Por Miguel Bonasso
La incontinencia verbal de la actriz Elena Cruz volvió a colocar a Domingo Felipe Cavallo frente a la situación que más detesta: tener que dar explicaciones sobre su actuación como alto funcionario del área económica durante la dictadura militar del Proceso. Su malhumor (y sus ganas de fugarse del tema) se pusieron dramáticamente en evidencia ante un periodista que quiso conocer cuál era su opinión respecto al ex dictador Jorge Rafael Videla. Su contestación: �¡Pregúntele a Elena Cruz!� puede parecer una irritada ironía que da por obvia una respuesta negativa, pero no deja de constituir una trampa del lenguaje, porque todo el mundo conoce de sobra lo que piensa Elena Cruz y alguno puede sospechar que la actriz no miente cuando afirma que Cavallo, en el fondo, coincide con ella.
El propio candidato a gobernador de la ciudad por el Partido Acción por la República ha dado pábulo a esas sospechas al guardar un permanente silencio sobre su paso por el Proceso y reservarse la opinión que le merece la última dictadura. Las excepciones a esa regla fueron mínimas y cosméticas: en enero de 1998, cuando arreciaban las críticas a los años de plomo por las confesiones periodísticas del represor Alfredo Astiz, Cavallo le dijo al diario Clarín que no había sido �plenamente consciente de la represión� y que, de haberlo sido, �probablemente� se �hubiera abstenido� de participar en el último gobierno �de facto�. El informe que sigue demuestra que el ex ministro de Menem no decía la verdad al presentarse como un distraído.
Domingo Cavallo colaboró con las dos últimas dictaduras militares que padeció la sociedad argentina; lo hizo a plena conciencia de lo que habían
hecho y, además, su paso por el Proceso lo benefició personalmente cuando varios de los grandes grupos económicos del país vinieron a sumarse al núcleo inicial de pequeñas y medianas empresas que conformaban originalmente la Fundación Mediterránea, esa cruza de lobby empresario y think tank que catapultó al economista cordobés al primer plano de la escena nacional. En 1969, cuando algunos de sus amigos del integralismo universitario se sumaban al Cordobazo, el prudente economista de 22 años, se convertía en funcionario de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía, como subsecretario de Desarrollo y Planeamiento de la provincia durante el gobierno del brigadier retirado Roberto Huerta. (Uno de los golpistas que en 1951 se alzaron contra el gobierno de Juan Perón.) Si este primer cargo era un error de juventud, Cavallo no lo rectificó en las siguientes etapas de la llamada �Revolución Argentina�, que comandaron los generales Roberto Levingston y Alejandro Lanusse. En ese largo período que se extendió hasta el triunfo peronista de 1973, el joven Cavallo fue vicepresidente del Banco de Córdoba.
Al comienzo de la dictadura militar, se sabe, Cavallo estaba en Harvard realizando un posgrado que potenciaría su bagaje teórico y lo conectaría con personajes claves del futuro latinoamericano, como el mexicano Pedro Aspe, futuro secretario de Hacienda en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Según su biógrafo Daniel Santoro (El Hacedor, Planeta 1994), Cavallo ignoró sistemáticamente las denuncias y movilizaciones que alumnos y estudiantes de Harvard realizaron en esos años para denunciar las atrocidades que perpetraba la dictadura. Estaba inmerso en su tesis y en su futura carrera de economista y lo demás lo tenía, aparentemente, sin cuidado. Pero ¿podía desconocer lo que estaba ocurriendo con la represión clandestina? Sobran las evidencias en contrario.
Santoro cuenta que a su regreso de Estados Unidos Cavallo invitó a varios de sus ex condiscípulos de Harvard a recorrer las afueras de Córdoba en una pick up prestada. El paseo fue interrumpido por una patrulla militar que registró el vehículo y encontró dos cápsulas servidas que había olvidado el verdadero dueño de la camioneta. Los ocupantes fueron detenidos y trasladados de mala manera hasta el comando de la unidad militar. Mientras caminaban a campo traviesa algunos temieron que pudieran fusilarlos. Las cosas finalmente se aclararon y fueron liberados,pero el susto �que Cavallo compartió� demuestra que conocían perfectamente un dato esencial: los fusilamientos clandestinos que solía ordenar el jefe militar de Córdoba, el general Luciano Benjamín Menéndez.
En 1977, con el apoyo de algunos mecenas fundamentales, como el empresario italiano Piero Astori y Fulvio Pagani, el dueño de Arcor, Cavallo creó la Fundación Mediterránea, que inicialmente estaba constituida por pequeñas y medianas empresas, con una filosofía desarrollista que para algún militar ultramontado podía parecer �medio bolche�. Cinco años más tarde la Fundación cambiaría de posición y aumentaría su membresía con empresas de primera línea como Acindar, que había presidido el ministro de Economía de Videla. El �mediterráneo� entró al Proceso en abril de 1981, en la etapa presidida por el general Roberto Viola, autor intelectual del plan operativo de febrero de 1976, el plan que ordenaba el golpe de Estado. Dos años después que la CIDH de la OEA certificara in situ que en la Argentina se aplicaba el terrorismo de Estado.
El general Horacio Tomás Liendo, ministro del Interior de Viola, designó al economista de Harvard como subsecretario técnico-administrativo de su ministerio, un cargo aparentemente menor que el ambicioso Cavallo se ocupó de inflar hasta generar suspicacias en el propio ministro de Economía, Lorenzo Sigaut. En noviembre de 1981, el general Viola tuvo un oportuno malestar cardíaco que coincidió con las aspiraciones del ascendente general Leopoldo Galtieri, y Liendo ocupó la presidencia por unos días. Lapso que aprovechó Cavallo desde bambalinas para promover algunas medidas económicas, como la fijación de una tasa de interés referencial y la limitación de la cantidad de dólares que podía vender cada casa de cambio. En busca de los quince minutos de fama, el joven y ya pelado economista actuó como vocero presidencial en una larga entrevista con Julio Ramos, el director de Ambito Financiero. Pero la verdadera fama la alcanzaría en julio de 1982, un mes después del desastre de Malvinas, cuando el general Reynaldo Bignone, que había ganado fama como represor durante la etapa presidida por Videla, ocupó el fatigado sillón de Rivadavia.
Cavallo volvió a entrar al Proceso, ya no de la mano de un negociador como Liendo, sino de un cavernario como lo era el jefe del Ejército, general Cristino Nicolaides, que había deslumbrado con este descubrimiento histórico: �El marxismo ha estado atacando a la humanidad desde 500 años antes de Cristo�. Cavallo había conocido a Nicolaides cuando el general comandaba el III Cuerpo de Ejército. Los había presentado el ex director del Liceo Militar General Paz, coronel retirado Ernesto Di Pasquo, que no por casualidad era gerente de la Fundación Mediterránea. Nicolaides presionó a Bignone para que Cavallo fuera ministro de Economía, pero el presidente ya estaba en conversaciones con un antiguo profesor del mediterráneo, José María Dagnino Pastore, otro de los tecnócratas que formaban parte del fichero militar para tiempos de crisis. Sin embargo, para Mingo, que en este entonces contaba 36 años, había un puesto nada desdeñable: la presidencia del Banco Central. Que Bignone le ofrecería formalmente en julio, tras una consulta con Dagnino Pastore. Unos días antes, el 26 de junio, Cavallo había comido con el general Bignone y otros cuatro oficiales en la Escuela Superior de Guerra. Uno de ellos era el coronel Federico Minicucci, que después sería enlace entre Bignone y Cavallo. Minicucci tenía ya entonces una merecida fama como represor clandestino. En 1977 había sido jefe del área 112 que comprendía los partidos de Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, Almirante Brown y Esteban Echeverría y era responsable de todos los centros clandestinos de reclusión que operaron en el área y por los que pasaron hacia la muerte cientos de desaparecidos.
En esta etapa Cavallo duró solamente 53 días en funciones, en los que no tardó en chocar con Dagnino Pastore y producir un hecho que tendría graves consecuencias: la creación de un seguro de cambio para las empresas endeudadas en el exterior, que se perfeccionó más tarde, asegurando una verdadera �nacionalización� de la deuda privada. Una de las pocas�nacionalizaciones� de un economista neoliberal, que puede equipararse al escándalo de la estatización de la Italo por parte de Martínez de Hoz. Las empresas beneficiadas por el seguro de cambio �las más fuertes del país� se sumaron fervorosamente a la Fundación Mediterránea, reconociendo de hecho al hábil economista que les había evitado echar mano a sus capitales fugados al exterior para pagar sus deudas con el mundo. O sea que el paso �reiterado� de Cavallo por las tiendas dictatoriales ni fue esporádico ni fue inocente. Aunque tuvo diferencias con Martínez de Hoz, jugó para una clase que propugnaba el desmantelamiento del Estado de bienestar creado por el primer peronismo; culpable �según su tesis en Harvard� de haber fogoneado la inflación estructural en la Argentina al ejecutar una �radical redistribución del ingreso a favor de los trabajadores�. Situación anómala que él corregiría, ya en democracia y en un gobierno sedicentemente peronista, ejecutando una radical redistribución del ingreso a favor de los capitalistas.
VILLA LURO, VIERNES A LA NOCHE, VECINOS Y CAVALLO
Una noche de Moral y Civismo
Por R. C.
Dijo que la prostitución no va a desaparecer porque �ningún mal se erradica por completo�, pero aseguró que prohibirá que las trabajadoras del sexo ofrezcan sus servicios en la calle. Aseguró que si llega a gobernar la ciudad, tampoco permitirá que haya zonas rojas. Habló de �deportar a los inmigrantes indocumentados� y prometió �desalojar a los vendedores ambulantes que no tengan habilitación�. Domingo Cavallo explicó sus ideas de siempre, pero con más precisiones que nunca: el candidato de Encuentro por la Ciudad habló para un grupito de vecinos de Villa Luro, que además de escucharlo, le hicieron toda clase de preguntas.
El encuentro fue el viernes, diez y media de la noche. Un grupo de vecinos esperó a Domingo Cavallo en el salón de un club de Villa Luro. La cita era para hablar sobre la inseguridad y el Código de Convivencia, pero Cavallo terminó respondiendo de todo. Mejor dicho, de todo lo que estaba en condiciones de contestar. Más de una vez, cuando no tenía claro cómo responder una pregunta puntal sobre leyes, se lamentó de la ausencia del jefe de su grupo de abogados, Alfredo Castañón, �que es el que se encarga de los temas jurídicos�. A continuación, algunas preguntas con sus particulares repuestas.
�¿Por qué insiste con erradicar las zonas rojas?
�El otro día, un periodista me dijo que yo tenía que permitir que haya zonas rojas. Yo le contesté: �¿Usted ofrecería su barrio? Podría hacerse una zona roja en la Reserva Ecológica, que ya no sería ecológica. En Estados Unidos, los contactos entre la prostituta y el cliente se hacen por teléfono. No es como en Francia, que las prostitutas andan en auto. Parece que el francés acepta eso.
�En el país muchas dominicanas que se prostituyen. ¿Qué piensa hacer al respecto?
�Si vienen al país es por el relajamiento de las normas. Es como en Holanda, que permite el consumo de drogas y tiene sus plazas llenas de drogadictos. Yo estuve y es un espectáculo lamentable.
�¿Qué opina de la inmigración ilegal?
�Existe una ley de inmigración. El problema es que no se cumple. Hay que hacer una exhaustiva investigación sobre los inmigrantes, verificar si tienen sus documentos en regla y si no, deportarlos. También voy a desalojar a los vendedores ambulantes que no tengan sus papeles en regla.
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