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ENTREVISTA AL FOLKLORISTA CHANGO FARIAS GOMEZ
�Mi ideología es mi repertorio�

El fundador de Músicos Populares Argentinos actuará esta noche en el Centro Cultural General San Martín, con entrada gratis.


Por Karina Micheletto
t.gif (862 bytes) �¿Para qué nació el ser humano, como cosa primera, para producir o para ser feliz?� Esta pregunta no es inocente en boca de Chango Farías Gómez, figura esencial de la renovación folklórica argentina, creador de los míticos Huanca Huá, Grupo Vocal Argentino y M.P.A. Sabe que desde los años 60 corrió mucha agua bajo el puente, y también sabe que su trabajo siempre tuvo que lidiar en circunstancias adversas. Hoy a las 21.30 se presenta en el Centro Cultural General San Martín, dentro del ciclo gratuito �Música en el centro�. Lo acompañarán los integrantes del grupo La Manija, además de Peteco Carabajal, Verónica Condomí, Facundo Guevara, Diego Rolón, Coqui Pajarín Saavedra y Daniel Buira (ex Los Piojos), entre otros.
Una de las novedades del recital es que incluye la actuación de un ensamble de bombos en el que participan doce personas. �El único tambor que pareciera que nos queda a los argentinos es el bombo legüero, que es originario de Angola�, explica en una entrevista con Página/12. �Buscando otros colores de nuestra percusión incorporé las sachas, y ya de prepotencia le agregué los tamboriles. Acá han habido muchos tambores, no olvidemos que la tercera inmigración en importancia después de la española y la italiana es la africana, y han muerto miles de negros. Esto es algo que se da por borrado, todavía no aceptamos lo mestizo como parte inescindible de nuestra cultura. No tenemos conciencia de que el desarrollo de todo instrumento tiene que ver con las posibilidades de que la gente los toque permanentemente, de que cada generación los haga suyos y los desarrolle�, subraya el músico.
�¿Cómo ve la situación actual de la música popular en Argentina?
�Los músicos en este país no somos nadie. Esto no es de ahora. La relación que tenemos con nuestra comunidad es muy perversa. Acá es artista el que aparece en los medios. Ni siquiera existimos desde el punto de vista jurídico, no tenemos un marco que regule nuestra profesión para poder incorporarnos al conjunto.
�¿Tiene que ver con una cuestión de vacío jurídico o con una incapacidad de organización?
�Hay otras áreas como el teatro que se han hecho valer. Si alguien quiere representar una obra tiene que pedir permiso y pagar en Actores. En cambio un músico compone un tema y se lo roba cualquiera, y encima lo hace como se le da la gana. Yo me pregunto, ¿es posible que la única capacidad de organización que tenemos los artistas sea un ente de primer grado, que sirve pero para muy poquitas cosas, que no puede pelearle a nadie? SADAIC es la dueña de todo el repertorio. ¿Alguna vez le prohibió a alguna radio que pase música porque no paga? Tiene esa potestad, pero jamás lo va a hacer. No tenemos fuerza.
�Cuando usted estuvo al frente de la Dirección Nacional de Música se hablaba de una ley del músico que nunca se promulgó.
�Todo quedó en la nada. Mi cargo era similar al de un capataz de estancia, podés decir: �Mire, si tira los árboles se le va a inundar todo�, pero si el dueño necesita la guita lo va a hacer, porque es el que manda. Estuve veintiún meses, era la reforma del Estado y había que decidir qué era lo que quedaba en pie. Me quedé por una cuestión ética, para por lo menos decir, �es importante que la Sinfónica Nacional siga existiendo como organismo, así como está no sirve, pero tiene que existir�. Como funcionario no pude hacer prácticamente nada. Me encontré con una estructura anquilosada de organismos que funcionan corporativamente, que en cuanto los tocás van, protestan dos minutos y todo el mundo se tiene que callar la boca. Las secretarías y los organismos de cultura de este país no sirven para nada. Se limitan a decir: �Bueno, ahora acá vamos a contratar a éste para que toque�.
�¿Se refiere a los recitales organizados por la Secretaría de Cultura?
�¿En qué consiste esta movida? En tocar. Bárbaro, porque así por lo menos laburamos un poco. Pero lo que empieza a pasar es que el único que te da laburo es el Estado. Y tenemos que pelear contra el mercado, que está en manos de gente que te usa y te discrimina como le parece. El pueblo tendría que saber que un artista es un productor de bienes culturales, de los cuales se puede enorgullecer. Y como existe la industria cultural, un artista produce bienes económicos cuantiosos. Pero de esto nuestros dirigentes no tienen la menor idea, y nosotros no sabemos comprometernos con eso. Al Cuchi Leguizamón el mercado le saca todo el jugo que puede, a través de otros intérpretes. Pero el Cuchi no moja ni una ahí adentro, porque los intérpretes por ahí no saben que tienen que anotar su nombre en SADAIC para que él se pueda llevar su partecita.
�¿Volvería a ser funcionario?
�¡Ni loco! Hoy milito fuertemente en lo mío, en lo que yo hago y en lo que creo que hay que hacer. La militancia está arriba del escenario, y el repertorio de un intérprete es su ideología.

 

El revoleo de ponchos

�¿Cómo cree que se ha modificado el escenario de la música popular con el boom del llamado �folklore joven�?
�Esto me hace acordar a Pierino Da Gamba, un chico que tenía ocho años y dirigía la Sinfónica. En su momento fue un éxito brutal, lo vendieron como un pancho, y hoy no es nadie, sigue dirigiendo una orquesta como cualquier otro director. El fenómeno de Soledad es eso, una chica que se puso a cantar y hace algo simpático y con mucha fuerza. El revoleo del poncho siempre dio resultado, antes que Soledad lo hizo Rimoldi Fraga, y no olvidemos que eso siempre se hizo en las canchas, es un gesto cultural nuestro. Está bárbaro que aparezcan los pibes, porque los gerentes de la tradición, que siempre hincharon las pelotas con la batería, se tienen que callar la boca. Cuando fuimos a Santiago con la M.P.A., le gritaban a Peteco: �¡Te vamos a tener que enseñar cómo se toca la chacarera!�, porque tocaba la guitarra eléctrica. Esto del folklore nuevo tiene que ver con aquel esfuerzo tan grande de la M.P.A. Después de tanto sopapo, uno ve que dejó una escuela.

 

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