OPINION Ranas y escorpiones Por
Eduardo Aliverti |
La
fábula es conocida. La rana está por cruzar el río y el escorpión
le pide que lo lleve. La rana le pregunta si está loco, porque es
obvio que la va a picar. El escorpión le responde que no sea tonta:
si la pica se hunden los dos. La rana acepta el argumento, pero en
medio del río siente el aguijón clavado. �¿Qué hiciste?�. �Disculpame,
fue inevitable. Es mi instinto...�
¿Rico fue el escorpión y Ruckauf la rana? ¿El Gobierno es la rana y
los sindicalistas el escorpión? Por lo pronto, la fábula circula en
pasillos políticos y periodísticos porque, como primera sensación,
parece una analogía perfecta con dos de los episodios sobresalientes
de estos días. A Rico le salió la bestia que nunca dejó de ser y lo
habría picado a su jefe en medio del torrente de la inseguridad. Y
otro tanto le habría sucedido a De la Rúa con la CGT. Pero despejado
el efectismo, en el fondo del agua no hay ahogado alguno.
En primer lugar, ninguna de las presuntas ranas puede alegar que no
estaba al tanto del instinto de los escorpiones. ¿De dónde apareció
Rico? ¿De un plato volador? ¿Ruckauf no sabía que además de
cargarse un facho lo estaba haciendo con un tipo que es un animal en
sus actitudes cotidianas? De la Rúa y sus publicistas, con sus spots
que vociferan contra el gremialismo corrupto, ¿desconocían la
realidad cuando hace apenas semanas se mostraron a beso y abrazo puro
con la CGT?
Pero no sólo las presuntas ranas estaban bien al tanto, sino que los
presuntos escorpiones les son funcionales a sus intereses. En el caso
de la rana Ruckauf es más obvio todavía. Reemplaza al eterno rendido
con un comisario de �mano dura� al que presenta como el
continuador de aquél. Ni rana ni escorpión ni ocho cuartos. El
peronismo bonaerense y sus adláteres, del tipo Patti, son la
construcción de imagen represiva que el sistema necesita para
provocar una idea de combate a la delincuencia, cuando en verdad se
trata de avisar que el apriete y las armas están listos para reprimir
las protestas sociales. Y en cuanto a De la Rúa, ¿qué mejor que un
grupo de sindicalistas corruptos para levantar una cortina de humo,
tras la cual está la diáfana pretensión de bajar los salarios y
precarizar todavía más las condiciones de trabajo?
Lamentablemente, este tipo de ranas suele contar a su favor con
reacciones populares primarias, intempestivas. La inseguridad se
resuelve entonces con algún macho paredes que pegue tres gritos y
algunos cuantos tiros más; y la repugnancia que merecen ciertos
dirigentes gremiales se extiende al concepto mismo de sindicalismo.
Después llega el arrepentimiento. Siempre demasiado tarde. |
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