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ASEGURAN QUE ALGUNOS PRESOS MANEJAN PABELLONES ENTEROS
Los verdaderos patrones de la cárcel

En Devoto o Caseros, la vida interna es manejada por presos que se convierten en dictadores

Deciden qué comen los demás, quiénes recibirán visitas íntimas y quién debe lavarles la ropa. Patricia Bullrich dice desconocer si esa estructura está avalada por el Servicio Penitenciario, pero asegura que "se tiene que terminar".


Por Carlos Rodríguez
t.gif (862 bytes) La existencia de presos que, intramuros, se convierten en líderes de grupos que ejercen el poder mediante la fuerza y a cualquier precio, es una realidad carcelaria que saltó a la luz a partir del juicio a los 12 apóstoles de Sierra Chica. Esa situación se mantiene invariable en algunas cárceles federales, admitió a Página/12 la secretaria de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios, Patricia Bullrich. "Hoy, en Caseros o Devoto, hay un sistema de poder, de clases, dentro del pabellón, que hace que uno de los presos decida cómo es la vida interna, desde quién come más y quién come menos, hasta fijar quién le lava la ropa al jefe", aseguró la funcionaria. "Esto se tiene que terminar, junto con la corrupción, con el ingreso de droga a las cárceles y con las sospechas que dicen que los presos son obligados a salir a robar", recalcó.

  Como parte de la búsqueda de una solución "de fondo", Bullrich acaba de ordenar que las nuevas autoridades de Caseros, encabezadas por el prefecto Juan Alberto Cid, "profundicen la investigación sobre las razones por las cuales fueron removidos de sus puestos, en esa unidad, 42 miembros del Servicio Penitenciario sospechados de cometer irregularidades" que podrían contribuir a la comisión de distintos delitos o arbitrariedades.

  En diálogo con este diario, la viuda del interno Maximiliano Gastón Noguera Brizuela, quien el 4 de enero pasado apareció ahorcado en su celda de Caseros (ver aparte), aseguró que en el Pabellón 17 "B" de esa unidad, un preso al que se lo conoce como "Chabuca", era quien "tramitaba las visitas especiales (íntimas) y se movía como dueño del lugar".

  El tal "Chabuca" es uno de los sospechosos de haber participado en el asesinato de Noguera Brizuela, quien estaba en condiciones de aportar datos sobre la existencia de un sistema clandestino mediante el cual algunos guardiacárceles daban permisos de salida a los presos para que participaran en robos. Además de volver a la prisión, debían repartir el botín con los penitenciarios involucrados.

  La investigación judicial sobre las salidas ilegales comenzó en julio de 1998, luego de que el juez Alberto Baños comprobara que dos personas que debían estar presas, Alejandro Hebert Núñez y Reinaldo Fabián Maini, podían haber participado --junto con Noguera Brizuela, que en ese momento estaba prófugo-- en el robo al restaurante Dolly, en Palermo Chico.

  Patricia Bullrich le dijo a Página/12 que en 1998, cuando comenzó esa investigación del juez Baños, "en Caseros había muchas irregularidades de las cuales se puede inferir que había una organización bastante armada", entre el personal penitenciario de entonces, que cometía "hechos de corrupción graves como la compra y venta de determinados pabellones (en los que la vida en prisión era menos dura) o la venta en prisión de cosas ilegales, entre ellas droga".

  Cuando el actual director del penal de Caseros, Juan Cid, asumió el cargo a fines del año pasado, "pidió como condición que dejaran sus funciones en la unidad 42 miembros del personal penitenciario que podían tener vinculación con esos hechos de corrupción". Sin embargo, en el sumario administrativo elevado con posterioridad a la secretaria Bullrich "la información documentada no es satisfactoria, para nada, y estaría demostrando que no hubo una investigación seria" sobre la vinculación de los 42 penitenciarios con los casos de corrupción.

  "Pasaron dos años de los hechos, pero hay que retomar la investigación interna y hacerla a fondo, para ver si se pueden aportar datos a la Justicia. Queremos saber qué pasó con las 42 personas separadas de sus cargos, saber si fueron realmente sancionadas y por qué, o si simplemente se los trasladó a otra unidad", explicó Bullrich. "Lo que creo --precisó-- es que si alguien vende droga o cobra por conseguir un pabellón, bien podía formar parte de una organización que se dedicaba a permitir que los presos salieran a robar".

  --¿Qué opina sobre las denuncias acerca de la existencia de presos que se convierten en dictadores dentro de los pabellones?

  --Esto es absolutamente así. Nosotros lo comprobamos durante las visitas que hicimos en los penales de Caseros y Devoto. Es un problema que hay que erradicar porque hay presos que se convierten en líderes y generan un sistema de poder dentro del pabellón. Cuando viene la comida dicen quién come más y quién come menos y quién le lava la ropa al jefe. Se forma una estructura de clase, donde uno domina y muchos son dominados. El 95 por ciento de los internos está en contra, pero el problema sigue.

  --Los familiares de algunos presos dicen que esa estructura de poder es favorecida por el Servicio Penitenciario. ¿Usted qué opina?

  --No lo sé, lo único que puedo afirmar es que estamos trabajando para que estas cosas se terminen.

 

Los guardias, involucrados

La denuncia sobre la salida de presos para robar (ver Página/12 del 12 de marzo pasado) fue ratificada por el interno Alejandro Hebert Núñez ante el juez Alberto Baños. En su declaración, Núñez ratificó el contenido de una carta de su autoría, en la cual involucra en las maniobras a por lo menos cuatro miembros del Servicio Penitenciario Federal, entre ellos a un agente del área de inteligencia al que se lo conoce como "Sapo".

  La viuda de Maximiliano Noguera Brizuela, quien apareció muerto en Caseros, sostuvo que un preso conocido como "Chabuca" gestionaba "hasta las visitas especiales (íntimas)" cuando su marido estaba en el Pabellón 17 "B" de esa unidad. "Cuando iba de visita firmaba un libro, de manera que el Servicio Penitenciario debía estar al tanto de lo que sucedía."

  La mujer, cuyo nombre se mantiene en reserva, dijo que "Chabuca" manejaba todo: "Algunos presos le traían comida y también recibía drogas, todo el mundo lo sabía. Si mi marido quería hacer algo sin que se enterara era imposible: siempre andaba vigilando. El tipo estaba como un radar".

 

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