Por Cristian Alarcón
Marcelo Brandán Juárez entró ayer a la jaula con una sonrisa de campeón de box que, ante lo que se venía, pareció una revancha en sí misma. El humor y las palmadas en la espalda siguieron hasta que comenzó la lectura de un veredicto en el que se contaban como casi seguras las condenas a reclusión perpetua para él y los otros seis presos acusados de homicidio y de entre 4 y 22 años para los 19 enjuiciados por tomar y custodiar rehenes, tal como solicitó la fiscalía. Así terminaba ayer el �telejuicio� por la masacre de Sierra Chica. La larguísima lectura continuaba en la madrugada de hoy en la cárcel de alta seguridad de Melchor Romero. Pero a esa altura, por los detalles del relato del judicial, ya quedaba claro que los jueces consideraron demostrado que en el penal, entre el 30 de marzo y el 7 de abril de 1996, una banda de presos que comenzó intentando una fuga, decidió terminar con una banda enemiga con aceitada relación con el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Para ello, según el tribunal, llevaron adelante un plan para matarlos, descuartizarlos, y finalmente hacerlos desaparecer quemando sus cadáveres en el horno de la panadería de Sierra Chica. El tribunal también ordenó investigar al SPB por la muerte de uno de los presos.
Llegar a este punto llevó más de los dos meses previstos. Ciento cincuenta testigos pasaron por el casino de oficiales de la cárcel de Melchor Romero convertido en sala de audiencias especialmente para este proceso. Con el juicio se dieron no pocas innovaciones: el perfil de los acusados hizo que la Procuración General de la Suprema Corte se decidiera por reunir a todos los acusados en el único penal bonaerense pensado para presos considerados de alta peligrosidad. Y para extralimitar la seguridad se decidió usar un circuito cerrado de TV. La empresa ganadora de la licitación de ese servicio fue TYSSA, de Telefónica de Argentina, que ofreció un complejo sistema de fibra óptica de manera que los acusados miraran y escucharan su proceso en directo, pero desde una jaula construida especialmente a cien metros de la sala, donde anoche los presos presenciaban, virtualmente, sus condenas, ya serios y medio adormecidos por la monotonía del horror repasado tantas veces.
En el caso de los crímenes, la posición de la defensa para rebatir la acusación de los siete homicidios atribuidos a siete de los apóstoles se basó en la inexistencia del cuerpo del delito, ya que no se encontró despues del motín más que un par de piezas dentales y pequeños huesos humanos. Respecto de las privaciones de la libertad de los 17 rehenes, se argumentó que la fiscalía cometió �fallas probatorias�. Por eso el veredicto del tribunal integrado por Adoldo Rocha Campos, Héctor Rodríguez y Eduardo Galli, después de rechazar las nulidades pedidas por varios defensores, se detuvo en explicar que no existen dudas sobre las circunstancias de tiempo y lugar en que ocurrieron los hechos. Los defensores habían criticado que se dieran como probados los homicidios cuando los pocos testigos directos de las muertes del buchón Agapito Lencinas y su banda se contradijeron varias veces. Lo cierto es que hubo diferentes versiones de la muerte. Pero el tribunal consideró que las pruebas �no dan lugar a equívocos�. Y �lo mismo para el lugar�. �La falta de precisión �en este caso especial, dijeron los jueces� no desabastece los requisitos del plexo acusatorio�.
El tribunal dio por probado el intento de fuga de un grupo de diez presos que derivó en un motín y en una matanza, y la toma de 17 rehenes, entre ellos el caso específico de la jueza María de las Mercedes Malere. No hizo referencia a lo denunciado por ella y por su secretario Héctor Torrens en el juicio oral: que entraron porque los funcionarios penitenciarios les mintieron al ocultarles que los presos tenían un arma de fuego con la que horas antes habían intentado matar al director delpenal. Los jueces, sin embargo, consideraron probado lo que dijeron los capos de Sierra Chica: que cuando la jueza entró a buscar el petitorio que supuestamente le entregarían los presos, no acató la recomendación de que no avanzara por el pasillo del patio central hacia sus captores.
Luego, el tribunal se dedicó a detallar cómo es que se sucedieron los siete crímenes que comenzaron el lunes 1º de abril a las diez de la mañana, cuyas víctimas fueron, además de Agapito, su ladero Miguel Angel Gaitán Coronel, Daniel Niz Escobar, Daniel Romero Almada, Mario Barrionuevo Vega, Esteban Polieschuk Palomo y Juan Carlos Cepeda, que murió luego de ser devuelto a los apóstoles por los guardias. Por eso, el Servicio Penitenciario ahora deberá ser investigado.
Los jueces relataron además cómo quedó probado que luego los cuerpos de los internos asesinados fueron trasladados hasta el pabellón 12 de la cárcel, donde fueron descuartizados, para luego ser trasladados en carritos hasta el horno de Sierra Chica, preparado por los presos para incinerarlos a 800 grados. Los defensores coincidían ayer en criticar la línea argumental de los fiscales, asumida por los magistrados, porque �se dejaron llevar por lo que está pidiendo la opinión pública y no por lo verdaderamente demostrado con pruebas durante el juicio�.
Un optimismo desmesurado
Brandán y dos de los más jóvenes del grupo conversan sobre un papel al que miran como si se tratara de una mágica salvación. Dos abogados penales que estuvieron a punto de asumir su defensa días antes de los alegatos finales le dijeron a este diario que era imposible conversar con el líder de los apóstoles, porque �está convencido de que a él no lo pueden acusar más que por las privaciones� ilegales de la libertad. Uno de ellos, el que fue recibido por Brandán en la cárcel de Melchor Romero, sostiene que �como suelen estar muy pasados no es fácil mantener un diálogo y no hay forma de hacerle entender que nadie los exculpó de los crímenes por los que se lo acusan�. Al interior del grupo de acusados las declaraciones de dos de ellos al final del juicio, Héctor Ruiz Dávalos y Juan José Murgia Cantero, acusando a dos presos muertos y a uno inubicable como ideólogos del motín, habría llevado a los apóstoles acusados de homicidio a un optimismo desmesurado. Quizás por eso es que El Paraguayo Miguel Angel Ruiz Dávalos, cuando ayer entró en la jaula con el pelo recién cortado y risueño se dedicó a atar con dos hilos rojos en las rejas un cartelito: �Ruiz Dávalos, inocente de delitos dolosos�. |
Asesinatos sin cuerpos
El escenario fue el hotel El Argentino, en La Plata: allí los jueces escribieron el veredicto de 198 páginas que considera culpables a los acusados de la masacre. Parte central de la discusión del tribunal fue la demostración de los 7 asesinatos sin la existencia del cuerpo del delito. Durante los 5 días de deliberaciones los jueces analizaron de cerca el dictamen del tribunal que condenó a los policías que mataron e hicieron desaparecer al estudiante de periodismo Miguel Bru. Ese fue el único caso en la Justicia provincial en el que se condenó por homicidio sin que haya sido encontrado el cadáver de la víctima. En este caso los magistrados tuvieron en cuenta para salvar la cuestión que se demostró que �faltaron siete internos�, que �fueron vistos los cadáveres durante el motín� y que quedó descartada cualquier posibilidad de fuga. |
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