milanés pudo apreciar que las asignaturas pendientes, hasta que dejan de serlo, se reservan esa clase de sueños que luego no pueden ser atrapados totalmente por la realidad. El músico cubano actuó en Santiago después de 28 años y sintió una de las grandes emociones de su vida artística, pero se encontró con un país que cambió más allá de sus previsiones políticas. En la entrevista concedida a Página/12, Milanés cuenta que, �después de tantos años, me volví a encontrar con un gobierno socialista, aunque, claro, me encontré un Chile muy cambiado. Un Chile socialdemócrata, con una democracia que costó mucha sangre y muchos ideales, pero con Pinochet libre y burlándose de la justicia�. Cuando pasado mañana se presente en el reinaugurado estadio Obras, la memoria le jugará otro desafío: deberá sobreponerse al peso de aquella serie de recitales en el mismo lugar, hace 16 años, junto con Silvio Rodríguez, en tiempos de euforia democrática. La euforia se fue transformando sucesivamente en escepticismo y en pragmatismo, pero Milanés prefirió refugiarse en la nostalgia. Se le pregunta por eventuales invitados para su show y el cantautor larga, como una expresión de deseos, una lista que incluye a Mercedes, León, Víctor Heredia, Charly y Baglietto. �Si están disponibles que se acerquen�, pide.
�Hace unos años escribió la canción �Aquí me quedaré�, como un desafío a las penurias económicas. Ahora grabó �Los días de gloria�, donde se percibe una mirada melancólica. ¿Qué cambió en todo este tiempo?
-Cuando uno pretende ser un artista de lo cotidiano, tiene que reflejar el estado de ánimo propio y el que lo rodea a uno. Y éste es un momento de recuerdos. Hermosos, pero del pasado. Hemos vivido el orgullo de la independencia, de la dignidad, y fueron logros épicos, pero también tenemos que reconocer que aquellos días de gloria han pasado. Fui partícipe y testigo de esos días de gloria y por eso ahora los contemplo con cierta nostalgia. No creo que vayan a volver, por eso les canto.
�Usted es un amante del cine. ¿Vio Buena Vista Social Club?
�Claro que la he visto. Me parece estéticamente brillante, pero ideológicamente tramposa. Se han aprovechado de la ansiedad de nuestros viejos trovadores para hacer una serie de concesiones ideológicas que para mí son lamentables. Yo no estoy en contra de Compay, ni de Ibrahim, por supuesto, pero creo que han pecado de ingenuos.
�¿Pero es un acto de justicia esa reivindicación de la Vieja Trova?
�Es un gran negocio. Esa música maravillosa siempre estuvo sonando en Cuba, y si alguien conoce mi trayectoria sabe que edité muchos discos en los que valorizaba el bolero, el son, el filin�. Pero, ¿quién se enteró? Las empresas multinacionales no pusieron su dinero para difundir los discos que pudiera grabar yo, y sí lo han puesto ahora.
�¿Será también que en los años �70 y �80 Cuba necesitaba exportar artistas comprometidos políticamente y ahora no?
�No. Nosotros no fuimos un producto de exportación de la revolución cubana. Las autoridades culturales de mi país jamás hicieron nada por nuestra generación artística. Lo hicimos todo nosotros. Eramos jóvenes, teníamos empuje y nos abrimos camino. La Nueva Trova se exportó sola, porque supo captar poéticamente lo que sucedía en Cuba y en Latinoamérica. La salsa cubana no ingresó a los mercados donde podía potencialmente hacerse fuerte porque el bloqueo lo impidió. Quedamos nosotros...
�¿Hoy se �desbloquea� la cultura cubana prerrevolucionaria?
�Creo que ése es el punto. La clave de la política actual es despolitizar a Cuba. Y en esa despolitización la cultura juega un papel fundamental. Que se ponga tanto dinero en difundir la música previa a la revolución es un acierto artístico, pero es también una patraña que les ha salido bien. Los músicos son los que menos ganaron con todo esto: los que realmente ganaron con esto fueron las discográficas y los empresarios. Y Ry Cooder, que más que un buen músico es un gran negociante.
�Antes hablaba con nostalgia de los días de gloria. ¿Cómo definiría los días actuales en la isla?
�Como un rescate permanente de la dignidad de nuestro pueblo, a pesar de la situación económica que sigue siendo mala. Creo que en el pueblo hay una necesidad de mayor apertura, tanto económica como social, siempre dentro del marco de la revolución, que eso no está en discusión.
�Usted ha tenido inconvenientes con organismos oficiales intermedios pero siempre defendió la figura de Fidel. ¿Sigue opinando así?
�Fidel es distinto a todos. Ojalá hubiera 20 Fidel Castro en Latinoamérica. Pero nadie se ha puesto a pensar en que algún día no estará más. Y no se vislumbra un sucesor, porque los que están junto a él no tienen ni su carisma ni su capacidad. Y tampoco se discute qué va a pasar el día después de que se muera, cuando Estados Unidos estén agazapados para lanzarse contra nuestro país. Pero últimamente el cubano prefiere cuestionarse poco, cuantas menos cosas se pregunte, mejor.
�¿Qué sueños conserva, después de tantos años?
�Como músico tengo dos proyectos inconclusos: hacer un disco de tangos y otro de rumba. El de tango me resulta más difícil, porque es fácil hacerlo mal y quedar en ridículo. Siempre tuve a Goyeneche como dios. Lo escucho y después me cuesta animarme a cantar tangos. Y en lo personal, tengo la certeza de que como padre (tiene cuatro hijas, y su mujer espera un varón) y como revolucionario, todavía tengo mucho para dar.
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