Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

el Kiosco de Página/12

Trampas
Por Juan Gelman

Dijo que el teatro era su mujer y el cine, su amante. Con esta metáfora .apropiada en más de un sentido� Ingmar Bergman definió su relación con esas artes. En cualquier caso, siempre estuvo marcada por la exploración de sentimientos que experimentó en la infancia, nunca lo abandonaron, y él llevó al examen riguroso de patrones morales para juzgar el bien y el mal, lo justo y lo injusto, la existencia o no de Dios en cada ser humano, y a la conclusión de que tal vez el Diablo rige el mundo. Hijo de pastor luterano, no fue ésa la única influencia que modeló sus inquietudes: también el arte religioso y las imágenes rudimentarias que, en ediciones rústicas de iglesia, ilustraban historias y parábolas bíblicas. Lo fascinaban y encendieron su interés sostenido por la representación visual de ideas.
Al filo de los 70 de edad, el escritor Ingmar Bergman publica en 1987 La linterna mágica -.una autobiografía� seis años después de anunciar que Fanny y Alexander sería su último film. Ya había incursionado en la ficción escrita con Cuatro historias, todas basadas en otras tantas películas cuyos diálogos utilizó. Pese a su fama internacional de cineasta completo, autor y director de sus guiones, la crítica sueca insistía en cuestionar su escritura. La linterna cambió esos vientos. En este su primer libro de creación literaria propiamente dicha, descubre una niñez infeliz en un hogar de padres mal avenidos. Erik Bergman, un clérigo joven y ambicioso de origen humilde, casa en 1912 con Karin Akerblom, hija de un hogar acomodado. El padre cambia su misión en una parroquia de provincia por un cargo prestigioso en Estocolmo; la madre vive atrapada en un matrimonio sin amor. Ingmar, el menor de dos hijos varones, crece como un náufrago sin quietud acosado por una culpa sin nombre. Su hermano, luego fundador del partido nazi de Suecia, intenta el suicidio varias veces. Su hermana es obligada a abortar por ser soltera. �No sabíamos que mamá .dice el autobiógrafo� había tenido una aventura amorosa apasionada, ni que papá sufría depresiones graves... Mamá quiso irse y papá amenazó con matarse. Se reconciliaron y decidieron seguir juntos �por el bien de los hijos�, como se dijo entonces. Los hijos notamos poco y nada.� Pero el infierno matrimonial era otro habitante de la casa.
El dramaturgo inglés John Osborne -.que por entonces preparaba la autobiografía en que destruye implacablemente a sus padres� saludó con entusiasmo la aparición de La linterna mágica. Y no sólo eso: alentó a Ingmar Bergman a que escribiera ficciones que retrataran a sus progenitores sin velos ni piedad. El sueco le hizo caso: construyó una trilogía novelada cuya fuente principal fueron los diarios secretos de la madre, que descubrió luego de su muerte en 1966, y los álbumes de fotografías que registraban el paso de más de un siglo por la familia. El primer volumen, el más extenso, titulado Las mejores intenciones, escruta el difícil noviazgo de sus padres y los primeros años del matrimonio, no menos difíciles, y concluye poco antes del nacimiento del autor en 1918. En Hijo de domingo, el segundo, el más cercano a una narración convencional, la acción transcurre en una casa veraniega, se sitúa en 1926 y es vista con los ojos del niño de 8 años que Ingmar Bergman era entonces. Confesiones privadas, el tercero, publicado en 1996, es el más sombrío: relata la aventura adúltera de Anna-Karin con Tomas, músico y estudiante de teología varios años menor que ella, en cinco �conversaciones� que se extienden de 1925 a 1934 y un epílogo-prólogo fechado en 1904. 
Se ha motejado a Ingmar Bergman de misógino, a su compatriota dramaturgo Strindberg también, y pareciera que en los dos casos se trata de una acusación infundada. Bergman mira con ojos compasivos a las mujeres de sus films. Y Confesiones privadas cuenta la triste historia de una mujer aislada, sola del marido al que termina odiando, sola de los padres que sehabían opuesto al matrimonio y ahora le recuerdan sus �indeclinables responsabilidades familiares�, sola de un amante que la abandona abruptamente agobiado por la culpa. Esa mujer era la madre de Bergman. En la cuarta conversación de la novela se narra vívidamente el episodio doloroso del viaje secreto de Anna y Tomas a Noruega, única ocasión en que pasan una noche juntos. La versión del hijo tiene más piedad que misoginia, y no se sabe qué es peor. En los años �70, Bergman filmó para sí en 8 milímetros los rostros de su madre en fotos que van desde la niña de la década de 1890 hasta la anciana de la foto final del pasaporte tomada el año de su fallecimiento. Las interrogaciones obsesivas no siempre encuentran respuesta.
Bergman nunca se caracterizó por su sentido del humor, pero en Confesiones privadas despliega una frialdad de visión que, como la del último Beckett, encierra un humor arisco que radica justamente en la negativa a reírse de la adversidad. Trampas del sentimiento suelen ser.


rep.gif (706 bytes)

PRINCIPAL