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ESTRENOS DE NOEMIE LVOVSKY Y CHRISTINA ANDREEF EN LA COMPETENCIA

Cuando las mujeres vienen llegando

Las películas �La vida no me asusta� y �SoftFruit� preludian desde hoy una seguidilla defilms que marcan el desembarco de las mujeres.


Por Horacio Bernades
t.gif (862 bytes) Y al fin llegaron ellas. Le estaba faltando mirada y cuerpo de mujer a la muestra competitiva, pero esa falta comenzó a subsanarse ayer, con la presentación de La vida no me asusta (La vie ne me fait pas peur), de la francesa Noémie Lvovsky. Es el comienzo de una seguidilla femenina que se redoblará hoy, cuando se exhiban la australiana Soft Fruit y la brasileña A través da la ventana, y mañana, con la argentina No quiero volver a casa. Por lo que dejan ver La vida no me asusta y Soft Fruit, ese ingreso no peca precisamente de timidez.
Segunda película de la realizadora Noémie Lvovsky, La vida no me asusta hace honor a su título, en la figura y la actitud del cuarteto de amigas que la protagonizan. Premiado en el último festival de Locarno, el de Lvovsky es un film generacional en el que no es difícil adivinar fuertes componentes autobiográficos. Lvovsky sigue a sus chicas con la cámara bien pegada al cuerpo, y lo hace desde la primera infancia hasta el ingreso a la adultez. Cuenta con cuatro actrices entregadas a sus papeles en cuerpo y alma, y las recorta contra un fondo de época que es el de los años �70 y �80. Aunque Lvovsky evite finamente cualquier referencia directa a la política, no es descabellado ver en Emilie y sus amigas a otras tantas hijas de los sueños caídos de la generación del �68, representados aquí por unos adultos ausentes, cansados, burgueses o lisa y llanamente locos.
Frente al vacío heredado y frente también a las angustias del crecimiento, las cuatro amigas responden igual: con un impulso vital desatado, una verdadera violencia emocional que tanto puede manifestarse en bailes frenéticos como en locas persecuciones de potenciales galanes; en peleas feroces, impulsos suicidas o retorcidos rituales de conquista; en rechazo de los padres o de los planes que la sociedad tiene para ellas. �Yo quiero trabajar en algo que no existe�, dice en algún momento una de ellas, parafraseando aquel �no sé lo que quiero, pero lo quiero ya�. La vida no me asusta produce, en más de una ocasión, la sensación de estar frente a un film con los dedos en el enchufe. Al hacer de sus heroínas cuatro desaforadas, Lvovsky rompe decididamente con el estereotipo de que la violencia cinematográfica es patrimonio masculino. Impulsiva, arrebatada y vital, patea en el mismo movimiento el estereotipo del cine francés, siempre tan compuesto, fino y elegante.
Con el cine de Cassavetes como modelo evidente y hasta excluyente hay un borde entre lo energético y lo histérico que La vida no me asusta franquea más de lo aconsejable, y no hubiera venido mal una mayor dosificación de tiempos fuertes. Pero hay aquí una realizadora que desborda de deseos de hacer cine, a todo tren, y aunque haya que patear un montón de tableros para ello. No es poco. Tampoco es escaso lo de Soft Fruit, ópera prima de la australiana Christina Andreef, que cuenta con el madrinazgo de Jane Campion y ganó el premio de la crítica en San Sebastián. Andreef recoge toda una tradición del cine de Oceanía, que livianamente podría definirse como de �defensa de las gorditas� y que en realidad representa un elogio de la diferencia. Esa tradición de afinidad con la obesidad tiene a la propia Jane Campion como posible fundadora (con su ópera prima, Sweetie, que en la Argentina salió sólo en video, y con la posterior Un ángel en mi mesa), y a films como El casamiento de Muriel y Criaturas celestiales como otros antecedentes de peso, sin bromas.
Soft Fruit triplica esa épica femenina del sobrepeso, en la figura de sendas hermanas que vuelven a casa de sus padres para darle la despedida final a la mamá, enferma de un cáncer terminal. Si Josie, Nadia y Vera han debido hacer frente a la exclusión por culpa del exceso de lípidos, se puede vislumbrar otra forma de la marginalidad que se ve representada por Bob, el hermano varón, un desaforado que acaba de salir de la cárcel, y se encuentra en libertad condicional. Mientras la menor se las ingenia para quedar embarazada �sin intervención de ningún hombre�, la del medio se masturba a solas y Bob le da a lamorfina de mamá un uso que no es precisamente medicinal. Por allí anda, también, papá, un emigrado ruso no precisamente refinado con el que el varón deberá ajustar cuentas que hasta entonces habían quedado largamente pendientes. Con una refrescante falta de pretensiones y franca simpatía por lo bizarro, Andreef logra redondear una cálida y contagiosa metáfora que ronda lo irremediable, evitando la complaciente coartada del costumbrismo.
(La vida no me asusta volverá a proyectarse hoy a las 17; Soft Fruit estrena hoy a las 20. Ambas, en el Hoyts Abasto.)

 

Recomendados para hoy
13.30: Emporte-moi, culminación en la obra de la cineasta canadiense Léa Pool, consagrada en los festivales de Berlín, New York y Toronto (Hoyts 8).
14.30: Girls Night Out, de Im San Sung, o el apogeo del cine coreano, la nueva revelación llegada de Asia (Hoyts 11).
16.15: Minnie & Moskowitz, otra cumbre en la obra del genial John Cassavetes, patriarca del cine indie norteamericano (Hoyts 12).
17.00: Autoportrait d�un inconnu: Jean Cocteau, otro notable film ensayo de Edgardo Cosarinsky, homenajeado con una retrospectiva (Lugones).
19.15: El viento nos llevará, la última obra maestra del iraní Abbas Kiarostami, premiada en la Mostra de Venecia (Hoyts 9).
20.00: Cortometrajes de directores consagrados, una oportunidad irrepetible (Cosmos).
21.20: La balia, reencuentro con uno de los mejores cineastas italianos, Marco Bellocchio, injustamente olvidado en Argentina (Lorca).
22.00: Touch of Evil, quizás el mejor film de Orson Welles después de El ciudadano, en versión restaurado según deseos de su autor (Hoyts 12).
23.00: A traves da janela, de la paulista Tata Amaral, la gran esperanza blanca del cine brasileño, en competencia (Hoyts 10).


LA RETROSPECTIVA JOHN CASSAVETES, UN FESTIVAL APARTE
El gran padre del cine independiente

John Cassavetes murió el 3 de febrero de 1989. Pero Al Ruban y Seymour Cassel siguen junto a él como el primer día, hace ya 43 años, cuando se acercaron al rodaje de Shadows, un film-faro, a partir del cual ya nada volvió a ser igual en el cine norteamericano. Por entonces, Ruban era un jugador de béisbol profesional y John, que lo admiraba como deportista, lo invitó al rodaje. Desde aquel momento, Ruban hizo del cine su vida y su vida la dedicó al clan Cassavetes. Algo similar ocurrió con Cassel: era un aprendiz de actor, se enteró de un taller de actuación gratuito, a cargo de Cassavetes, y éste lo invitó a la filmación en Nueva York de una película experimental, Shadows. El bueno de Seymour terminó aprendiendo algo más que actuación: cámara, sonido, montaje...
�John quería que cada miembro del equipo se comprometiera con el proyecto, que lo sintiera como una responsabilidad propia�, cuenta ahora Cassel, que llegó a Buenos Aires junto a Ruban para presentar, en el marco del Festival de Cine Independiente, el legado del más independiente de todos los cineastas norteamericanos, el hombre que demostró que se podía hacer cine al margen de Hollywood. �John probó precisamente eso, que era posible filmar al margen de Hollywood y que ese cine iba a ser, por necesidad, muy diferente del cine que se hacía hasta entonces�, se entusiasma Ruban. Casi no hay función de la retrospectiva que ellos no quieran presentar, como si cada película fuera un estreno. Y en realidad lo es, al menos en la Argentina, donde la obra de Cassavetes se conocía poco y mal, a través de algunos pocos, lejanos estrenos (en versiones generalmente mutiladas) o a lo sumo en copias en video, sin subtítulos. Ahora, sin embargo, el festival ha hecho del ciclo Cassavetes un festival en sí mismo, con proyecciones a sala de llena de Shadows (1959), A Child is Waiting (1963), Faces (1968), Husbands (1970), Minnie & Moskowitz (1971), A Woman Under the Influence (1975) y las proyecciones aún por venir de The Killing of a Chinese Bookie (1978), Opening Night (1978), Gloria (1980) y Love Streams (1984).
Según cuenta Cassel, salvo en Shadows, todos los demás films de Cassavetes prescindieron de las improvisaciones de los actores, algo que generalmente se da por aceptado. �Escribía minuciosamente cada escena; lo que sucede es que los guiones muchas veces se basaban en improvisaciones nacidas en los ensayos. Además, John filmaba con dos cámaras simultáneamente, lo que daba a los actores no sólo otra libertad sino también una calidad humana a la interpretación muy diferente de lo que es habitual.� Para Ruban, �John era brillante, no sólo por la manera en que sabía tratar a los actores, siendo actor él mismo. Era un gran cineasta porque todo aquello que parecía difícil él lo convertía en algo simple. Ese era su secreto�.


Una celebración del descontrol

La opera prima de Justin Kerrigan es un film coral.

�Human Traffic�, que integra la sección �Ciney música�, presenta un testimonio realista yfestivo de los placeres de la noche británica.

Por Martín Pérez
Hacia la mitad del film Human Traffic, entre los continuos soliloquios y reflexiones de su protagonista Moff nace la idea de que la juventud inglesa necesitaría un nuevo himno nacional que los represente. Acto seguido, como sucede con cualquier razonamiento cretino y/o autocomplaciente del film, la imagen se hace presente en la pantalla. Y entonces se puede ver cómo todos los habitués de un clásico pub �jóvenes a punto de salir a reventar la noche� levantan sus vasos de cerveza y cantan a voz en cuello (con la letra apareciendo en la parte inferior de la pantalla, y una bolita saltarina señalando las sílabas) un himno repleto de orgullosas confesiones cuyo estribillo asegura: �Qué difícil que es tener onda�. Luego de que semejante idea se le hace patente en la mente/pantalla, Moff reacciona: �Bueno, tal vez no sea tan buena idea�. Y ese ida y vuelta resume el mecanismo que campea en la opera prima de Justin Kerrigan, un director galés de veinticinco años, cuya divertida y polémica crónica cinematográfica de un clásico fin de semana juvenil en Inglaterra forma parte de la sección �Cine y música� del Festival Internacional de Cine Independiente.
La película, considerada como el único testimonio fílmico fiel de una década de cultura juvenil de las drogas en Gran Bretaña, Human Traffic tiene un tono festivo que levantó cierta polémica. En palabras de su joven director, �a mucha gente le gustó, pero consideró que era moralmente errónea. Porque la gente en mi film toma drogas, pero no roba ni mata ni muere al final. Pero si mi película es controvertida, es sólo es porque la vida es controvertida�. Basada en la vida de cinco veinteañeros de Cardiff (Gales) que viven del desempleo o de trabajos mal pagos, Human Traffic fue ubicada por el periódico inglés The Guardian junto a London Kills Me, de Hanif Kureishi, o las adaptaciones de Irvine Welsh Trainspotting y The Acid House, por ser uno de los pocos films juveniles contemporáneos a la realidad que retratan, sin resguardarse detrás de la nostalgia como Quadrophenia o Absolute Beginners.
Suerte de cruza entre Dazed and Confused por el tono y Trainspotting en la forma �la han llamado también la Annie Hall de su generación, por el romance�, Human Traffic sorprende por su sinceridad costumbrista, con la omnipresencia de la marihuana y el éxtasis como escenografía de la noche, además del sexo y la música disco. El film trata la ingesta de dichas drogas como algo natural, un hecho consumado, con una cotidianeidad que se abstiene de todo tipo de prédica. Eso sí: en su retrato no ignora también los problemas que acarrean.
Su protagonista, el londinense John Simm �que debutó en Prime Suspect 3 y acaba de filmar con Jim Sheridan�, opinó que �nunca ha habido un film que sea tan fiel a la vida real. Lo que muestra el film es lo que sucede en Londres, y en toda Gran Bretaña, cada fin de semana. La gente toma drogas y, usualmente, no se muere después ni mata a nadie. Simplemente la pasa bien y se divierte�. Llena de sketches y frases de póster, pero también de una ironía contagiosa, Human Traffic es más una recopilación de escenas de la vida juvenil que un film estructurado como tal. Llena de parlamentos que enuncian sus cinco protagonistas mirando a cámara, carece de un guión clásico: simplemente sigue pensamientos y recorrido durante la noche.
Estrenada en Inglaterra al mismo tiempo que The Matrix, Human Traffic logró sobrevivir a semejante lucha desigual. Recuperó sus costos en Inglaterra, y luego de su exhibición en el Festival de Toronto del año pasado fue adquirida para su distribución en los Estados Unidos por Miramax, posiblemente con un ojo puesto en el buen recibimiento local de Go, el film sobre la cultura rave de Doug Liman. Elegido como uno de los mejores films del año pasado en Gran Bretaña junto a Ratcatcher (lo mejor que se vio el año pasado en Mar del Plata) y East is East, incluida en lacompetencia del Festival Independiente), Human Traffic se exhibe hoy a las 16.15 en Abasto 8 y repite el sábado a las 23.30 en la misma sala.

 

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