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RODRIGO, LA nueva SENSACION CUARTETERA
Potro en rodeo ajeno

El cordobés, convertido en el fenómeno musical del momento, completa su desembarco a lo grande en la Capital con una serie de ocho shows en el Luna Park, que en el debut se llenó de público adolescente.

Previsiblemente, el Potro Rodrigo apareció en el escenario del Luna Park vestido de boxeador.
El último de sus discos lleva vendidas más de 400.000 copias, lo que lo convierte en mimado de la industria.


Por Pablo Plotkin

t.gif (862 bytes) �Estalla el Luna Park.� La metáfora publicitaria pocas veces pareció tan real como en el momento en que Rodrigo saltó al escenario, haciendo fintas y mostrando su pechito cordobés a las miles de adolescentes que gritaron como si Jack el Destripador las asaltara en un callejón. El Potro se ubicó en medio de un decorado de cuadrilátero, y cada movimiento suyo rebotaba en un nuevo griterío, y cada vez que hacía su pirueta favorita �como si se pusiera en una guardia ridícula, medio agazapado, frunciendo el entrecejo� el alarido de la masa, de tan agudo, se volvía inaudible. Delante de él desfilaba una rubia tremenda mostrando un cartel con el título de la canción de turno, como si fuera un round. Y Rodrigo sonreía con malicia, se mordía el labio inferior simulando estar deslumbrado. Los miles de cuerpitos de púberes se amontonaban, bailaban y estiraban los brazos como queriendo alcanzar lo inalcanzable. Quizás Gatica hubiera resignado los premios de una pelea de campeonato por recibir la mitad de esta euforia en el mismo lugar. Pero el hombre sobre el escenario se tomó con perfecta naturalidad su flamante condición de estrella nacional, y no le tembló un pelo cuando enfrentó a esa multitud en celo, en la primera de las ¡ocho! noches en el Luna Park. 
Las chicas de entre doce y quince años llegaron temprano, adornadas con vinchas de cartón brillante con la leyenda Potro. También algunas madres con la excusa perfecta (�acompañar a la nena�) y algunos chabones en plan de levante. Antes de las nueve y media de la noche, hora en que el ídolo apareció en escena, las calles periféricas estaban casi vacías, y entrar al estadio era sentir un golpe súbito de aullidos y calor. En la primera parte de este espectáculo, Rodrigo quema casi todos los cartuchos: se lo ve hecho una fiera bailando como un Mick Jagger cuartetero en pantalones de boxeador, haciendo infartar a todas con su número de �a ver, a ver, cómo mueve la colita...� y ametrallando con hits. Mientras tanto, un presentador típicamente bailantero le daba respiro a la estrella entre tema y tema, diciendo cosas como �aquí estamos, en esta noche tan especial, junto al Potro, bla bla bla� o pasando la dirección de la página de Internet del artista (www.el potrorodrigo.com). 
Al cabo de unas diez canciones, el show se desmorona como una torre mal diseñada. El homenaje al Cuarteto Leo (pionero del ritmo cordobés) con un desfile de viejas glorias (entre otros, Carlitos Pueblo Rolán, que definió a Rodrigo como �el nuevo mesías, el que estábamos esperando�) y la presentación de las nuevas promesas se volvió una patada al hígado para las fans. La intención es noble, aunque sólo se trate de darle recreo a El. La escenografía también cumple su cometido, reproduciendo con lamparitas de colores la atmósfera de los viejos bailes de pueblo en los patios de tierra. Pero las chicas sólo querían ver a Rodrigo. Después, el Potro retomó el escenario vestido de jeans y camisa, con su pequeño hijo bailando a un costado y su madre (�olé olé olé, suegra, suegra�, cantaban las seguidoras) observándolo todo desde una esquina del escenario, detrás de los percusionistas. 
Al final volvió la fiesta. Rodrigo se encendió nuevamente y las chiquititas también, cuando los padres que pasaban a buscarlas ya estaban estacionados en la puerta del Luna. El Potro, mientras tanto, cantaba historias de amor adúltero (�dejo a mi esposa tú dejas tu marido/ para matarnos en un cuarto de hotel�) y se jactaba en el estribillo de su máximo hit de haber nacido en Córdoba capital, llevar el acento como documento único, y de tomar el vino sin soda, �porque así pega más�. 


Una interna con La Mona

�No es verdad que yo me crea el cordobés más famoso. Soy el segundo... Primero está De la Rúa.� Este chascarrillo de Rodrigo durante el show de debut en el Luna fue un latigazo al ¿hasta ahora? número 1 del cuarteto mediterráneo: Carlitos la Mona Jiménez. Es que la irrupción del Potro en el mundo del estrellato argentino despertó una batalla explícita entre ambos por un hipotético trono del género. En Córdoba, está claro, la Mona es el ídolo indiscutido e histórico. Pero Rodrigo se jacta de haber expandido fronteras y ser el número uno de todo el país. En el último número de la revista Rolling Stone, Jiménez declaró: �Yo no quiero ser el número uno, quiero ser el número 10. Porque lo importante es estar siempre ahí�. El martes pasado un grupo de jóvenes baleó la casa de Rodrigo en Córdoba, y él y su madre sugirieron en programas de televisión que podrían ser seguidores de la Mona. Además, el Potro le enrostró su viaje a América del Norte: �Y ahora me llevo el cuarteto a Miami... No sé si lo tenés claro, Mona�. 

 

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