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Por Fernando D�Addario Los días de gloria a los que alude Pablo Milanés en su último CD constituyen la garantía de su vigencia. La certificación de que aquellos tiempos de épica revolucionaria forman parte de un tesoro del pasado le confiere un status de tótem sagrado, y le permite erigirse como vocero de la nostalgia compartida. Dieciséis años después de su primera visita al Estadio Obras (los días de gloria de la Nueva Trova Cubana y, de la incipiente y por entonces esperanzada democracia argentina), Milanés se reencontró con su público. Un público que dio muestras de haber cambiado más que el músico. Una bandera de Cuba, otra con la imagen del Che Guevara (ambas en una de las populares, donde estaban los más jóvenes) eran los únicos testimonios visibles de un compromiso político que, evidentemente, fue perdiendo efusividad en el camino de estos años. El compromiso parecía estar focalizado esta vez sólo en la música de Milanés, lo cual, de todos modos, incluye los recuerdos de romanticismo militante que el sonido de esas canciones sigue despertando en cualquier oído políticamente correcto. El músico, en cambio, dio testimonio de que el declinamiento de las utopías, al menos, no hizo mella en su riqueza vocal, tan terrenal y palpable como los mejores sueños. Milanés sigue cantando tan bien como siempre y ésa es, acaso, la única certeza inmutable que protege al cantautor. Sus mejores canciones, las que resisten por su belleza el paso del tiempo, despiertan hoy sentimientos diversos, pero siempre distintos de los que generaban cuando fueron popularizadas. Tanto las de amor como las de barricada. Y esto a despecho de la banda que lo acompañó: pirotécnica, con arreglos de dudoso gusto, pero impotente �por suerte� en su intento de banalizar clásicos indestructibles. Cuando Milanés cantó aquel himno dedicado a Chile, �Yo pisaré las calles nuevamente�, sólo se levantaron dos puños (había tres mil personas en el Estadio Obras) en señal de desafío revolucionario, pero una ovación generalizada acompañó el verso �... y pagarán su culpa los traidores�, demostrando que en estas cuestiones, los códigos de hermandad latinoamericana apagan los chispazos de odio que se encienden, por ejemplo, con una confrontación entre argentinos y chilenos por la Davis. La interpretación de este tema fue la excusa ideal para que de la popular partiera un grito (del mismo joven que tenía el puño en alto) que también provocó adhesión inmediata: �compañeros desaparecidos...: ¡presente!�. El resto del show tuvo menos épica y más heterogeneidad en la recepción del público. Los temas del último CD, Días de gloria, fueron recibidos con respeto y frialdad, hecho que no debería sorprender: a un músico que ha sabido interpretar el sentir de una época se le pide que reviva esa época. Entonces todos se emocionaron con esa exquisita canción de amor que es �El breve espacio en que no estás� (con Baglietto), todos siguieron como en un susurro introspectivo los versos de �Yolanda�, y todos corearon la emotiva �Yo no te pido�. Eso sigue siendo, dieciséis años después, Pablo Milanés. Los que reniegan de su nostalgia pueden acudir a otra, temporalmente más lejana, pero ideológicamente más acorde con esta época: la de Buena Vista Social Club.
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