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La Policia levanto el paro en bolivia, pero sigue el estado de sitio 
Cómo Banzer perdió todas las batallas

Con urgentes promesas de aumentos salariales, la policía salió ayer de su acuartelamiento. Pero el estado de sitio continúa en Bolivia, como la ola de protestas en todo el país.

Por Oscar Guisoni
Desde La Paz

t.gif (862 bytes) ¿Cómo se puede aplicar el estado de sitio con la policía en huelga? Si el general Banzer se hubiera planteado esta elemental pregunta, la medida jamás hubiera sido adoptada. Avanzada la noche del sábado, la rebelión protagonizada en la ciudad de La Paz por el GES (Grupo Especial de Seguridad) de la Policía Nacional Boliviana se había vuelto incontrolable. Y en la ciudad de Cochabamba, la revuelta callejera que había estallado en la noche del jueves, en protesta por las altísimas tarifas del agua -fijadas por la norteamericana Aguas del Tunari� obligó al ejército a retirarse a la caída del sol, luego de un día de brutales enfrentamientos en donde los militares fracasaron en el intento de obtener el control de la villa andina. La primera jornada de estado de sitio terminó con al menos 2 muertos, 32 heridos y 21 dirigentes políticos y sindicales detenidos.
La ubicación del edificio del GES no era la preocupación menor delb gobierno boliviano. A menos de cincuenta metros del palacio de gobierno, los rebeldes fuertemente armados fueron sumando solidaridades de los diferentes gremios de la ciudad durante toda la jornada del sábado. Al caer la noche, eran ya más de ochocientos los policías concentrados en el edificio. El gobierno se rendía a la evidencia: la declaración del estado de sitio sólo había logrado empeorar las cosas, no contaba con la policía para asegurar el control de las ciudades en conflicto y la gente de a pie fue concentrándose en los alrededores de la Plaza Murillo, donde se encuentra el Palacio Presidencial, para evitar que el ejército irrumpiera en el cuartel de los amotinados. Maestros, transportistas, estudiantes universitarios, improvisaron manifestaciones en solidaridad con los policías, desafiando abiertamente la prohibición de protestar.
El ministerio del Interior intentó a media tarde una negociación, ofreciendo a los uniformados un 20 por ciento de aumento, pero los negociadores fueron expulsados a patadas y piedrazos del lugar del motín. Mientras que los cuarteles de toda la ciudad cerraban sus puertas y se sumaban a la rebelión, los militares hicieron llegar un documento anónimo a la sede del GES, en donde sostenían que �no sólo nos solidarizamos con nuestros compañeros policías, sino que no nos limitaremos a una actitud pasiva como la de ellos, sino que nos alzaremos en armas hasta las últimas consecuencias, hasta que todos tengamos los salarios que nos merecemos�.
Banzer en su residencia conocía por primera vez en su historia el sabor de una derrota que le asestaban sus propios ex camaradas de armas.
En Cochabamba la situación era caótica. A las 4 de la tarde del sábado cayó fulminado de un balazo de FAL en la cabeza el estudiante de 17 años Víctor Hugo Daza, que fue llevado por los manifestantes a la plaza principal de la ciudad, donde lo velaron. Al conocerse la noticia los combates se volvieron aún más violentos. Bombas molotov dentro de la sede del Consejo Municipal, incendio de vehículos, ataques a las principales oficinas del gobierno central y el rumor de que grupos de la población se dirigían a los cuarteles en busca de armas, hizo que el ejército se replegara. El alcalde de la ciudad, el opositor Manfred Reyes Villas emitió un comunicado, a las ocho de la noche, llamando a la ciudad a la resistencia y declarándose en la clandestinidad. Con la retirada del ejército, la población se volcó masivamente a las calles y participó convulsionada del velatorio del estudiante muerto.
En La Paz las cosas no hacían más que empeorar. El arzobispo de la ciudad dio a las 8 de la noche una conferencia de prensa repudiando la medida del gobierno y la flagrante violación a los derechos humanos, el Sindicato de Prensa llamó a preparar la resistencia civil, el poderoso sindicato minero se sumó a las medidas de fuerza y el propio alcalde de aciudad, Juan del Granado, perteneciente a un partido de izquierda radical llamado Movimiento Sin Miedo emitió un comunicado llamando a la movilización de la ciudad y a �organizar la resistencia y lucha ciudadana�. El principal partido opositor, el MNR, a través de su secretario general Carlos Sánchez Berzaín solicitó al gobierno levantar el estado de sitio y dialogar con los sectores en conflicto. El ex ministro de Comunicación del gobierno del ex presidente González Sánchez de Losada (MNR), en diálogo con Página/12, sostuvo que �el gobierno ha perdido todas las batallas. No se dieron cuenta que estaban las mujeres al frente de la lucha y en este país las mujeres no han perdido jamás una huelga... es más, ellas terminaron con la dictadura de Banzer. Si esta noche no controlan Cochabamba (por la noche del sábado) y no logran entrar al GES, mañana todo va a ser peor�.
Lo mismo evaluó la megacoalición que sustenta a Banzer en el poder. A media noche el comandante general de la Policía, Roberto Pérez, ingresó al cuartel de los amotinados aceptando las demandas de aumento del 50 por ciento de los sueldos que exigían los policías. Luego de reunirse con el mayor David Vargas y la sargento Rosmery Corrales, verdadera figura de esta insurrección, se llegó a un acuerdo. A las 3.30 de la madrugada del domingo la rebelión había concluido. A esas horas de la noche, la insurrección ya involucraba a diez mil policías y las calles de La Paz estaban sin bomberos, sin servicio de 110, ni guardias de tráfico ni patrulleros en ronda. Los paceños decidieron que tampoco había que privarse de festejar y a la madrugada la gente continuaba en los bares como si se tratara de una noche cualquiera.
En Cochabamba se había levantado incluso la intervención a los medios de comunicación y los vecinos relataban indignados cómo el ejército había utilizado armas químicas durante el día, en su intento por controlar el �cordobazo� boliviano. Los manifestantes habían logrado, bien entrada la noche, asaltar varias tiendas de armas y ocupar los principales cuarteles de la policía de la ciudad. El Prefecto de la ciudad (la máxima autoridad policial y autor del falso rumor que hizo creer a los cochabambinos que el contrato con Aguas del Tunari, la empresa americana que construye el costosísimo proyecto para otorgar agua potable a la región y cuyas tarifas fueron el principal origen de la revuelta, había sido rescindido el jueves), presentó su renuncia indeclinable.
El domingo amaneció sin revuelta policial, aunque los uniformados continuaban reunidos en el GES hasta comprobar que el aumento se transforme en una medida efectiva del gobierno, y Cochabamba sin ejército en sus calles. A mediodía el gobierno envió una señal clara a la ciudad alzada de que sus reclamos iban a ser atendidos, también en su totalidad. El contrato con la norteamericana Aguas del Tunari será rescindido y la propia empresa, a través de uno de sus más altos ejecutivos, anunció que se retiraba de la ciudad. En la tarde del domingo la Superintendencia de Aguas nacional confirmó la noticia y los medios de comunicación cochabambinos comenzaron a difundirla. Aunque después de haber sido engañados una vez, será difícil que los habitantes de la ciudad abandonen las calles sin tener las garantías suficientes de que su lucha no ha sido en vano.

 

El incendio y las vísperas

En la comunidad rural de Achacachi, una pequeña población a dos horas de la ciudad de La Paz, el ejército intentó ayer por la mañana desbloquear la ruta a Perú. Pero se encontraron con la resistencia campesina, que los atacó con piedras y armas de fuego. Un batallón de 300 soldados cometió entonces la imprudencia de meterse en la villa, de unos 10 mil habitantes. Comenzó así una batalla campal de tono surrealista, filmada íntegramente por las cámaras de Bolivisión, en donde los soldados disparaban a cuanto bulto se moviera, mientras mujeres y niños gritaban desde ventanas y veredas: �¡Asesinos, váyanse a las fronteras!�. En el pueblo se desarrollaba un mercado rural. La noticia de la irrupción militar enfureció a los presentes. Un joven de 17 años murió al recibir un balazo en el pecho. La multitud lo cargó en andas. 

Un capitán del ejército cayó herido en los enfrentamientos. Fue trasladado al hospital local, de donde los campesinos enfurecidos lo sacaron un rato más tarde y lo mataron a golpes. Pobladores de villas vecinas, al saber las noticias, comenzaron a acercarse al poblado, mientras el ejército se retiraba. A últimas horas de la tarde se supo que el gobierno había enviado a un destacamento mayor de militares, desde La Paz, con el objetivo de entrar a la población hoy a la noche. Unas quince mil personas saqueaban e incendiaban, al cierre de esta edición, las instalaciones gubernamentales y policiales de la villa de Achacachi, mientras aguardaban la llegada de las fuerzas armadas.

 

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