Por Horacio Bernades
El mal puede ser banal y burocrático, carente de ideología. Esa idea puede ser aplicada incluso a la máxima encarnación histórica del mal, la exterminación sistemática del pueblo judío llevada a cabo por el nazismo. Esa es la tesis central de Eichmann en Jerusalén. Un ensayo sobre la banalidad del mal, el famoso ensayo que la filósofa germano-judía Hannah Arendt escribió en 1961, a propósito del juicio contra Adolf Eichmann, uno de los más altos responsables del exterminio. La Shoah fue un plan calculado, planificado y ejecutado hasta el último detalle, y quienes lo llevaron a cabo fueron genocidas convencidos: eso es lo que se sostuvo desde la vereda contraria a la de Arendt. Varias películas, que forman parte de la sección llamada �La banalidad del mal�, permitirán reabrir ese debate, en el marco del II Festival de Cine Independiente de Buenos Aires.
El juego de oposiciones podrá vislumbrarse a partir de hoy, a través de dos documentales que forman parte de esta muestra que se completa con la exhibición de otro documental, Herr Zwilling und Frau Zuckermann, y del premiado film de ficción Voyages, del francés Emmanuel Finkiel. Un especialista es un film de montaje realizado por Rony Brauman y Eyal Silvan, a partir de las filmaciones originales del juicio a Eichmann. Presentada internacionalmente en el Festival de Berlín el año pasado, Un especialista adhiere específicamente a la idea de �banalidad del mal� sostenida por Hannah Arendt. En la vereda contraria se ubica el francés Claude Lanzmann, autor de Shoah, sin ninguna duda el máximo monumento cinematográfico dedicado al tema. Lanzmann, que participó activamente de la resistencia al nazismo durante la Segunda Guerra, escribió en su momento, en la revista Les Temps Modernes, un par de encendidos artículos en contra de la idea de Arendt, sosteniendo que Eichmann no era ningún burócrata, sino uno de los ideólogos de la �solución final�.
En el marco del festival, hoy se exhibirá el film más reciente de Lanzmann, Un vivant qui passe, entrevista de una hora de duración a Maurice Rossel. Todo el mundo sabe quién es Eichmann, pero son escasos los que oyeron hablar de Maurice Rossel. Suizo de nacimiento, Rossel era el jefe de la delegación alemana de la Cruz Roja en tiempos del nazismo. En ese carácter visitó Auschwitz y también el ghetto judío de Theresienstadt, ubicado al nordeste de Praga. Tras ambas visitas y sin haber adherido jamás al nazismo, Rossel produjo informes muy favorables sobre el estado de ambos campos. En Un vivant qui passe, Rossel aparece como un hombre agradabilísimo, insospechable de cualquier connivencia con el horror. Y sin embargo... �Theresienstadt es casi una aldea centroeuropea normal, con sus calles pulcras, sus habitantes elegantemente vestidos y libertad de culto, que incluye la actividad de una sinagoga�, se lee en su informe. Lanzmann replica que todo aquello fue un gigantesco montaje teatral, preparado por los nazis (�maestros en el arte de la mentira�, recuerda el realizador) para que Rossel produjera ese reporte favorable. Antes y después de la visita, muchos de esos �habitantes elegantes� del ghetto fueron deportados a Auschwitz. Más aún: para que el observador no percibiera la sobrepoblación del ghetto, días antes de su llegada, los nazis eliminaron a 5000 �vecinos�. Con un grado de responsabilidad infinitamente menor que el de Eichmann, Rossel podría ser, en su ingenuidad, un perfecto ejemplo de �banalidad�. Lanzmann, que estará presente hoy durante la presentación de la película y participará mañana a las 17 de una charla pública, se ocupa de derrumbar esa idea en los hechos.
En cuanto a Eichmann, Un especialista lo muestra defendiéndose, en medio del juicio que se le celebró en Jerusalén en 1961, y que terminaría con el dictamen de pena de muerte. Más que banal, el jerarca aparece allí como un banalizador de su propia responsabilidad. �¿Usted qué era, un teniente coronel y miembro de las SS o una taquidactilógrafa que se limitaba atomar nota de las órdenes de sus superiores?�, brama en un momento el fiscal del juicio, perdiendo la paciencia frente a este hombre de mirada astutísima, que sostiene que lo suyo era apenas coordinar horarios para que los trenes llenos de judíos llegaran a tiempo a Auschwitz y otros campos, de acuerdo a lo estipulado por el alto mando.
Recomendados de hoy |
13.30: Yana�s Friends, de Arik Kaplun, un excelente ejemplo de la renovación de ideas en el cine israelí (Hoyts 8).
14.00. Los que me aman tomarán el tren, de Patrice Chereau, con Jean-Louis Trintignant, cine francés coral y teatral (Lorange)
16.00: Hakuchi, de Makoto Tezka, propone un encuentro con la vanguardia japonesa que viene dando que hablar en el circuito de festivales (Hoyts 9).
17.00: No quiero volver a casa, opera prima de Albertina Carri, segundo largometraje argentino en la competencia oficial (Hoyts 10).
19.15: Not One Less, la película que le valió al director chino Zhang Yimou el León de Oro en la última Mostra de Venecia (Hoyts 9).
19.30: Voyages, de Emmanuel Finkiel, uno de los cuatro films de la sección �La banalidad del mal� (Hoyts 11).
20.00: Ratas, ratones y rateros, de Sebastián Cordero, una Pizza, birra y faso a la ecuatoriana, en competencia (Hoyts 10).
22.00: Un specialiste, de Eyal Sivan, sobre el juicio a Eichmann en Jerusalén, sobre Hanna Arendt (Hoyts 12). |
�SALUZZI�, UN DOCUMENTAL DE DANIEL ROSENFELD
Viaje hacia el corazón de Dino
�La idea de este documental surgió de mi inquietud por investigar el proceso de creación artística. Es por eso que mi mirada sobre Dino Saluzzi no es biográfica. Lo que intenta mi film es atrapar el origen, el mundo de impresiones y de reflexiones acerca de la belleza y del arte que están en el centro de sus composiciones�. Quien habla es Daniel Rosenfeld, 26 años, autor de Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos, un excelente documental sobre el músico salteño, que tuvo su estreno mundial en el Forum del Cine Joven de la última Berlinale, en febrero pasado, y que ahora encabeza la sección �Cine y Música� del II Festival de Cine Independiente de Buenos Aires.
Para Rosenfeld, �la estructura del documental progresa a la manera de la composición del artista: avanza en distintos sentidos, ensaya un camino, luego otro...� El director, que fue asistente de Alejandro Agresti en Buenos Aires viceversa y El viento se llevó lo qué, reconoce que �por momentos, la película parece más guiada por la intuición que por la acción dramática. Las imágenes del norte de Argentina y su pueblo natal no son imágenes bonitas, son imágenes necesarias. Estas imágenes en color, intercaladas en el relato de la gira europea, filmada en blanco y negro, son a la vez el origen y la consumación del proceso estético�.
Para Rosenfeld, �la aparición de la familia de Saluzzi y del pueblo norteño de su infancia, resignifican la primera parte del documental, filmada en la gira europea. Salta y Europa se necesitan para darse valor mutuamente, por contraste. Un músico reconocido en el exterior regresa a sus orígenes, donde encuentra el punto de partida del proceso creativo. Y de una manera cíclica, como inmerso en un círculo infinito, también descubre que necesita de su música para poder seguir en contacto con sus raíces�.
La película, que pasó también por el festival de Toulousse, en Francia, ya tiene varias compañías europeas interesadas en distribuirla y cuenta con la aprobación entusiasta no sólo del propio Saluzzi sino de Manfred Eicher, el poderoso productor discográfico alemán, creador del sello ECM, editor de las placas del bandoneonista.
(Saluzzi se exhibe hoy a las 21 y el sábado 15 a las 18.30, siempre en el Hoyts 8 del Shopping Abasto)
�ERIN BROCKOVICH�, LO NUEVO DE STEVEN SODERBERGH
Julia Roberts, mujer bonita
Por L.M.
Pobre Erin Brockovich, las cosas no le van bien. Es madre de tres chicos, sin ningún padre a la vista. Por supuesto, no consigue trabajo. En un mismo día, le ponen una multa por mal estacionamiento, se le rompe una uña y la chocan en un semáforo. Para colmo, pierde el juicio por ese accidente. En su casa hay más cucarachas que comida. Y en el banco le quedan apenas 74 dólares. Pero a no desesperar, que esto es sólo el comienzo. Para cuando la película termine, Erin será otra prueba viviente de eso que se sigue llamando el �sueño americano�. El dinero y el éxito -parece decir este nuevo, descarado vehículo de lucimiento para Julia Roberts� siempre están a la vuelta de la esquina, para quien sepa buscarlo.
Al fin y al cabo, ése es el caso de la verdadera Erin Brockovich, protagonista de la historia real en la que se basa el film. Como simple empleada del estudio de un abogado, esta mujer, sin ninguna formación legal, inició por propia iniciativa una investigación que fue fundamental en el descubrimiento de un terrible caso de polución de napas de agua, por el cual más de 600 pobladores de California sufrieron todo tipo de enfermedades cancerígenas. Para evitar llegar a juicio, la compañía Pacific Gas & Electric, responsable de las filtraciones de trióxido de carbono que contaminaron la zona, debió indemnizar a los habitantes del pequeño y humilde condado de Hinckley por 333 millones de dólares, uno de los resarcimientos más altos que se hayan pagado jamás en Estados Unidos.
Si Mujer bonita (1990) era una fábula rosa, Erin Brockovich parece más bien una canción de gesta, con toques de intriga judicial y de comedia romántica. Diez años después de aquel éxito a escala industrial, Roberts sigue buscando un triunfo semejante, y esta película probablemente lo sea, al menos de acuerdo con los 90 millones de dólares que lleva recaudados desde su estreno en Estados Unidos, apenas cuatro semanas atrás. De alguna manera, esta Erin �empezando por su provocativo vestuario, siempre en primer plano� es un poco el mismo personaje de Pretty Woman, una mujer de la mayoría silenciosa que, súbitamente, tiene la posibilidad de alcanzar el dinero y la felicidad, valiéndose de su escote, si es necesario.
Esa fantasía es la que explota a sabiendas la película dirigida por Steven Soderbergh, un realizador que �como el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde� es capaz de hacer alternativamente un film de búsquedas formales como The Limey �presente en estos días en el Festival de Cine Independiente� o este convencional star vehicle, narrado con seguridad y transparencia, pero que apela a todos y cada uno de los lugares comunes que se esperan de una película protagonizada por la señorita Julia.
Un samurai con el talento
austero de Jim Jarmusch
Forest Whitaker, un asesino a sueldo con debilidad por los libros y la cultura oriental.
El �Hagakure�, el libro de los samurais, va pautando todo el film, en un registro a la vez serio y gracioso. |
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Por Luciano Monteagudo
Una extraña, seca melancolía impregna Ghost Dog, el film más reciente de Jim Jarmusch, protagonizado por el magistral Forest Whitaker. Como en Extraños en el paraíso y Down By Law, dos de sus primeros largometrajes, aquí también es el protagonista el que le transmite su tono, su modulación tan particular a la película, sin duda una de las mejores en toda la obra del director. Hay una levedad, una ligereza en el film que son también las de Ghost Dog (Whitaker), un asesino a sueldo que se mueve por la noche como una sombra, como un fantasma, siempre inasible. Al mismo tiempo, el estricto código de honor que rige sus acciones es de un anacronismo que lo condena a él mismo a morir, a dejar un mundo en el que, inexorablemente, ya no tiene cabida.
Ghost Dog será un killer por contrato, pero no es un sicario cualquiera. A la manera de El samurai, de Jean-Pierre Melville (un film al que la película de Jarmusch alude como modelo determinante) este guerrero es un alma solitaria, un aristócrata del crimen, que ha alcanzado una fría maestría en su oficio. Pareciera que no necesita de nada ni de nadie, salvo de sus palomas mensajeras (en la película de Melville era un canario) y de sus libros, particularmente uno, a partir del cual ejerce sus actos. Es el Hagakure, el libro de los samurais, cuyos preceptos y aforismos van pautando todo el film, en un doble registro, a la vez serio y gracioso.
Esta suerte de humor lacónico, desdramatizado, es muy característico del cine de Jarmusch y tiene un lugar central en Ghost Dog. Así como el protagonista es de una gravedad acorde con su oficio (algo que Whitaker refuerza con su máscara impasible, que sin embargo siempre deja lugar al misterio), la banda de pequeños mafiosi con la que debe lidiar, en cambio, es todo un cuadro burlesco. Mientras Ghost Dog limpia ritualmente sus armas, se ejercita en artes marciales y lee �además del Hagakure� el famoso Rashomon de Akutagawa, los mafiosos realizan sus asambleas en un fast-food chino (porque no pueden pagar un restaurante italiano) o recitan de memoria la letra sincopada de temas de rap.
Esos deslizamientos de sentido en el interior del film hacen que Ghost Dog sea una película bastante más compleja en su concepción de lo que su apariencia indica. El killer negro está imbuido de la filosofía oriental y su único amigo (un heladero ambulante) sólo habla francés, mientras que los viejos mafiosos de origen italiano, auténticos dinosaurios en vías de extinción, no pueden sustraerse a la influencia de la cultura negra urbana contemporánea. Con todo este mosaico de lenguas y cruces de estilos, Jarmusch pareciera querer referirse a la heterogeneidad que es constitutiva a la sociedad norteamericana, o mejor aún, a los márgenes de esa sociedad, que son los únicos que le interesan al director. Pero lo notable de Ghost Dog es esa cualidad de abstracción que tiene el film, que hace que se puedan hacer múltiples lecturas sin necesidad de que nada esté proclamado o subrayado.
Por el contrario, Ghost Dog es un film que, como siempre en Jarmusch, opera antes por sustracción que por acumulación. El relato, como tradicionalmente se lo entiende, no existe. Apenas hay una anécdota queecha a rodar el film �el único mafioso por quien Ghost Dog está dispuesto a jugarse la vida recibe la orden de matarlo� y a partir de allí el director trabaja de una manera muy flexible, muy maleable, incorporando situaciones que a veces funcionan meramente como citas al universo del cine, como si Jarmusch �y esto él mismo lo ha reconocido� se moviera a la manera de un músico de jazz, que en medio de un solo se permite evocar algún standard.
Aunque más no fuera por la elegancia y el sentido casi coreográfico de una puesta en escena impecable (apenas manchada por un chiste un poco infantil, como el de la bala que recorre una tubería), Ghost Dog debe ser considerado como un film de una rara singularidad, una obra que se alimenta de otras obras y que aún así no se parece a nada que no sea la estética austera, epigramática de Jarmusch.
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