Por Horacio Bernades
Se sabe: de Oriente proviene buena parte del más vital y creativo cine contemporáneo, y el II Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires le abre decididamente sus puertas, en varias de sus secciones. Desde la propia muestra competitiva, que presentará tres películas asiáticas sobre un total de dieciséis, hasta el ciclo dedicado a exhibir la filmografía completa del malayo Tsai Ming-liang, la ola oriental bañará decididamente el Abasto y sus inmediaciones. Esparcidas en las distintas secciones del festival, habrá películas japonesas, chinas, taiwanesas, hongkonesas. Y varias de Corea, el nuevo tigre del cine oriental, según aseguran los máximos especialistas en el tema. De allí, de Corea, llega hasta el Festival de Buenos Aires un film que pasó por los festivales de Venecia y Toronto, levantando oleadas de escándalo.
El título: Mentiras, o Lies, o Gojitmal, según el idioma que se elija para nombrarlo. El tema: una love story sadomasoquista. El tratamiento: crudo y directo. Pero no hay el menor sensacionalismo, ningún propósito de provocar por provocar, en Jang Sun-Woo. Aunque es difícil que el nombre pueda sonarle a un espectador argentino, Mentiras no es la primera película de Jang que se exhibe en el país. Fue en el propio Festival de Buenos Aires, el año pasado, donde pudo verse, alrededor de medianoche, su anterior Película mala, infinita, inacabada, el film con el que este realizador prolífico, veterano y cincuentón marcó un corte violento en su carrera. Hasta ese momento, Jang filmaba como un profesional prolijo y eficiente. A partir de entonces, decidió tirarse a la pileta, arrojar los guiones a la basura y salir a la calle armado de una cámara sobre el hombro, con un equipo mínimo y un grupo compacto de actores, a probar otro tipo de cine. Aquella película, voluntariamente desprolija, vívida y caótica, era fiel testimonio de ello. Aunque al lado de esa Película mala... luzca como más �normal�, Mentiras es un nuevo paso de Jang Sun-Woo en la misma dirección. Prueba de ello es el estilo de cinéma-verité con que está filmada, y que da la permanente sensación de que lo que se está viendo no es ficción.
�Basada en una novela�, dice un cartel inicial, que aclara que esa novela fue prohibida en Corea por pornográfica. Como era de esperarse, a la película no le fue mucho mejor y tuvo serios problemas de censura en su país. Lo que hace Jang es encontrar dos personajes, ponerles unos nombres que ni siquiera son nombres (ella se llama Y; él, J) y no despegarse ya más de ellos, no importa lo que hagan. Lo que hacen es enamorarse, perdida y físicamente. J es un escultor de 38 años; Y, una colegiala virgen y de pollerita tableada. Una amiga le habla de él, y luego de una charla telefónica de alto voltaje erótico (�me mojé toda�, cuenta ella a cámara en un transporte público, mientras el señor de al lado, circunspecto, se hace el desentendido) allá va Y, al encuentro de J. Que, como corresponde a una iniciación que se precie, vive lejos. De allí en más, todo es un largo ritual de encierro, que comienza por los primeros besos húmedos y sigue con el desfloramiento de Y.
�Lo hago porque a vos te gusta�, dice la nena, entre grito y grito, mientras él la azota. La cámara observa. Simplemente, pero sin perder detalle. Película definitivamente no apta para prejuiciosos, Mentiras trata su material de forma seca y directa, con la cámara como tercer participante de esta obsesiva ceremonia secreta. Jang contempla el paso de una primera varilla a todo un arsenal de palos, ramas y cualquier objeto que sirva para, literalmente, �dar por culo�. Avanzada ya la relación, la materia fecal servirá de nuevo estímulo a los amantes. Eventualmente, se desliza algún comentario solapadamente humorístico. Como cuando J y Y pasean distraídamente por un parque y él señala un palo: �Agarrá ése, que tiene un clavo�.
(Mentiras se exhibe hoy a las 19.30 y 1.15, y mañana y el domingo a las 22, en el Hoyts Abasto.)
�THE FILTH AND THE FURY�, UN DOCUMENTAL NOTABLE
El sucio mundo, según los Sex Pistols
Por M. P.
Si hay un momento clave en la historia del punk, fue el día en que los Sex Pistols insultaron por la televisión inglesa. Antes de eso, el cuarteto era apenas un grupito armado por el dueño de una tienda de ropa. Después, fueron una sensación nacional. �The Filth and the Fury�, tituló al día siguiente el diario sensacionalista The Sun. Es decir: �La mugre y la furia�. Y así es como precisamente se llama el flamante documental sobre los Sex Pistols, estreno fundamental de la sección Cine y Música del Festival Internacional de Cine Independiente.
Narrado por sus propios protagonistas desde un presente que los encuentra sentados a contraluz y por lo tanto hablando permanentemente desde las sombras �oscurecidos por su pasado�, el documental firmado por Julian Temple (responsable también de La gran estafa del Rock�n�roll, el primer film de los Pistols) es algo así como la historia oficial del grupo, contada a un mundo que ya está listo para escucharla y venerarla. No sucedía lo mismo en la Inglaterra de 1976, algo que Johnny Rotten se encarga de recordar permanentemente ante la cámara de Temple. �Fuimos el poste alrededor del cual Inglaterra bailó�, dice Lydon, recordando el momento en que el grupo grabó su anti-himno �God Save the Queen� en medio de los festejos por el Jubileo Real. �Si nos hubieran ahorcado ante la Puerta de los Traidores, cincuenta y seis millones de ingleses hubiesen aplaudido el castigo.�
Con un muy buen trabajo de edición, que recupera momentos de aquel iniciático film de Temple sobre el grupo e incluye sorprendentes entrevistas de época (las de Sid Vicious, por ejemplo), The Filth and the Fury se preocupa por iluminar el magma creador del punk. Un trabajo que principalmente recae sobre Lydon, cuya voz en off subraya la opresiva realidad política de la Inglaterra de entonces �que aparece como �un país extranjero�, según la crítica del film del diario inglés The Guardian�, y sugiere que ése fue el caldo de cultivo fundamental del grupo. Si bien cada una de las intelectualizaciones de Lydon son rematadas por un oportuno exabrupto punk de Steve Jones, eso no impide que la voz de Johnny �por lejos la más coherente y desafiante� reine por sobre todo el material, ridiculizando al bajista Glen Matlock y desafiando la versión oficial de Malcolm Mc Laren. Cuando la voz de Mc Laren asegura que los Sex Pistols fueron su creación, �sus muñequitos�, Rotten le contesta: �Vos no me creaste a mí. Yo soy yo. Hay una diferencia�.
A pesar de poder ser etiquetado como un largo y póstumo lamento del grupo por haber seguido todos y cada uno de los lineamientos de McLaren (lo que, hay que ser justos, los llevó a hacer historia y también a la trágica separación), la gran virtud del disfrutable y sorprendente The Filth and the Fury es entregar todos los elementos necesarios para completar el kit de la historia del grupo. Con la música de Alice Cooper, The Who y T. Rex como fondo, el film recorre generosamente la prehistoria del grupo, sus primeros pasos, la polémica mediática (y el odio) que decantó en la moda y su final en los Estados Unidos, con suicidio de Vicious incluido (sorprenden las lágrimas de Rotten al recordarlo). Todo está ahí: el momento en el que graban los temas, la aparición de Vicious (y Nancy) y el �¿Alguna vez se han visto estafados?� de Rotten con el que terminó el último show del grupo en San Francisco. Pero la gran joyita es la inclusión de la mítica aparición en el programa de TV de Bill Grundy, donde comenzó todo. El gran hallazgo de Temple no sólo es emitir en su totalidad la aparición del grupo, sino incluso rebobinar y volverlo a pasar �al estilo del replay de las transmisiones de fútbol� siguiendo las declaraciones en off de sus protagonistas. Y eso es lo mejor que se puede hacer con la breve pero contundente historia del punk: rebobinar ypasarla una y otra vez. No sólo para difundir su mensaje, sino también para saltar al son del poder de su música.
(�The Filth and the Fury� se exhibe hoy a las 23.30 en Abasto 8. Repite el lunes 10 a las 16.15 y el viernes 14 a las 23.30.)
Recomendaciones para hoy |
13.30: Haut le coeurs!, de Solveig Anspach, es el primero de un excelente lote de films franceses hechos por mujeres, que conforman casi una sección aparte (Hoyts 8).
13.45: Nowhere to Hide, de Lee Myung-se, un policial coreano alocado, para tener muy en cuenta (Hoyts 9).
16.00: L�Humanité, Gran Premio del Jurado del último Festival de Cannes y la obra consagratoria del francés Bruno Dumont (Hoyts 9).
16.45: Not One Less, la película que le valió al chino Zhang Yimou el León de Oro en la última Mostra de Venecia (Hoyts 11).
17.00: Los amantes del círculo polar inaugura la retrospectiva Julio Medem, con la presencia de su actriz, Najwa Nimri (Lugones).
18.30: Rien à faire, de Marion Vernoux, un festival aparte de la gran Valéria Bruni-Tedeschi, la nueva antidiva europea (Hoyts 8).
19.00: Tu ridi, un regreso de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani al universo pirandelliano que ya abordaron en Kaos (Lorca).
19.15: Ghost Dog, magnífico relectura de Jim Jarmusch del cine de JeanPierre Melville. Con Forrest Whitaker. (Hoyts 9).
20.00: Comienza la competencia de cortos en el Cosmos.
20.00: Recursos humanos, magnífica ópera prima de Laurent Cantet, consagrada en San Sebastián, abre la competencia oficial (Hoyts 10).
23.00: East is East, del irlandés Damien O�Donnell, segundo film del día en concurso (Hoyts 10).
23.00: Red Planet Mars, de Harry Horner, ciencia ficción anticomunista y rabiosa. Un clásico serie �B�, inconseguible en video (Cosmos). |
De un gigoló con piloto automático
Por Martín Pérez
En la última película de Adam Sandler, Rob Schneider �otro ex integrante del elenco de Saturday Night Live en busca de un destino cinematográfico propio� hizo de repartidor de pizzas. Tan sucio y desprolijo como el tema de Pappo, semejante performance parece haberle servido a Schneider para convencer a su amigo Sandler que le produjese su propio film. Primer estreno de la flamante productora del exitosísimo Sandler, Gigoló por accidente es una comedia tonta y escatológica de esas que tan bien saben hacer los norteamericanos últimamente. Lo escatológico, digamos. La tontería juvenil la han sabido explotar muy bien desde que el cine es cine y los adolescentes compran entradas para reírse de sus prohibidas obsesiones en la oscuridad de la sala.
En la veta del semen como gel de Loco por Mary y el sexo con pasteles de American Pie, el debut protagónico de Schneider cuenta la historia de cómo un torpe y poco atractivo limpiador de piletas de Los Angeles puede convertirse en un exitoso gigoló de segunda mano y gran corazón, especializado en casos imposibles y en meterse en todo tipo de problemas. Tan poco actor como el querible Sandler �y los muchachos de American Pie, que se parecían tanto a él�, Schneider tiene un particular gusto por lo freak que lo distingue de su jefe. Si Sandler la juega de chico querible pero canchero, Schneider da más bien lástima. Freak, tonto y deslenguado, si el film de Schneider bien puede hacer pensar lo peor en un comienzo �y lo peor en este caso sería otro film de bromas chanchas y de doble sentido� con el correr de su metraje se transforma en un film de humor tonto y contagioso, al límite, y precisamente por eso capaz de provocar las mejores carcajadas, que superan con creces el gag promedio de American Pie y Un papá genial.
Hay mucho en Gigoló por accidente de película mala, es cierto. Pero... ¿qué se puede esperar de un film que comienza con su protagonista despedido del acuario municipal por limpiar el vidrio de las inmensas peceras del lado de adentro... y desnudo? Su oficio de sacar pececitos de colores de los inodoros hará que Deuce se cruce con Antoine, un galán expansivo y algo violento que resultará ser un exitoso y carísimo gigoló (interpretado por Oded Fehr, ya visto en La Momia) dueño de un pez león chino enfermo. Para curarlo, Deuce se quedará cuidando la casa de Antoine, con dos premisas: no contestar el teléfono ni usarle el auto. Premisas que Deuce deberá romper luego de hacer lo propio con la gran pecera de Antoine en un accidente ridículo que le obligará a reunir 6000 dólares para arreglarlo antes del regreso de su colérico anfitrión. Hasta aquí, hay que dejarlo bien claro, Gigoló por accidente es un film en piloto automático. Está claro: lo único que importa es poner al desarrapado y torpe Deuce en la impensable situación de tener que vender su cuerpo por dinero.
Plagada de personajes increíbles y situaciones hilarantemente absurdas, Gigoló... es una comedia sin miedo a las incorrecciones políticas. Y aún más: lejos de ser cruel, su forma de reírse de todo tipo de freaks tan asociales como su protagonista termina siendo comprensiva y sensible. El humor tonto, irreverente y algo salvaje de Schneider tiene, finalmente, mucha candidez, lo que salva al film cuando debe suavizarse de cara a su final feliz. Con citas cinéfilas felices, y todo un catálogo de amantes freaks para satisfacer, Gigoló... funciona como buena carta de presentación de Rob Schneider, un humorista de explosión lenta, que cuando aparece en la pantalla incluso al espectador informado le costará convencerse que ese tipo insignificante es el protagonista del film que ha pagado por ver. Pero que luego de una hora y media de risas descerebradas, salvajes e imprevisibles sabrá querer y respetar.
|