Por Victoria Ginzberg
Una decena de policías con chalecos antibalas se presentaron el martes cerca de la medianoche en el complejo de cines del Abasto donde se está realizando el II Festival de Cine Independiente. El objetivo era secuestrar la película Botín de Guerra, en la que se narra la historia y actualidad de las Abuelas de Plaza de Mayo. El film quedó �bajo custodia� en el shopping.
Poco tiempo antes, habían allanado la oficina y domicilio de David Blaustein �director del documental� para copiar los archivos de su computadora. Las medidas se originaron en la denuncia de un periodista que reclama la paternidad del título de la película. �Las Abuelas sabemos que la Justicia es lenta, pero en este caso no lo fue�, manifestó Estela Carlotto. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo atribuyó el hecho a una �ofensiva� proveniente de las Fuerzas Armadas.
Carlotto relacionó el incidente con Botín de Guerra con los sucesos que comenzaron con la persecución a la jueza María Servini de Cubría mientras investigaba la apropiación de hijos de desaparecidos y que siguieron con la pretensión del Ejército de hacerse cargo de la causa por el plan sistemático de apropiación de menores durante la dictadura. �El Estado debe poner coto a esta situación�, aseguró Carlotto.
El abogado de Blaustein, Julio Raffo, calificó el allanamiento que se realizó en la oficina como �un hecho grave y atípico�. La medida ordenada por el juez de instrucción Gustavo Karam fue acompañada por un gran despliegue policial. Cuando los uniformados llegaron al lugar, la mujer que estaba en la casa pidió que aguardaran hasta que se hiciera presente el dueño pero los partícipes del operativo intentaron forzar la puerta con una barreta.
El secuestro de la película no implica la suspensión del estreno, que está previsto para el jueves que viene, ya que los uniformados informaron que su intención era obtener una copia del film. �Lo que nos extraña es que no nos hayan pedido nunca la película porque tenemos copias en video�, manifestó Raffo.
La lata que actualmente está bajo custodia es la única versión en fílmico. Si el juez no deja sin efecto el secuestro, los realizadores deberán hacer una nueva copia para cine, lo que les significaría un elevado gasto adicional. Para impedir esto, Blaustein y su abogado entregaron a al magistrado Karam un video del documental.
Los allanamientos se hicieron a raíz de una denuncia presentada por el periodista Julio Nosiglia, quien en 1985 publicó un libro titulado �Botín de Guerra�. Allí se narraba parte de la historia de las Abuelas de Plaza de Mayo. El periodista presume que el film de Blaustein está basado en su publicación. �Lo único que el libro y la película tienen en común es el título y la frase Botín de Guerra pertenece a la sociedad argentina a través de las Abuelas�, manifestó Raffo.
�Agradezco al juez y al fiscal por habernos ayudado con la difusión de la película. Lo más caro para nosotros es la publicidad. Al que hizo esto le salió el tiro por la culata�, ironizó Blaustein. El director de Cazadores de Utopías aseguró que siente este incidente �como parte del orgullo por haber hecho la película�. Ayer mientras sus representantes discutían con la policía sobre el secuestro del film, Blaustein estaba en la sala en la que se terminaba de exhibir el documental debatiendo con el público. Pese a sus nervios, evitó informar la situación a los espectadores para evitar incidentes.
�No esperábamos otro tipo de reacción. Sabemos que preocupa la expectativa que trae esta película. Esta película molesta y todo lo que molesta a las Fuerzas Armadas es combatido�, afirmó Carlotto, quien además reclamó una explicación de las autoridades.
opinion
Por Alicia Entel * |
La muerte del crisol
La memoria de los horrores del nazismo y de los autoritarismos vernáculos (así como los discursos en torno al respeto por la diversidad) han rebrotado con fuerza en los últimos tiempos. En Argentina, por momentos, tal tipo de atrocidades parecen encararse con cierto aire de ajenidad, como diciendo �eso acá no pasa�, �los argentinos no somos discriminadores�, etc. Algunos mitos lo convalidan. A principios de siglo se acuñó la idea del crisol de razas. Se decía que Argentina era el lugar por excelencia para los inmigrantes, en tantos otros países les presentaban requisitos imposibles de sostener, que fueran rubios, que tuvieran buena presencia física, o papeles en regla o buenos antecedentes en el país de origen.
La pregunta surge rápidamente: ¿fue verdad la idea de crisol de razas, etnias, culturas? O constituyó otro mito para el álbum de recuerdos de nuestra argentinidad? La literatura y la política argentina registran contrastes fervorosos en relación con el lema sarmientino de �gobernar es poblar�. De la xenofobia dan cuenta obras de Manuel Gálvez y otros autores nacionalistas. Por supuesto que mucho peor aún fue la actividad de la Liga Patriótica dirigida por Manuel Carlés que, no por casualidad, apareció en medio de la Semana Trágica de 1919 y violentamente le endilgaba todos los males del país al extranjero, sobre todo si era anarquista.
Se dice que, a diferencia de lo ocurrido en otros países, en Argentina los inmigrantes y los migrantes se mezclaron con los criollos. Tal juntura idealizada en el �conventillo�, en los males comunes para el pueblo narrados por tanta literatura popular, tuvo su cuota de verdad, aunque, convengamos, un tanto efímera. En este sentido hubo responsabilidades de ambas partes, de los nativos y de los extranjeros, que, también corresponde decir, a veces preferían nuclearse protectoramente en sus comunidades.
Argentina registra también una historia violenta, difícil, con respecto �al otro cultural� o al �otro político�. En el siglo XIX, durante la Campaña al Desierto del general Roca, el exterminio de indígenas fue casi completo. Así sucedió también con otras poblaciones. Hace pocos años se generalizaron las investigaciones que buscan casi con lupa a la población negra sobreviviente. No se dice en las escuelas que �según se cuenta� en la primera fila de los ejércitos patrios, en las luchas por la emancipación, los grandes generales de la Patria ponían a los leales y fuertes soldados negros.
Tampoco hemos sido lo suficientemente sinceros en relación con la discriminación ideológica. Pensar diferente fue objeto hasta de crueldad perversa que podía culminar con la picana eléctrica puesta en práctica durante demasiados años.
Hoy la cultura política y social argentina está poblada de tales horrorosos recuerdos, que a veces se ritualizan en placas recordatorias, homenajes, sentido llanto, y por supuesto, se actualizan pedidos de justicia con clamores. Sin embargo, tales actos, a veces, efímeros, y con intento refundacional, no siempre implican abrir caminos para estimular cambios de comportamiento por parte del conjunto social. A tiempos de relativa calma y amplitud de criterios se suceden cerrazones y hasta violencia contra el otro. No somos un país adonde conviva alegremente un crisol de razas. Y menos aún, en tiempos en que ejércitos de desocupados realizan astucias para sobrevivir y donde los ocupados han tenido que grabarse a fuego la ideología de la sospecha. Por más que hagamos muchos discursos y homenajes, no pareciera ser el mejor momento para sostener la idea de que los argentinos somos tolerantes, no discriminamos, etc.Obviamente que esta perspectiva se acentúa al calor de los problemas económicos y de supervivencia básica.
Lo cierto es que hay un fuerte rebrote xenofóbico: es discurso callejero habitual hace negativas referencias a hermanos de países limítrofes. Y ¿por qué negarlo? También hay explotación entre miembros de diversas culturas (o acaso no leímos cómo coreanos explotaban a paraguayos en la actividad textil clandestina?).
Al parecer la realización de la democracia en Argentina necesita poner en pie un profundo cambio cultural �que, por cierto, no se disocie de las cuestiones materiales�, cambio que implique real integración y no sojuzgamiento de unos a otros, que no se congracie con la idea de crear reales o simbólicos guetos. Tal vez haya que pensar también en una educación en y para el respeto por la diversidad sin que implique, por supuesto, una desigual producción y apropiación de los bienes culturales. Tendrá que ser una apuesta educativa a largo plazo, tal vez menos espectacular, pero más profunda y mejor que los actos fundacionales y refundacionales de memorias que corren el riesgo de ser superadas por el aluvión de los olvidos.
* Investigadora en Comunicación. Periodista. |
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