OPINION
El astuto Plan D + D
Por Julio Nudler
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Devaluar
primero, dolarizar después. Tal la fórmula, por ahora más
fantástica que real, que comenzó a circular últimamente, como tema
de especulación, entre algunos economistas. La hipotética salida se
monta sobre los contratiempos de la actual política económica, que
está corriendo el riesgo de caer en una espiral negativa de descensos
en la recaudación y recortes del gasto público, que conspiran contra
la reactivación. El Plan D + D pretendería consumar una instantánea
y generalizada reducción de salarios, medidos en dólares, antes de
la dolarización, para no ingresar a ésta con lo que el establishment
(y el grueso de los economistas que lo asesoran) contempla como un
nivel salarial excesivo, que afecta la competitividad del país. En un
sentido más general, la secuencia devaluación-dolarización
reduciría la demanda interna, ayudando a corregir un factor de
déficit en las cuentas externas.
Además de los efectos redistributivos, la devaluación buscaría
licuar pasivos monetarios del Banco Central, de modo que las reservas
de divisas alcancen para canjear por dólares todos los pesos que
tiene el público, contando el circulante y los depósitos en moneda
local, una magnitud que se conoce como M2. Este alcanza actualmente a
unos 46 mil millones de pesos, mientras que las reservas netas del
BCRA sólo suman unos 27 mil millones. La distancia entre esas
variables es del 70 por ciento. Si se añaden a las reservas los
requisitos de liquidez (encajes) que los bancos mantienen en el
exterior, naturalmente en divisas, por otros 6500 millones, se llega a
33.500 millones. La distancia se reduce, en tal caso, al 37 por
ciento.
Esta brecha desaparece si a los pasivos bancarios se les restan los
plazos fijos en pesos (algo más de 13 mil millones). Esto corresponde
en caso de suponerse que, al vencer los certificados, ya renominados
en dólares, sus titulares los renovarán. Héctor Valle, de FIDE,
duda de que los bancos extranjeros, hoy dominantes en el circuito
financiero argentino, estarán dispuestos a correr el riesgo de tener
que responder con dólares a depósitos captados en pesos. Por tanto,
la devaluación previa sería el camino para licuarlos y prevenir el
rechazo de los bancos. Sin embargo, la misma devaluación reduciría
la calidad de las carteras crediticias en pesos, porque los deudores,
con ingresos devaluados y deudas dolarizadas, podrían caer en la
insolvencia. �El efecto sería tremendamente regresivo�, califica
Valle.
Gabriel Rubinstein, de la calificadora Duff & Phelps y autor del
libro Dolarización - Argentina en la Aldea Global, aclara que la
dolarización no está en la agenda de Fernando de la Rúa, y que
solamente una crisis grave podría incluirla. �Yo no creo que el
Gobierno esté pensando en algo así �descarta�. Que tenga un plan
A, que es el actual, y un plan B, consistente en devaluar primero y
dolarizar después, por si con el plan A no se logra la reactivación.
En todo caso, sería un plan J.� Admite, con todo, que en la lista
de países significativos de la región, la Argentina es vista desde
el exterior como el primer candidato a dolarizar, ya que ni México ni
Brasil piensan en absoluto en hacerlo. En cuanto a la idea de una
previa devaluación, afirma que �la única manera sensata de
dolarizar es con el actual tipo de cambio. Sería la forma civilizada
e institucional de hacerlo. Salvo que se dolarice en medio de una
espectacular corrida.�
Para Rubinstein, �si se piensa en una pequeña devaluación, digamos
de un 10 por ciento, para bajar salarios sin generar grandes
protestas, no habría mucho drama, pero tampoco gran beneficio. Si la
idea es devaluar un 50 por ciento antes de dolarizar, sería la peor
viveza criolla, con altos costos políticos y sin beneficios claros�.
Pero este rotundo partidario de la dolarización tiene un
cuestionamiento de fondo a la devaluación previa: �Quien crea que
es importante devaluar para corregir precios relativos (bajar
salarios, por ejemplo) cada vez que haga falta, sería ridículo que
proponga la dolarización, porque una vez establecida ya nunca más se
podría devaluar. Sólo tiene sentido dolarizar si se está convencido
de quepara cambiar precios relativos no hace falta devaluar, que
pueden moverse con independencia del tipo de cambio�.
Y sigue: �Supongamos que la excusa para devaluar antes de dolarizar
sea que Brasil devaluó. En tal caso, ¿qué pasará cuando dentro de
un tiempo Brasil devalúe de nuevo? Es como admitir que lo único que
la Argentina puede hacer, cuando Brasil devalúa, es devaluar
también. Si esto fuese así, con la dolarización nos habríamos
comprado un gran problema�.
Mientras tanto, cerca de José Luis Machinea argumentan que la
economía está creciendo (por ahora a una leve tasa del 2/2,5 por
ciento anual), pero con un patrón de crecimiento diferente del que
habían imaginado: las que marchan al frente son las exportaciones, y
el que se quedó atrás es el consumo. Esto es malo para la
recaudación de impuestos: a los exportadores hay que devolvérselos,
y encima pagarles reintegros. Para colmo, la deflación le mermó
ingresos al Estado, pero no sus gastos, que no caen porque bajen los
precios.
Además de la reasignación de partidas, ante la emergencia Hacienda
les redujo drásticamente a los organismos del Estado la �cuota�
para este segundo trimestre, que fija el límite que cada repartición
puede devengar en el período. Ante el peligro de no poder cumplir con
la meta de déficit fiscal acordada con el Fondo Monetario, les bajó
el techo de gasto para el trimestre. En lugar de poder erogar un
cuarto del total previsto para el año (crédito anual presupuestado),
en el rubro �bienes y servicios� sólo podrán gastar un 19 por
ciento, y en �transferencias� (ítem muy importante, que incluye
dinero para obras, para programas de educación y salud, para los
subsidios a la cinematografía, etc.) el tope será de apenas el 17
por ciento del total anual. Las podas se concentran en estos renglones
porque los restantes son rígidos, o incluso están subiendo, como los
intereses de la deuda.
Obviamente, en Economía siguen confiando en que pronto la
recaudación empezará a crecer. Pero aseguran que, si eso no ocurre,
cortarán el gasto todo lo que haga falta con tal de no agrandar el
déficit. |
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