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![]() La fuga desveló a cada uno de los pueblos que iba cruzando el ómnibus de la empresa Transporte Unidos del Sur (TUS) en viaje a Buenos Aires. Fueron cien kilómetros de una carrera empezada poco antes de las doce de la noche en La Carlota. Allí, sobre la ruta 8, en un puesto de policía caminero, dos policías detuvieron al ómnibus. Juan Carpintero, chofer del micro, explicaba más tarde que le pidieron que trasladara a dos hombres que habían tenido inconvenientes con su auto. Allí quedó activada la sucesión de espanto que seguiría hasta las seis de la mañana: Antonio Córdoba y Miguel Amado, los dos ladrones, subían de esa manera a TUS. Había treinta personas en el micro. Entre ellas, según sospecha la policía, un tercer socio también en fuga de la banda de siete que el día anterior se llevaba 36 mil pesos de la sucursal Río Cuarto del Banco Provincial Cordobés. La policía, dijeron los investigadores, venía siguiendo los rastros de la banda. Explicaron que los agentes del puesto caminero fueron amenazados por los dos hombres para subir. Ellos habrían sido quienes dieron el alerta que desencadenó la persecución. Aun en el sur cordobés, pero cerca de Santa Isabel, una comisión policial intentó detener al colectivo. Rodeados, los secuestradores decidieron liberar a ocho personas, pero ganaron a Víctor Herrera, un suboficial que quedó entre los rehenes. En tanto, la policía cordobesa conseguía el apoyo de Santa Fe para apuntalar un operativo cerrojo. Perseguido por los escuadrones especiales, el micro atravesaba la ruta sembrada de miguelitos y recibía una balacera de impactos en las llantas. Las averías forzaron la detención del micro en una estación de servicio EG3, en el cruce con la ruta provincial 94. Allí, la captura de otro colectivo, esta vez de la empresa Don Luis de Santa Fe, fue la fórmula para continuar la pesadilla. A esa altura, ya eran las cuatro de la mañana. La EG3 había congregado a grupos de elite de la policía de las dos provincias. Entre ellos, los jefes del ETER de Córdoba y el TAOS de Santa Fe. En medio del operativo, los ladrones se bajaron del primer micro con varios rehenes como escudos y pasaron al segundo, al que hicieron subir también al juez. Desde allí y ya en movimiento de nuevo, Perazzi monitoreó las negociaciones por handy y pidió auto, chalecos y FAL. Cumplía órdenes de sus captores. La policía entregó un Peugeot 405. El juez quedó como conductor para la huida. Al lado se sentó un delincuente, atrás otro y con ellos un matrimonio cordobés que iba en el pasaje. El escape duró un kilómetro y medio. No más. La policía lo frenó atravesando un camión sobre la ruta. El desenlace aún no está claro. Según fuentes de la investigación, uno de los rehenes habría tomado un arma de los ladrones y con ella habría matado a uno de ellos. El otro, al parecer, fue muerto por la policía. Según se apresuró a aclarar el gobierno santafesino, el juez fue herido por los ladrones. Las balas le produjeron ruptura del bazo, dos perforaciones en el estómago, traumatismo de hígado y en el tórax. Ayer fue intervenido quirúrgicamente en la Clínica San Martín, de Venado Tuerto, pero esta mañana lo someterían a una nueva operación. Una perforación, desde arriba, en el pulmón lo mantiene en terapia intensiva. Otro disparo desde arriba entró por la zona inguinal y perforó la cadera. Ahora se esperan las pericias ordenadas por el juez Héctor Vitelli. La versión dada por la policía indica que cuando el Peugeot 405 se detuvo, los policías balearon sus cubiertas y se escucharon detonaciones en el interior del vehículo. En ese momento los hombres del TOAS dispararon. Antonio Córdoba, de Buenos Aires y de 23 años, murió en pleno tiroteo. Su socio, José Amato, de 22, cordobés, murió horas después en el hospital de Venado Tuerto. Para espantar temores provenientes de Villa Ramallo, en la gobernación santafesina aseguran que �el TOAS sólo hizo dos dispararon, uno a las cubiertas del auto y el otro sobre uno de los delincuentes�.
EL GOBIERNO PORTEÑO TOMO POSESION DE NUEVE HECTAREAS EN CABALLITO
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