Por Horacio Cecchi
�Quiero saber qué fue lo que pasó, que por lo menos los policías que tiraron y mataron vayan presos.� A veces, cuando deja hurgar en su pasado reciente y desnuda sus esperanzas, Flora Lacave levanta el tono de su voz. No demasiado, apenas lo suficiente para dejar escapar resentimientos que intenta contener por todos los medios, pero que se cuelan, inevitables y molestos. �No sé por qué no puedo tenerles odio, pero a veces pienso que si los tengo delante mío no sé qué haría�. Dejó de usar bastón al mismo tiempo que su curiosidad empezó a vagar por dentro de la voluminosa causa judicial. Cree que al juez Carlos Villafuerte Ruzo le faltó decisión para controlar el operativo policial, pero se siente muy conforme con sus actuaciones para resolver el caso. Acusa a los jefes policiales, aunque permanentemente repite: �No soy quién para juzgar�. Desde que el último disparo cerró la masacre, así son sus primeros pasos, sobre contradicciones que queman como brasas.
La casa de Lincoln, sobre la calle Fortín Chiquiló, tiene una marca fuerte. Allí pensaban mudarse con Carlos Chaves cuando llegara el momento de la jubilación. Ahora, como el resto de la vida de Flora, está en plena reforma. �La estoy ampliando para que mis hijas puedan tener su lugar cómodas, o para cuando me viene a visitar mi hijo con mi nieto�, dice. Uno de los ambientes nuevos quedó plantado sobre la mitad del jardín del fondo, pero respetando a un enorme paraíso que quedó apretado entre dos paredes. �El paraíso no lo quiero mover de ahí, ahí lo plantó Carlos y ahí se queda. Lo mismo la parrilla que todos dicen que queda fea donde está. Allí se queda�, repite.
Pero la arena y la cal no son las únicas evidencias de movimiento. Por primera vez desde que se descerrajó el último disparo, Flora se decidió a caminar con la sola ayuda de sus pies. Y como si su cuerpo hablara, al mismo tiempo comenzó a andar sobre la causa que investiga la masacre. Entonces, de a ratos, su voz se torna más enérgica y empieza a vagar entre las contradicciones de la razón y los sentimientos.
�Los policías tenían que estar bajo una presión bárbara. Ese es el problema. Pero yo no soy quién para opinar.
�¿Antes de salir del banco, temía que los policías dispararan sobre ustedes?
�No, no, no pensaba nada. Quería que todo terminara. Yo me quería ir de ahí, estaba agotada, me dolía mucho la cabeza, los pies, los tobillos se me habían hinchado de caminar todo el día. Estaba como entregada.
�¿Logró recordar algo más del momento en que se encontraba dentro del auto?
�Me acuerdo de todo, lo que pasa es que es tan raro. Porque no lo puedo explicar. Fueron segundos. Cuando después los fotógrafos me sacaban fotos me hacían volver a ese momento. Los flashes me hacían mal por eso. Me hacían acordar a esos fogonazos, las balas que se me venían encima y que yo podía ver a través del vidrio. Pensaba que me iban a pegar en la cara y quería cubrirme. Lo mismo cuando Carlos murió, yo vi la bala aunque me digan que es imposible, yo la vi. Enseguida se le aflojaron las manos.
Flora hace un gesto: se cubre el rostro con sus manos. Durante unos segundos parece que intentara esconder lágrimas. Pero no. Estaba recordando las palabras exactas:
��Rematá a este hijo de puta.� Eso escuché que dijo uno cuando me estaban sacando. Yo me acuerdo perfectamente, le veo las manos, quise cerrar los ojos y no ver nada. No se puede contar porque son milésimas de segundos, veo algo que me enceguece. No sé qué pensé, no sé si que me iban a matar, pero me acuerdo de esas manos. �Pará, que es la señora�, escuché que dijo otro. Entonces yo me pregunto cómo es posible, porque si no le hubieran dicho nada...
�¿Tiene esperanzas en el resultado de la investigación?
�Sí, muchas. Tengo confianza en el juez. Me parece que está haciendo todo lo posible.
�¿Qué resultado espera?
�Quiero saber quiénes tiraron y mataron y que terminen en la cárcel. Mis hijas me dicen que no solamente ellos, porque todos tiraron y cualquiera podría haber matado. Pero yo digo que por lo menos los que tiraron y mataron. Y no me alegra que los encarcelen, no es que diga qué suerte que los encerraron. Porque después me da lástima. Pienso en sus hijos, en su familia, qué culpa tienen, cómo los van a mirar a la cara. Pero también me pregunto qué es lo que me pasa, por qué les tengo tanta lástima si ellos no la tuvieron con nosotros. Claro que yo tengo todo el tiempo para pensar, y ellos en ese momento no lo tenían, tuvieron que decidir.
�Sí, y decidieron tirar.
Flora no responde, se queda pensativa. No es la única vez que lo hará durante el reportaje.
�¿Está más interesada en la causa que investiga la actuación policial?
�Me interesan las dos. Una, porque los asaltantes fueron los que empezaron todo. Pero la otra a mí me da más bronca. El otro día vino a visitarme (Fernando) Vilches. El me decía que le daba mucha bronca lo que había pasado dentro y yo le dije que lo mío era distinto, que yo había estado ahí afuera, que nos tiraron de todos lados. Yo no sé por qué no puedo tener odio, pero hay momentos que me parece que sí... (Flora se contiene, la voz se entorpece, se tapa la boca.)... que si los agarro no sé lo que haría. No sé, quiero creer que no había policías metidos, porque si había alguno metido en el caso, en la banda, y fue el que empezó a disparar, bueno... mejor que...
Extraño andar de esta mujer que después de haber hecho equilibrio en un delgado hilo sobre el infierno, no sabe o no puede creer lo que va diciendo la misma causa en la que confía. Se entera entonces de que un policía (el cabo primero del Comando de Patrullas nicoleño, Aldo Cabral) se encuentra detenido, sospechado de haber integrado la banda, confeccionado el plano del banco y contribuido a la logística del asalto. Es la primera vez que lo escucha. Y es la primera vez que aquel límite imposible que había marcado en su imaginación se hace realidad.
�¿Cómo que está metido? ¿Cómo, un policía estaba en la banda..? �pregunta y su semblante se transforma�. Si fue ése, bueno, si fue ése, quisiera que le tocaran muchos años de cárcel.
�¿Qué opina de los jefes policiales?
�Por lo menos tuvieron negligencia.
�¿Y de la actuación del juez en el operativo?
�Creo que le faltó decisión para controlar a la policía. Pero ahora estoy muy conforme.
Aunque vive en Lincoln, Flora tiene todos sus muebles en Villa Ramallo. Secretamente, en dos ocasiones viajó hasta el banco. La primera, el 5 de diciembre pasado.
�El 4 mi hermano Juan me llevó a una misa que daba el padre Mamerto. Nadie se enteró que yo salía �recuerda con un gesto de picardía�. Y al día siguiente me pedí un remise y me fui a Ramallo con mis hijas. Nos quedamos varios días. La psicóloga me dice que tengo que darle tiempo a las cosas, pero antes de que me lo dijera yo ya había decidido ir para allá.�
El reencuentro con su espacio y sus recuerdos no fue fácil. �Fue muy doloroso. En lo físico, lo que más me costó fue subir y bajar las escaleras. Pero sobre todo estar ahí. En el armario todavía estaba un traje de Carlos. Acerqué mi cara �dice Flora y reproduce el gesto y el dolor de aquel momento�, y olí la tela. Todavía estaba impregnada de sus olores, del olor a tabaco, del perfume que usaba.�
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