Por Horacio Bernades
Y
al fin llegaron ellas. Le estaba faltando mirada y cuerpo de mujer a la
muestra competitiva, pero esa falta comenzó a subsanarse ayer, con la
presentación de La vida no me asusta (La vie ne me fait pas peur), de la
francesa Noémie Lvovsky. Es el comienzo de una seguidilla femenina que se
redoblará hoy, cuando se exhiban la australiana Soft Fruit y la
brasileña A través da la ventana, y mañana, con la argentina No quiero
volver a casa. Por lo que dejan ver La vida no me asusta y Soft Fruit, ese
ingreso no peca precisamente de timidez.
Segunda película de la realizadora Noémie Lvovsky, La vida no me asusta
hace honor a su título, en la figura y la actitud del cuarteto de amigas
que la protagonizan. Premiado en el último festival de Locarno, el de
Lvovsky es un film generacional en el que no es difícil adivinar fuertes
componentes autobiográficos. Lvovsky sigue a sus chicas con la cámara
bien pegada al cuerpo, y lo hace desde la primera infancia hasta el
ingreso a la adultez. Cuenta con cuatro actrices entregadas a sus papeles
en cuerpo y alma, y las recorta contra un fondo de época que es el de los
años �70 y �80. Aunque Lvovsky evite finamente cualquier referencia
directa a la política, no es descabellado ver en Emilie y sus amigas a
otras tantas hijas de los sueños caídos de la generación del �68,
representados aquí por unos adultos ausentes, cansados, burgueses o lisa
y llanamente locos.
Frente al vacío heredado y frente también a las angustias del
crecimiento, las cuatro amigas responden igual: con un impulso vital
desatado, una verdadera violencia emocional que tanto puede manifestarse
en bailes frenéticos como en locas persecuciones de potenciales galanes;
en peleas feroces, impulsos suicidas o retorcidos rituales de conquista;
en rechazo de los padres o de los planes que la sociedad tiene para ellas.
�Yo quiero trabajar en algo que no existe�, dice en algún momento una
de ellas, parafraseando aquel �no sé lo que quiero, pero lo quiero ya�.
La vida no me asusta produce, en más de una ocasión, la sensación de
estar frente a un film con los dedos en el enchufe. Al hacer de sus
heroínas cuatro desaforadas, Lvovsky rompe decididamente con el
estereotipo de que la violencia cinematográfica es patrimonio masculino.
Impulsiva, arrebatada y vital, patea en el mismo movimiento el estereotipo
del cine francés, siempre tan compuesto, fino y elegante.
Con el cine de Cassavetes como modelo evidente y hasta excluyente hay un
borde entre lo energético y lo histérico que La vida no me asusta
franquea más de lo aconsejable, y no hubiera venido mal una mayor
dosificación de tiempos fuertes. Pero hay aquí una realizadora que
desborda de deseos de hacer cine, a todo tren, y aunque haya que patear un
montón de tableros para ello. No es poco. Tampoco es escaso lo de Soft
Fruit, ópera prima de la australiana Christina Andreef, que cuenta con el
madrinazgo de Jane Campion y ganó el premio de la crítica en San
Sebastián. Andreef recoge toda una tradición del cine de Oceanía, que
livianamente podría definirse como de �defensa de las gorditas� y que
en realidad representa un elogio de la diferencia. Esa tradición de
afinidad con la obesidad tiene a la propia Jane Campion como posible
fundadora (con su ópera prima, Sweetie, que en la Argentina salió sólo
en video, y con la posterior Un ángel en mi mesa), y a films como El
casamiento de Muriel y Criaturas celestiales como otros antecedentes de
peso, sin bromas.
Soft Fruit triplica esa épica femenina del sobrepeso, en la figura de
sendas hermanas que vuelven a casa de sus padres para darle la despedida
final a la mamá, enferma de un cáncer terminal. Si Josie, Nadia y Vera
han debido hacer frente a la exclusión por culpa del exceso de lípidos,
se puede vislumbrar otra forma de la marginalidad que se ve representada
por Bob, el hermano varón, un desaforado que acaba de salir de la
cárcel, y se encuentra en libertad condicional. Mientras la menor se las
ingenia para quedar embarazada �sin intervención de ningún hombre�,
la del medio se masturba a solas y Bob le da a lamorfina de mamá un uso
que no es precisamente medicinal. Por allí anda, también, papá, un
emigrado ruso no precisamente refinado con el que el varón deberá
ajustar cuentas que hasta entonces habían quedado largamente pendientes.
Con una refrescante falta de pretensiones y franca simpatía por lo
bizarro, Andreef logra redondear una cálida y contagiosa metáfora que
ronda lo irremediable, evitando la complaciente coartada del costumbrismo.
(La vida no me asusta volverá a proyectarse hoy a las 17; Soft Fruit
estrena hoy a las 20. Ambas, en el Hoyts Abasto.)
Recomendados para hoy
13.30: Emporte-moi, culminación en la obra de la
cineasta canadiense Léa Pool, consagrada en los festivales de
Berlín, New York y Toronto (Hoyts 8).
14.30: Girls Night Out, de Im San Sung, o el apogeo del
cine coreano, la nueva revelación llegada de Asia (Hoyts 11).
16.15: Minnie & Moskowitz, otra cumbre en la obra
del genial John Cassavetes, patriarca del cine indie norteamericano
(Hoyts 12).
17.00: Autoportrait d�un inconnu: Jean Cocteau, otro
notable film ensayo de Edgardo Cosarinsky, homenajeado con una
retrospectiva (Lugones).
19.15: El viento nos llevará, la última obra maestra
del iraní Abbas Kiarostami, premiada en la Mostra de Venecia (Hoyts
9).
20.00: Cortometrajes de directores consagrados, una oportunidad
irrepetible (Cosmos).
21.20: La balia, reencuentro con uno de los mejores
cineastas italianos, Marco Bellocchio, injustamente olvidado en
Argentina (Lorca).
22.00: Touch of Evil, quizás el mejor film de Orson
Welles después de El ciudadano, en versión restaurado según deseos
de su autor (Hoyts 12).
23.00: A traves da janela, de la paulista Tata Amaral,
la gran esperanza blanca del cine brasileño, en competencia (Hoyts
10). |
LA RETROSPECTIVA JOHN CASSAVETES, UN
FESTIVAL APARTE
El gran padre del cine independiente
John
Cassavetes murió el 3 de febrero de 1989. Pero Al Ruban y Seymour Cassel
siguen junto a él como el primer día, hace ya 43 años, cuando se
acercaron al rodaje de Shadows, un film-faro, a partir del cual ya nada
volvió a ser igual en el cine norteamericano. Por entonces, Ruban era un
jugador de béisbol profesional y John, que lo admiraba como deportista, lo
invitó al rodaje. Desde aquel momento, Ruban hizo del cine su vida y su
vida la dedicó al clan Cassavetes. Algo similar ocurrió con Cassel: era un
aprendiz de actor, se enteró de un taller de actuación gratuito, a cargo
de Cassavetes, y éste lo invitó a la filmación en Nueva York de una
película experimental, Shadows. El bueno de Seymour terminó aprendiendo
algo más que actuación: cámara, sonido, montaje...
�John quería que cada miembro del equipo se comprometiera con el
proyecto, que lo sintiera como una responsabilidad propia�, cuenta ahora
Cassel, que llegó a Buenos Aires junto a Ruban para
presentar, en el marco del Festival de Cine Independiente, el legado del
más independiente de todos los cineastas norteamericanos, el hombre que
demostró que se podía hacer cine al margen de Hollywood. �John probó
precisamente eso, que era posible filmar al margen de Hollywood y que ese
cine iba a ser, por necesidad, muy diferente del cine que se hacía hasta
entonces�, se entusiasma Ruban. Casi no hay función de la retrospectiva
que ellos no quieran presentar, como si cada película fuera un estreno. Y
en realidad lo es, al menos en la Argentina, donde la obra de Cassavetes se
conocía poco y mal, a través de algunos pocos, lejanos estrenos (en
versiones generalmente mutiladas) o a lo sumo en copias en video, sin
subtítulos. Ahora, sin embargo, el festival ha hecho del ciclo Cassavetes
un festival en sí mismo, con proyecciones a sala de llena de Shadows
(1959), A Child is Waiting (1963), Faces (1968), Husbands (1970), Minnie
& Moskowitz (1971), A Woman Under the Influence (1975) y las
proyecciones aún por venir de The Killing of a Chinese Bookie (1978),
Opening Night (1978), Gloria (1980) y Love Streams (1984).
Según cuenta Cassel, salvo en Shadows, todos los demás films de Cassavetes
prescindieron de las improvisaciones de los actores, algo que generalmente
se da por aceptado. �Escribía minuciosamente cada escena; lo que sucede
es que los guiones muchas veces se basaban en improvisaciones nacidas en los
ensayos. Además, John filmaba con dos cámaras simultáneamente, lo que
daba a los actores no sólo otra libertad sino también una calidad humana a
la interpretación muy diferente de lo que es habitual.� Para Ruban, �John
era brillante, no sólo por la manera en que sabía tratar a los actores,
siendo actor él mismo. Era un gran cineasta porque todo aquello que
parecía difícil él lo convertía en algo simple. Ese era su secreto�.
Una celebración del descontrol
La opera prima de Justin Kerrigan es un film coral. |
�Human Traffic�, que integra la sección �Ciney música�, presenta un testimonio realista yfestivo de los placeres de la noche británica. |
Por Martín Pérez
Hacia la mitad del
film Human Traffic, entre los continuos soliloquios y reflexiones de su
protagonista Moff nace la idea de que la juventud inglesa necesitaría un
nuevo himno nacional que los represente. Acto seguido, como sucede con
cualquier razonamiento cretino y/o autocomplaciente del film, la imagen se
hace presente en la pantalla. Y entonces se puede ver cómo todos los
habitués de un clásico pub �jóvenes a punto de salir a reventar la
noche� levantan sus vasos de cerveza y cantan a voz en cuello (con la
letra apareciendo en la parte inferior de la pantalla, y una bolita
saltarina señalando las sílabas) un himno repleto de orgullosas
confesiones cuyo estribillo asegura: �Qué difícil que es tener onda�.
Luego de que semejante idea se le hace patente en la mente/pantalla, Moff
reacciona: �Bueno, tal vez no sea tan buena idea�. Y ese ida y vuelta
resume el mecanismo que campea en la opera prima de Justin Kerrigan, un
director galés de veinticinco años, cuya divertida y polémica crónica
cinematográfica de un clásico fin de semana juvenil en Inglaterra forma
parte de la sección �Cine y música� del Festival Internacional de
Cine Independiente.
La película, considerada como el único testimonio fílmico fiel de una
década de cultura juvenil de las drogas en Gran Bretaña, Human Traffic
tiene un tono festivo que levantó cierta polémica. En palabras de su
joven director, �a mucha gente le gustó, pero consideró que era
moralmente errónea. Porque la gente en mi film toma drogas, pero no roba
ni mata ni muere al final. Pero si mi película es controvertida, es sólo
es porque la vida es controvertida�. Basada en la vida de cinco
veinteañeros de Cardiff (Gales) que viven del desempleo o de trabajos mal
pagos, Human Traffic fue ubicada por el periódico inglés The Guardian
junto a London Kills Me, de Hanif Kureishi, o las adaptaciones de Irvine
Welsh Trainspotting y The Acid House, por ser uno de los pocos films
juveniles contemporáneos a la realidad que retratan, sin resguardarse
detrás de la nostalgia como Quadrophenia o Absolute Beginners.
Suerte de cruza entre Dazed and Confused por el tono y Trainspotting en la
forma �la han llamado también la Annie Hall de su generación, por el
romance�, Human Traffic sorprende por su sinceridad costumbrista, con la
omnipresencia de la marihuana y el éxtasis como escenografía de la
noche, además del sexo y la música disco. El film trata la ingesta de
dichas drogas como algo natural, un hecho consumado, con una cotidianeidad
que se abstiene de todo tipo de prédica. Eso sí: en su retrato no ignora
también los problemas que acarrean.
Su protagonista, el londinense John Simm �que debutó en Prime Suspect 3
y acaba de filmar con Jim Sheridan�, opinó que �nunca ha habido un
film que sea tan fiel a la vida real. Lo que muestra el film es lo que
sucede en Londres, y en toda Gran Bretaña, cada fin de semana. La gente
toma drogas y, usualmente, no se muere después ni mata a nadie.
Simplemente la pasa bien y se divierte�. Llena de sketches y frases de
póster, pero también de una ironía contagiosa, Human Traffic es más
una recopilación de escenas de la vida juvenil que un film estructurado
como tal. Llena de parlamentos que enuncian sus cinco protagonistas
mirando a cámara, carece de un guión clásico: simplemente sigue
pensamientos y recorrido durante la noche.
Estrenada en Inglaterra al mismo tiempo que The Matrix, Human Traffic
logró sobrevivir a semejante lucha desigual. Recuperó sus costos en
Inglaterra, y luego de su exhibición en el Festival de Toronto del año
pasado fue adquirida para su distribución en los Estados Unidos por
Miramax, posiblemente con un ojo puesto en el buen recibimiento local de
Go, el film sobre la cultura rave de Doug Liman. Elegido como uno de los
mejores films del año pasado en Gran Bretaña junto a Ratcatcher (lo
mejor que se vio el año pasado en Mar del Plata) y East is East, incluida
en lacompetencia del Festival Independiente), Human Traffic se exhibe hoy
a las 16.15 en Abasto 8 y repite el sábado a las 23.30 en la misma sala.
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