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Las paradojas del eslabón más débil

Una denuncia contra su cuñado agravó la situación de Fernández Meijide. La soledad de la ministra. Las dificultades del Frepaso en el Gobierno. La apuesta a Ibarra y la ayudita de Elena Cruz.


opinion
Por Mario Wainfeld

t.gif (862 bytes) El Frepaso está viviendo sus peores horas dentro de la Alianza, sólo comparables a las posteriores a la interna que consagró candidato presidencial a Fernando de la Rúa y está, al unísono, en vías de conseguir una de sus mayores victorias electorales, sólo comparable a su fenomenal desempeño en la elección de diputados bonaerenses en 1997. La coincidencia de dos circunstancias tan extremas no es obra de la causalidad, sino de la lógica con que ha funcionado ese partido político, que siempre fue dominante en la Capital y siempre actuó en (incluso generó) escenarios nacionales demasiado exigentes para sus fuerzas.
Jugando de local, Aníbal Ibarra lleva las de ganar frente a Domingo Cavallo. Las encuestas recientes arrojan un puñado de datos comunes: 
u Ibarra supera con holgura en 40 por ciento pero no llega al cincuenta en la primera vuelta. 
u Cavallo tiene un piso alto (no menos del 30 por ciento) pero un techo en relación bajo e inelástico (le cuesta traspasar el 35 por ciento), producto de que recibe un nivel de rechazos tan alto como el de adhesiones.
u La polarización es enorme y creciente. Hace presumir que las dos coaliciones dominantes se alzarán con por lo menos el 90 por ciento de los votos, lo que implica una alta posibilidad de que los comicios se definan en una vuelta.
Esa situación estratégica recibió una asombrosa ayuda táctica: la incontinencia verbal de Elena Cruz quien, por no ocultar sus ideas y valores, le ha generado un gran dolor de cabeza a Domingo Cavallo. Cavallo no ignoraba, no podía ignorar, el pensamiento de Elena Cruz. Eso sí, esperaba, de cara a un público exigente y sofisticado, que Cruz fuese más recatada, puesta a expresar sus fobias, odios y su cociente intelectual. No que fuese distinta (no podía esperarlo de una persona pública de 72 años) sino que fuese disimulada. Y su aliada lo defraudó, embarrándolo tanto como a ella porque todo dirigente es responsable por sus actos y también por los de la gente que elige.

Graciela en días de fronda

Si lo sabrá Graciela Fernández Meijide, la frepasista más escoriada en estas horas de fronda para el Frepaso. El episodio que produjo la renuncia de su colaborador �y cuñado� Angel Tonietto le llovió sobre un mojado escenario político previo.
La dimisión fue directa consecuencia de una denuncia de la revista Veintidós: un sanatorio propiedad de la hermana de la ministra y esposa de Tonietto, prestadora del PAMI, fue recategorizado, obviamente mejorando su calificación, durante la actual gestión y, para colmo, mediando un trámite controvertido. 
Fernández Meijide (ver páginas 2 y 3) niega ese dato, pero en verdad sólo es relevante desde el punto de vista jurídico. Desde el político es irrelevante o sobreabundante. Como coincidieron no menos de tres integrantes del gabinete nacional con los que conversó Página/12, es de por sí gravísimo que un funcionario de primer nivel se haya colocado de los dos lados del mostrador. Tan luego en el PAMI y tan luego representando a la Alianza y al Frepaso, que han hecho de la transparencia una bandera esencial, pilar de su legitimidad. La Alianza, el Frepaso y la propia ministra sobrellevan, porque así son las reglas que ellos mismos han impuesto, la carga de la mujer del César: no sólo ser honestos sino además parecerlo. Como señaló uno de sus allegados, Fernández Meijide sabe de qué se trata: al fin y al cabo fue ella quien levantó el teléfono y más ordenó que pidió a Mary Sánchez que echara del Frepaso a un oscuro concejal de Quilmes que había repartido cargos con nepotismo. Entonces, recuerda la fuente, hizo caso omiso de los tiempos legales y de las normas estatutarias. En estos días tuvo reflejos más cansinos.

La lógica de Maquiavelo

La gestión de la única ministra del gabinete ya venía siendo cuestionada desde adentro y afuera de la Alianza. Al interior del gobierno nacional se le reprocha escasa visibilidad de sus acciones y falta de ejecutividad propia y de la mayoría de sus secretarios. Los gobernadores peronistas le endilgan arrogancia e ineptitud para articular con los gobiernos provinciales.
Fernández Meijide suele replicar, con razón, que tiene muy escasos recursos económicos y que debió formar trabajosamente la estructura de un ministerio inexistente. Además de eso se queja de la mala fe de los peronistas y de muchos radicales que van por su cabeza. 
Muchos frepasistas piensan parecido a ella, ven una mano negra peronista que se ensaña con las posiciones del Frepaso: Hugo Moyano intenta descalificar a Alberto Flamarique, los senadores le hacen zancadillas a Chacho Alvarez y casi no hay justicialista que no le pegue a Graciela. Pero estos mandobles no fueron concertados ni menos ordenados por una inexistente conducción colegiada. Derivan sencillamente de la naturaleza de las cosas: la sabiduría política del momento, que Carlos Ruckauf encarna como nadie, determina que cuestionar a De la Rúa es una postura antipática y perdedora. El Frepaso, en cambio, es el eslabón más débil de la Alianza, el más fácil de asediar y eso hacen, cada uno por su lado y en su tablero los justicialistas. No los aduna la conspiración sino la más cruel lógica de Maquiavelo: atacar el flanco más vulnerable del adversario, actividad que los peronistas encaran con decisión y hasta con alegría. Nada de eso debería sorprender a los frepasistas.

La soledad de la Ministra

El principal problema de Meijide no es que sus adversarios funjan como adversarios, sino las dificultades que tiene con sus aliados. Su peculiar relación con el vicepresidente es desde octubre fría y, más que nada, distante. Se hablan mucho menos de lo que podría imaginar cualquier persona sensata sabiendo que revistan en el mismo gobierno y el mismo partido. Así y todo, es el frepasista de primera línea con el que más conversa.
Es el desemboque de una relación que ha sido en años compleja y variable. Graciela siempre le reconoció a Alvarez, admite éste, el rol de conductor del �espacio� pero durante un par de años la estrella de la mujer brilló más fuerte que la del hombre. Dos derrotas consecutivas -ante De la Rúa y Ruckauf� alteraron esa ecuación y agriaron el trato entre ambos. Fuentes cercanas al vicepresidente deslizan que �Graciela no escucha críticas ni consejos� y fundan en esa mala voluntad la explicación de la falta de diálogo. Gracielistas de primera línea rezongan que Chacho le soltó la mano a la ministra y que �pensando más en él que en el Frepaso� sobreactúa en el gabinete y ante De la Rúa sus diferencias con su compañera de agrupación.
Fernández Meijide tampoco tiene muchos apoyos en su propio ministerio. Con Cecilia Felgueras no riñe a fuerza de demarcar territorios autónomos y no hablarse. Para peor, está en mala onda con su secretario de políticas sociales, Eduardo Bustelo, un frepasista que ella designó. La tensión es tal que el diputado Darío Alessandro, un puñado de horas antes de estallar el affaire Tonietto (esto es, ignorándolo), intentó mediar con Bustelo. Rápidas voces en los pasillos del ministerio hablaron de un posible aval chachista al secretario para un recambio. Alvarez reaccionó con bronca cuando se le mencionó la versión: está convencido de que si Graciela es desplazada �una posibilidad que nadie puede desdeñar del todo�, su sucesor no será un frepasista.
Ese dato, paradojalmente, apuntala a la ministra. De la Rúa no tiene ningún apuro en herir a su socio en el gobierno. Por ahora, en eso piensacomo los peronistas, el Frepaso enriquece a su coalición y debilitarlo es herir al oficialismo en su conjunto.

Esperando a las urnas 

El ministro de Trabajo y el vicepresidente tampoco atraviesan su mejor momento. Flamarique parece ir en camino de lograr que antes del 7 de mayo los senadores del PJ den luz verde a la reforma laboral. Pero la pelea le ha dejado nutridas cicatrices. Para colmo, su ministerio padece el brutal recorte presupuestario en los planes Trabajar, lo que resiente su relación con provincias y municipios. Así consiga la reforma, Flamarique no sumará mucho capital simbólico a los blasones progresistas del Frepaso. Y tendrá que soportar, como viene haciendo desde hace semanas, críticas por la foto del presidente con Rodolfo Daer y denuestos de desocupados por el cese de muchos subsidios. 
Alvarez también parece haber quedado confinado al incómodo rol de defender las más regresivas políticas gubernamentales. Por añadidura, ha perdido el aliento inicial, el que lo nimbaba como promotor de algunas movidas del Ejecutivo. �Al gobierno le falta política y eso quiere decir que le falta Chacho�, explica un ministro radical que lo estima bien (no todos piensan igual) describiendo el papel que los aliancistas de la UCR derivaban en el vicepresidente y que ahora sienten vacante. La relación de Alvarez con el Presidente sigue siendo óptima, pero su presencia en la Rosada se hace más espasmódica y su participación en las reuniones de gabinete parece haberse contagiado del estilo formal y silente propio de esos cónclaves.
Graciela en apuros, Flamarique en batalla pero herido, Alvarez stand by, son malas señales para un partido de estructura carismática cuya vida pende del aliento de sus líderes. En medio de la tormenta, perdidos en la gestión gubernamental, los frepasistas esperan que se vuelva a jugar el juego que mejor saben y que más les gusta: las elecciones. Si Ibarra gana habrá aire para el Gobierno y en especial para su socio minoritario. También habrá nuevas relaciones de poder en la cúpula frepasista. Aunque de eso no se hable, los vientos de cambio interno se han husmeado en el aire de esta dura semana que, mucho más por errores y límites propios que por ruindades ajenas, padeció el eslabón más débil del oficialismo.

 

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