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OPINION

Yawar Fiesta

Por Alfredo Grieco y Bavio

La clásica novela del peruano José María Arguedas, Yawar-fiesta, proclamaba los títulos de la gran fiesta quechua. Los acontecimientos de la última semana en su patria y en Bolivia demuestran una vez más, como si hiciera falta, que esa población que los censos definen como "indígena" sigue siendo el motor de los cambios más sísmicos, y aun del progreso. Importa menos aquí consignar hasta qué punto los candidatos peruanos se valieron del peso muerto de la tradición cultural nativa para hacer avanzar sus campañas. Tanto el chino Fujimori como el cholo Toledo peruanizaron sus imágenes hasta el límite de lo que para un extranjero podía parecer una caricatura. Fujimori, hijo de inmigrantes japoneses, se vistió una y otra vez con atuendos andinos, y aparecía en sus afiches de campaña rodeado de llamas. Toledo concluyó su campaña limeña en la plaza Manco Cápac --el mítico fundador del imperio incaico--, donde abundó el huayno, abundaron las alusiones a su limpieza de sangre india, y no faltó, siquiera, el chasqui que trajo del Cuzco un mensaje en añejado pergamino. Por supuesto, los protagonistas de estas apoteosis de color local gozaron, por motivos muy diversos, de privilegios desconocidos para sus votantes: Fujimori es un egresado de la norteamericana universidad de Wisconsin y Toledo de la de Stanford. Y si en esta oportunidad los electores dieron un revés al menos en primera vuelta a diez años de Fujimorato, fue porque el voto "indio" estaba decidido a favor de Toledo, más acá de toda parafernalia andina. En cambio, la capital Lima era el mayor bastión electoral de Fujimori. Y los desiguales beneficios de la modernidad que trajeron los diez años del gobierno de éste se repartieron también en forma desigual, que recordaba otras tantas formas de clientelismo que aquellas poblaciones indígenas conocían sobradamente. En Bolivia, la situación de guerra de castas rediviva parece más clara. En el poblado de Achacachi, donde las tropas enviadas por el gobierno de Hugo Banzer entraron esta mañana con la idea de triunfar a sangre y fuego, la población se organizó mejor porque el ejército había decidido reprimir la protesta social precisamente un día de mercado, centro del calendario económico desde la era del Incario. Ya la protesta social había conseguido que en Cochabamba retrocediera la privatización de las aguas. En los días que sigue se verá si esa forma de movilización que es el "alboroto y tumulto", como el que para los indios de México durante la edad barroca registró el cura Sigüenza y Góngora, puede convertirse, como en la primera vuelta peruana, en una gran fiesta. Porque ésta, como la de los que en Seattle protestaron contra la OMC, parece ser la nueva gran forma de movilización posterior a la huelga proletaria.

 

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