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Por Diego Fischerman �Cuando conocí a Brad en el Festival de Jazz del Mar del Norte fue una sorpresa�, empieza su relato Fleurine. �Porque por la manera en que yo encaro una canción, para mí siempre fue más importante escuchar instrumentistas que cantantes. Yo no me limito a aprender la línea melódica de una canción sino que improviso y esas improvisaciones las hago con texto. Las palabras también son música. En cambio Brad, cuando nos pusimos a hablar, me contó que para él era al revés, que cuando tocaba siempre tenía a una cantante en la cabeza, para poder cantar él también con el piano.� Podría decirse que Fleurine, en ese momento, tuvo claro cuál sería la cantante que Brad Mehldau, el pianista de jazz más importante surgido en los últimos tiempos, debería tener en su cabeza. A partir de allí, ambos formaron un dúo. Y el pequeño grupo debutará hoy a las 22.30 en el teatro Gran Rex, auspiciado, entre otros, por el Gobierno de la Ciudad. �La diferencia entre una cantante con acompañamiento y un dúo es fundamental para nosotros�, se explaya Fleurine. Con el disco Close Enough for Love recién editado, la cantante, que vive en Nueva York desde hace siete años, dice que �por un lado hay un concepto distinto; en nuestro caso no es una sola persona la que piensa el repertorio o los arreglos. No es uno solo el que define la estética sino que somos dos. Pero, además, el resultado es claramente otro. La participación del piano es mucho mayor: no es un acompañamiento sino un coprotagonista. Y la voz, por su lado, tampoco se limita a hacer la melodía y después callarse. En muchos aspectos es un instrumento más�. Fleurine habla español a la perfección y el detalle es que lo habla con acento porteño. �Aprendí en Amsterdam, porque andaba mucho en el círculo del tango y había mucha gente de Buenos Aires y de Uruguay. Me gusta mucho más el español del Río de la Plata que el de España: es más dulce, tiene más música�. La otra curiosidad es que algunas de las letras que Fleurine escribe (en realidad son temas instrumentales de Brad Mehldau o de otros músicos de jazz a los que ella convierte en canciones) son en portugués. �Así como el español me gusta más para hablarlo, el portugués me suena para cantarlo. Sus consonantes, por ejemplo, son absolutamente percusivas, tienen un ritmo propio.� Estudiante de la Escuela de Artes y el Conservatorio de Amsterdam, Fleurine no cree �por lo menos no a rajatabla� en la formación académica cuando de arte se trata. �Las escuelas enseñan lo general, las técnicas. Y está bien conocerlas. Pero inducen a una confusión y es que la gente termine creyendo que eso es el saber y que quien conoce las técnicas ya es un artista. La única manera de ser artista es haciendo arte y, en mi caso, creo que no hay nada que no haya aprendido cantando, presentándome en público o grabando discos.� Una de las características importantes del dúo de Fleurine y Brad Mehldau es la elección de repertorio. Si el pianista se caracteriza por incluir en sus recitales algún tema de Radiohead, este dúo amplía aún más los horizontes y recorre un vasto espectro que va de Hendrix a Supertramp. �Esas son las canciones con las que nos criamos, las canciones populares de ahora, como las de Gershwin lo eran en los años 30 y 40. El jazz siempre se nutrió con lo que la gente bailaba y cantaba, con lo que se escuchaba en las radios, y no hay ningún motivo para que deje de hacerlo ahora. Además, sobre todo si uno tiene algún disco de Sarah Vaughan o Ella Fitzgerald, ¿cuántas versiones más de �Summertime� pueden escucharse?�
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