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COMO LAS REDES DE TAXISTAS ESPANTAN Y PERSIGUEN LADRONES
Superhéroes al volante

�Informe a la unidad alfa 312 que el café lo dejamos para más tarde�, dice un taxista a la radio y lo que en realidad está advirtiendo es que cree tener un ladrón a bordo. Los radiotaxis forman redes que, ante un aviso en código, se lanzan tras la unidad asaltada, la rodean y suelen frustrar el robo.

Los taxistas pasan su mensaje en clave o, si la situación es difícil, oprimen un botón.

Por Alejandra Dandan

t.gif (862 bytes) �Móvil 269 a base: avísele al alfa 312 que mande herramientas.� Después el taxista aclara: �Yo tiro la clave, doy referencias de donde ando y bajo el volumen de mi radio para que el chorro no escuche�. No es fácil explicarle a un chorro que su intento fallará. Por eso el 269 de Radio Taxi 2001 lo descarta. La cara del pasajero le resultó sospechosa y ante la amenaza, la mejor prevención es un alfa 312: clave de auxilio. En minutos 269 logrará reunir una tropa de taxis para su custodia. El gesto, suponen, intimida al supuesto ladronzuelo que, rodeado, desistirá del intento. El método se ha expandido como sistema de autoprotección entre los 2500 radiotaxis porteños. A modo de una radio rebelde, desde sus trasmisores los taxistas pasan códigos cifrados, mensajes clandestinos y hasta informaciones útiles para los medios. Pero el motivo del crecimiento entre los asociados al sistema es uno: la ayuda protectora, el resto son extras. En los dos últimos años la población de radiotaxis pasó de poco menos de mil a 2500. Ahora para sus legionarios, todo pasajero de calle es sospechoso. Por eso ante posibles inconvenientes, se recomienda: si usted oye que lo llaman alfa 312: páguele al taxista y salga rajando.
El 269 sigue, canchero: �Si sube un rocho, vos te cagás en las patas, porque no es boludo, sabe que tenés una radio y está atento�. 
El sistema de protección mutua fue ideado como manual de autoayuda. �Las claves de emergencia se dan cuando el chofer intuye que existe una amenaza potencial�, teoriza Marta Celano, socia gerente de Taxi Ya. Esa amenaza probable, explica, se aborta a través de la radio que cada taxista lleva bajo el tablero. Para hacerlo el sistema que les permite conectarse con la base de trasmisión se vuelve un canal de contactos bélicos. �Hay dos sistemas �precisan en Taxi Ya�: el defensivo y el ofensivo.�
El tono beligerante se afila dentro del taxi. Será defensiva la clave cuando el taxista lleve a bordo un alfa 312: pasajero sospechoso. La etapa coactiva se pone en marcha cuando en la emisión diga alfa 31: posible robo. Para preservar ese sistema, a lo largo de esta nota se reemplazarán las claves reales por análogas. 
El trasmisor debe oprimirse cuando las pruebas sobre el buen parecido entre pasajero y potencial ladrón son suficientes. Operativamente las claves enviadas deben ser claras para que el radioperador decodifique bien. Pero además serán lo suficientemente domésticas para evitar las sospechas del supuesto malhechor. 
�Podría informarle a la unidad 18 y a la unidad alfa 312 que el café lo dejamos para más tarde. 
Esa fue la excusa explotada por Alberto Aguirre cuando tomó dos pasajeros en San Pedrito y Perón quienes, al pedirles el destino, dijeron Soldati. Es taxista y uno de los dueños de Taxi Sur. Aquella vez sus pasajeros no entendieron el cifrado: Aguirre no pedía café sino la protección de sus socios de radio. La clave insertada en la monocorde plática de radio fue la de pasajero sospechoso. 
Una vez trasmitida, el taxista debe buscar el modo de informar su ubicación, dato indispensable para el paso número dos recomendado por el práctico manual del socorrista. �La operadora recibe la ubicación del auto en problemas y la retransmite a la red�, indican en la empresa Porteño. La red son sus socios de taxi, especialmente los más cercanos a la zona de conflicto. De acuerdo con el reglamento, deben partir en su auxilio. �Lo localizamos y lo vamos siguiendo a cien metros de distancia; si la situación lo requiere lo rodeamos o nos cruzamos�, cuenta Adrián Occhuzzi, también de Taxi Sur. 
Cada decisión parece sostenida por un argumento teórico. La fila india �móviles encolumnados detrás del coche víctima� es recomendada cuando el asaltante en cuestión aún no ha demostrado serlo. Es una típica estrategia de defensa. El sospechoso sentirá a sus espaldas la presión psicológica y física de los supertaxistas alineados. El plan tiene objetivo acotado: espantar al ladrón. Esto es que pague y se baje sin demostrar que se dedica al choreo. La etapa ofensiva se desarrolla con rodeos al auto en problemas. Si es necesario, también se cruzan los autos. En estos casos la víctima probable no será el taxista sino su pasajero que ya se ha mostrado como ladrón. 
Trampa cerrojo 
Mentores de estas prácticas acuerdan en definirlas como Operativo Cerrojo. �Cerramos salidas de la Capital, se cerca Pueyrredón, La Noria, con móviles de la empresa. Esto se hace por si llegamos tarde y los chorros le sacaron el coche al taxista y salen de la Capital.� Occhuzzi multiplica variables y motivos. Cada posible movimiento del pasajero sospechoso es retrucado en las empresas con idéntica cantidad de prácticas evasivas.
Pero los superhéroes son efectivos en las caricaturas animadas. �El chorro no es boludo: vio la radio y hasta que metiste el dedo para pulsar una clave, el tipo te robó y se bajó.� El 269 apuesta al pesimismo. Los viejos taximetreros conocen modos para trasmitir claves aun con �el caño en el estómago�, dice en Taxi Ya. Les ha ocurrido. En esos casos la señal emitida no tiene códigos, sólo �dejan abierto el micrófono para que llegue a base lo que pasa en el coche�, explica Buda, radioperador de Mi Taxi. �Si un taxi me emite señal abierta �agrega�, yo supongo que algo está pasando y lo cubro.� 
Al socorro solidario, Marcelo, de Porteño, le pone una frontera: �No somos una empresa de seguridad�, protesta. �Si los tipos están armados �aclara�, siguen con su cometido igual y vos no podés correr el riesgo.� Imagina una escena con pistola: �No vas a correr riesgos zonzos; la seguridad la tiene que dar la policía o los encargados de hacerlo�. 
Pero su réplica tiene otra contraorden en la calle, masticada en cada uno de los taxis. Frente a la señal alfa, los empresarios aseguraron a este diario que dan parte a la policía. Pero los taxistas lo explican distinto: un aviso a la policía son tres días de trabajo perdido. Al robo, le sigue la denuncia, los testigos y el secuestro del auto asaltado. Resumen: la seguridad doméstica sale fortalecida. 
Documentos, por favor 
Criminólogo de facto, el radiotaxista se mueve con esa imagen del ladrón construida en la calle. Ese perfil funciona como el modelo sobre el que sobreimprimirán cuerpo, cara y vestimenta de cada pasajero. No de todos, es cierto; el identikit se probará sobre el pasajero de la calle. Ese porteño que aún tiene la manía de salir a la calle, levantar la mano y parar un taxi. Esa es la hipótesis principal: �La verdad es que acá todos dicen que la gente tiene miedo, pero para el taxista todo pasajero es sospechoso�, dice Fernando Alvarez, de Mi Taxi. 
Fernando habla de lo que sucede en la red: la paranoia. En cada taxi, la necesidad de pulsar una clave de peligro está integrada por una cadena de presunciones. El chofer analiza al pasajero: �Si el que te sube es un chorro, vos te podés llegar a dar cuenta porque el tipo también está nervioso�. Catedrático, el 269 de 2001 describe entre los indicios las dudas que el pasajero puede ir destilando a lo largo del recorrido. En su lógica, indecisiones sobre destino o cambios repentinos son datos certeros de conductas sospechosas. 
El destino del pasajero es otro de los dogmas de autoayuda. Por eso se aggiornan sobre las zonas a esquivar. Para estos caballeros de radio, la urbe se ha transformado en campo minado. En ese circuito beligerante repetido cada jornada, Constitución, Once, algunas cuadras de Caballito y en Flores el cordón de la vía ferroviaria son puntos no deseables. La desconfianza gana la partida cuando el pasajero pide Lugano, La Tablada o Soldati. La mención de estos barrios convierte al chofer en policía. 
�¿Me permite el documento? 
No se mostrará como un duro, pero no podrá evitar el pedido. A cada pasajero de calle que en su recorrido pida cruzar la frontera de la Capital, el chofer está obligado a solicitarle documentos. Lo manda ese reglamento interno de algunas empresas que muchas veces nunca fue escrito. Ese número de DNI, dirección, nombre, apellido y destino será cantado a su radio antes de la partida. �Si el pasajero no acepta �recomienda la dueña de Taxi Ya�, se le indica gentilmente que se baje. Pero si el taxista decide llevarlo igual, es él quien asume la responsabilidad.� No habrá auxilios para el chofer. Acaso un modo de disciplinar insurrectos. 
Pulse asterisco
�90/90. 
�Adelante �dice 90.
�Dice su mujer que a la lista le agregue tomates. 
Poco después, el radioperador dispara: �90: que además tienen que ser maduros y peritas�. El surtido de verdulería está fuera de las técnicas de protección, pero a todo superhéroe lo aguarda un patrón. O, en este caso la patrona, que se ha olvidado de pasar el recado en casa. Taxi Ya dejó que el mensaje pasara por el canal de trasmisión. No son los únicos. Mirna, una de las radioperadoras de Taxi Sur, aprendió que debe preguntar �puedo cursar mensaje�, antes de trasmitirlo. �El chofer estaba con la mujer �cita día y chofer�. Yo le pasé el mensaje de una señorita y se armó un lío bárbaro�.
Las dificultades con los pasajeros de radio pueden ser sus raptos de malhumor, sobre todo cuando en alguna cuenta corriente detrás de los tickets de la empresa queda el nombre coqueto de un telo. Con todo son los más mimados. Los aficionados al taxi de radio piden durante la madrugada cerveza, pizza o llaman por apresuradas encomiendas de condones.
Pero el canal y lo que se trasmite tiene un límite. �Si me hacen un pedido de desodorante, Siempre Libre o esas cosas, le digo al móvil que se comunique por teléfono�, aclara Mirna. 
Es que �para maximizar el sistema �adoctrina ahora Marta de Taxi Ya� deben pasarse la mayor cantidad de mensajes en un mínimo de tiempo�. Aquí aparece, clarito, el motivo de tanto afirmativo y negativo oído a los taxistas de radio. La clave policial enredada con saludos de nacimientos suele reservarse de todos modos, para esos casos de situaciones críticas. Un problema: los casos son infinitos. El ejemplo: un taxista no podrá quejarse a los gritos por un atolladero de tránsito. De acuerdo con el manual deberá tomar nota de la situación y transmitir con toda su furia al canal que todo está 342: tránsito congestionado.
Caso II, en Taxi Sur:
�Sí, acá 228. Tengo dos masculinos a bordo. 
�Sí. ¿Y? �contesta la operadora.
�Tengo dos masculinos. ¿¿¿Usted me comprende??? 
El 228 se había olvidado la clave.
Mirna no comprendió. Intuyó que había problemas y retransmitió clave de asalto a la red. En Nazca y Avellaneda la fila de socorristas convocados ante el SOS supieron la causa del olvido: el 228 no tenía un alfa de asalto sino un 405, pasajero ebrio.
El dialecto también codifica los pedidos de socorro en casos de agresión. El taxista recibirá en esa situación una cuota supletoria de compañeros que, gentilmente, le hagan el aguante en alguna refriega callejera. Para los radiotaxistas la urbe no tiene calles, sino coordenadas. Nunca dirán que circulan sino que dirigen y siempre, esto sí, querrán que todo pero todo esté cinco barra cinco: todo ok.


A más robos, más radios

El sistema de radio se expandió como peste. Los infectados son unos 2500 taxis que padecen el desconocido mal de antena: no pueden salir a la calle sin la conexión con la empresa de radio a la que han decidido asociarse. En dos años el número de compañías prestadoras del servicio pasó de ocho a veinte. En aquel momento �en el �98� los taxis abonados al sistema eran poco menos de mil. Hoy, según el sindicato de radiotaxistas, los coches son más de 2500. Ese crecimiento tiene el índice de robos como disparador: de acuerdo con los datos manejados por el gremio, de cada 10 taxis robados, sólo 2 son radiotaxis. 
Al número de abonados, Miguel Angel Otero, secretario general del gremio, suma la explosión del consumo alentado por los pasajeros. En Mi Taxi aseguran que hay taxistas que sólo se asocian para conseguir el logotipo con la inscripción de la empresa en la puerta del auto. �La gente de la calle empezó a fijarse que los autos sean de alguna empresa de radio�. Marta Celano, una de las dueñas de Taxi Ya, tiene el pulso tomado: �El día que un diario saca en los titulares el asalto en un taxi, los pedidos son infernales, después se calma y vuelven a normalizarse�.
De todos modos, el porcentaje de radiotaxis aún es pequeño sobre los 38.700 taxis que pueblan la capital. Hace cinco años las empresas de radio contaban 50 mil viajes mensuales. Hoy esas cifras están entre los 500 y 700 mil. 

La historia del novio

Entre los rescates más extraños, en Mataderos cuentan la historia del novio de Lugano. El cliente era exactamente eso, un novio. Llamó a Taxi Sur y contó: �Estoy triste. Quiero ir a ver a mi novia al centro�. El encargo fue destinado al móvil 334. La ruta inicial, Lugano-avenida Córdoba resultaba seductora incluso ante el reparo puesto por uno de los radioperadores: �Tené cuidado, es medio raro�, recomendó a 334. Eran las dos de la tarde. Con su pasajero a bordo, 334 llegó al centro. El novio bajó, volvió al taxi y pidió: �Vamos a buscar un flete, me llevo mis cosas de acá: prestame diez pesos para pagarle al fletero, después te pago todo�. El fletero estaba en Lugano. Llegaron y el novio pidió, nuevamente, retorno al centro. 
Tres horas después, 334 tiró la clave de auxilio. En media hora reunió a dos taxistas colegas que lo acompañaban como custodia. Ahora 334, otro taxi y el de Adrián Occhuzzi andaban en fila india, de ida y vuelta desde el centro a Lugano. Así hasta las diez de la noche. Durante la travesía el novio los había hecho pasar por Departamento Central de Policía: dijo que su padre, el comisario Fernández estaba ahí y les iba a pagar las cuentas. Entre los policías consultados no hubo ninguno que respondiera al nombre de comisario Fernández. El viaje terminó junto a otros policías, pero en una seccional: el novio triste quedó detenido por portación de estupefacientes.

 

CONDUCEN UNA FLOTA DE 150 TAXISTAS HOMBRES
Las dos mujeres al mando

�Esto es una cuestión de tácticas y no de estrategias.� El punto de partida de Marta Celano estructura toda la entrevista, al igual que sus últimos once años. Su vieja militancia política setentista fue plafón teórico para la construcción de esa empresa de taxis que ahora maneja con otra vieja socia militante. Marta Celano y Marta Candia son las dueñas de Taxi Ya. Las dos mujeres se han vuelto patronas de una flota masculina integrada por 150 taxis, manejados por esos varones que dócilmente han quedado bajo sus mandos. A pesar de sus datos, las mujeres no hablan de control ni de empleados. �Los choferes son abonados a la empresa, también ellos son clientes�, advierten y el dicho suena a esas cosas recomendadas para no despertar suspicacias. 
Objetivamente es así. La tropa de Taxi Ya elige asociarse al sistema de radio de las Martas para trabajar en la calle. Ellas, desde esa oficina montada en el último piso de una torre gigante del Once, dedican el tiempo a sostener esa empresa modelo, dicen, construida a lo largo de una década. Marta Candia pasó de esposa de taxista a gerente administrativa de una de las 18 compañías de radiotaxis. Celano antes de la agencia hacía la licenciatura en administración de empresa sostenida con las rentas ganadas de un taxi propio conducido por un chofer. Ahora es la gerente operativa: �De alguna manera �dice�, la conexión con el rubro nos dio el conocimiento y la posibilidad de empezar a armarnos como empresa. Ese es en general el origen de gran parte de las agencias colegas�.
A pesar de lo evidente, no dan sitio al discurso sexista. �No hubo rispideces �comenta Celano�, al contrario creo que la conducción de las mujeres provoca una suerte de distancia en lugar de darse como elemento en contra.� La política de buena convivencia se sostuvo, dice ahora Marta Candia, entre otras cosas porque nunca �dijimos que el sistema se había caído para retrasar los pagos�. Tienen uno de los sistemas más rígidos del mercado para controlar a su flota. Idearon una especie de panóptico continuo que no pierde rastros a movimientos o llegadas tardes de sus choferes. Cada minuto de retraso en la búsqueda de un cliente, en Taxi Ya se sanciona con diez pesos de multa o la suspensión del servicio por un día. Quien no cumple queda fuera, lo deciden las mujeres.

 

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