En esta magnífica película inglesa de la década del �40 había una escena que fue de las más atractivas que pude ver en mi vida en el cine.
Un ventrílocuo realizaba una extraordinaria jornada con su muñeco y luego se dirigía a un bar donde acomodaba a su muñeco en una silla cercana a él.
Mientras el ventrílocuo se servía su segundo whisky el muñeco comenzó a insultar al barman y a los parroquianos del bar.
Lo que al principio se convirtió en un gracioso y simpático número poco a poco adquirió momentos de gran tensión cuando los insultos llegaron a molestar a todos los presentes.
El ventrílocuo intentaba hacer callar al muñeco pero no lo conseguía. El �Chirolita� parecía haberse independizado, a pesar de los esfuerzos del ventrílocuo por hacerlo callar. La vuelta de lo �reprimido� surgía a través del muñeco. Por supuesto que todos comenzaron a maltratar y a golpear al ventrílocuo y no al muñeco que actuaba ya independientemente aumentando el ritmo de sus insultos.
En un momento el ventrílocuo agarra al muñeco y sale corriendo por las calles de Londres hasta llegar a su casa. Allí el muñeco comienza a insultarlo y reírse hasta que en una crisis es destrozado a martillazos por su compañero.
Las declaraciones de Elena Cruz (Chirolita) sobre Videla no son sino la expresión del discurso reprimido de Cavallo que hasta ahora intentó ocultar.
Pero la vuelta de lo reprimido es siempre sorprendente. El �Viva Videla� de Cruz, no hace sino expresar el �Viva Videla� de Cavallo, de quien fue funcionario oficioso y cómplice de sus crímenes innombrables y aberrantes.
Elena con sus declaraciones habla por Cavallo. Es evidente. Lo reprimido u ocultado de Cavallo vuelve a través de Elena: ¡Viva Videla!
Esperemos que esta situación termine de forma más civilizada que la triste historia del ventrílocuo inglés con su muñeco.
Lo reprimido siempre vuelve a través de los sueños, actos fallidos o �nuestros� Chirolitas. Es irremediablemente así, doctor Cavallo. Micropolítica pura.

* Actor, director, autor y psiquiatra.

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