Por Francesc Relea
Enviado especial a Lima
La
campaña electoral peruana más sucia de los últimos años, según
coinciden observadores extranjeros y nacionales, ha llegado a su fin. En
medio de la sospecha generalizada de posible fraude, 14,3 millones de
electores tienen 24 horas por delante para decidir si certifican en las
elecciones de mañana la obsesión del presidente Alberto Fujimori, el
Chino para sus seguidores, de perpetuarse cinco años más en el poder, o
dan paso a una alternativa política nueva. Pese a la desigualdad de
recursos económicos y apoyo de los medios de comunicación a su favor,
Fujimori siente muy cerca el aliento de Alejandro Toledo, el candidato de
la oposición que en la recta final de la campaña ha subido de manera
imparable en las encuestas.
�La situación es muy preocupante en el actual escenario de empate.
Fujimori va a hacer todo lo posible para ganar en la primera vuelta�,
sostiene Sofía Maher, presidenta de la Coordinadora de Derechos Humanos,
que asegura que el fraude sería una espoleta para la explosión social.
�La gente saldría a la calle en Cuzco, Puno, Iquitos, Arequipa y quizá
también en Lima.� Rafael Roncagliolo, presidente de la organización
Transparencia, que se encarga de velar por la limpieza de las elecciones,
no duda en calificarlas como �las más contaminadas de los últimos 50
años en Perú y de los últimos años en América latina�. Pero no
cierra la puerta a la esperanza: �Pese a todo hay una gran voluntad de
participación, y la voluntad de manipulación no significa omnipotencia.
Pinochet convocó un plebiscito para perpetuarse en el poder y lo perdió�.
Transparencia tiene desplegados 194 comités en todo Perú y 33 en el
extranjero para llevar a cabo una muestra de 1020 mesas electorales
(recuento rápido), que indicará la tendencia de voto desde el primer
momento del cierre de las urnas. Estos voluntarios trabajarán con
telefonía, radio y a caballo en las zonas más remotas para tratar de
detectar actuaciones fraudulentas. Pero sus medios son limitados, como lo
son los de las demás organizaciones de observadores, incluida la
Organización de Estados Americanos (OEA). �Transparencia no es
garantía de limpieza electoral. Daremos testimonio de lo que podamos ver�,
dicen sus responsables, que apuntan hasta 14 posibilidades distintas de
fraude, difíciles de demostrar. Por ejemplo, la denuncia de la impresión
de 16 millones de cédulas de votación, casi dos millones más de los
electores aptos; del llamado carrusel de papeletas, consistente en cambiar
las válidas por otras en las que previamente se ha marcado el símbolo de
la candidatura de Fujimori; de la existencia de fábricas de actas ��tenemos
conocimiento de unas diez, pero no lo podemos probar, porque deberíamos
acudir a la Fiscalía de la Nación, que está totalmente controlada�,
se queja Sofía Maher�. El mayor riesgo de irregularidades es en las
zonas más alejadas del país, donde no habrá prácticamente ningún
apoderado de las candidaturas de la oposición. Perú 2000, la fuerza
política de Fujimori, es la única que tendrá apoderados o personeros en
las 88.900 mesas electorales. Desde los medios de la oposición se
denuncian modalidades de fraude mucho más sofisticadas, como la supuesta
capacidad del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), que dirige el
asesor presidencial Vladimiro Montesinos, de interferir y manipular los
datos transmitidos vía satélite al centro de cómputos de la Oficina
Nacional de Procesos Electorales (ONPE).
Hasta llegar a las denuncias referidas al mismo día de las elecciones,
los peruanos han asistido a un rosario de irregularidades que se remontan
a cuatro años atrás, cuando el Congreso aprobó la ley de
interpretación auténtica de la Constitución, en la que se apoya
Fujimori para concurrir a un tercer mandato. Cuando tres jueces del
Tribunal Constitucionaldeclararon inaplicable dicha ley, el Congreso
(controlado por el oficialismo) los destituyó y dejó inoperante el alto
tribunal. Y cuando el opositor Foro Democrático propuso un referéndum
sobre la re-reelección de Fujimori, el Jurado Nacional de Elecciones
(JNE) lo impidió. Quedó libre la vía para la candidatura del
presidente, presentada oficialmente el 27 de diciembre del año pasado.
Antes y durante de la campaña electoral, una herramienta de gran eficacia
a la hora de descalificar a los rivales del presidente-candidato ha sido
la prensa amarilla, conocida popularmente como �prensa chicha�, de
difícil asimilación con los parámetros de la prensa más
sensacionalista de cualquier país. Desde un nivel intelectual bajo cero,
peor gusto e impunidad en sus ataques, la prensa chicha se ha dedicado a
insultar y difamar a políticos y periodistas de la oposición. El Chino,
El Chato, El Tío, La Chuchi, La Yuca, El Diario Más, El Mañanero,
Referéndum, Ajá, El Popular, El Sur, son los principales tabloides de
esta prensa-basura.
Sus andanadas del más bajo nivel contra los candidatos opositores Alberto
Andrade, de Somos Perú, y Luis Castañeda, de Solidaridad Nacional,
dieron resultado y eliminaron, en la práctica, a dos adversarios que se
interpusieron en la carrera del presidente en busca de su segunda
reelección. Andrade, alcalde de Lima, llegó a superar a Fujimori en las
encuestas. A partir de abril de 1999 los diarios chicha desenterraron el
hacha de guerra en su contra. Hoy nadie apuesta por el futuro político de
Andrade.
Toledo fue el siguiente objetivo, cuando empezó a subir en las encuestas,
y en las últimas semanas la supuesta hija que el candidato opositor no
reconoce como suya ha sido el tema de portada de toda la prensa chicha.
Que la mano de SIN y de Montesinos está detrás de estos diarios es más
que una sospecha. Varios trabajadores de El Chato, que dimitieron por
falta de pago, revelaron que el propietario recibió 180.000 dólares por
publicar titulares y notas ofensivas contra los principales periodistas y
políticos de la oposición.
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