OPINION
Las tórtolas no
anidaron en este instituto Por
Eva Giberti |
Los
dos frailes apenas habían comenzado su camino, cuando se encontraron
con un muchachito que llevaba una pareja de tórtolas sujetándolas
por sus alas. Uno de los frailes, Francisco de Asís, no podía ver
sin tristeza que los animales fueran conducidos al sacrificio y en
más de una oportunidad había salvado a otras aves de la cuchilla
carnicera. Detuvo el borriquillo que montaba y preguntó al muchacho
para qué llevaba a las tórtolas. Con desparpajo, éste respondió:
�¡Para que cenemos esta noche!�. Entonces, aquel Francisco que
luego sería el Santo de Asís, le dijo: �Considera que esas
preciosas criaturas sienten como tú, sufren como tú. Son tus
hermanitas menores, hijas del Padre que está en los cielos. ¿Verdad
que por nada del mundo querrías matar a tus hermanas? Suéltalas y
anidarán en los árboles y en la primavera llenarán de religiosa
melancolía los bosques, alabando al Señor con el manso quejido de su
canto�.
El muchachito, con los ojos llenos de lágrimas, respondió: �Yo las
soltaría, pero mi madre está enferma, necesita alimentarse y no
tendrá para comer si no llevo las tórtolas�. Francisco de Asís se
volvió hacia su acompañante, Fray León, y le pidió: �Dale a este
buen
muchacho las provisiones que ayer nos regaló el conde Orlando...�.
Y, tomando entre sus manos a las temblorosas aves, besó sus picos y
las puso en libertad. Pero las tórtolas, en vez de huir volando,
vinieron a posarse sobre su hombro. Entonces, el Pobrecillo de Asís
habló a las aves de este modo: �Hermanas tórtolas, nuestro Padre,
el Creador, ha querido que fueseis monjitas; os vistió con un devoto
hábito de cenizas y os enseñó a rezar una doliente plegaria en vez
de las alegres canciones que entonan otras aves. Os recibo pues, en mi
Orden, y por santa obediencia os mando que vengáis conmigo a Santa
María de los Angeles. Allí erigiréis vuestro convento aéreo en los
robles que rodean la capilla y alabaréis al Creador con vuestras
suaves voces cuando recen mis frailes�. Y las tortolitas, mansas y
obedientes, a veces revoloteando, a veces sobre los hombros del Santo,
acompañaron a los peregrinos hasta el final del viaje.
La ley y su obediencia
Esta es la descripción imaginaria que Ramón Tenreiro incluye en una
antiquísima edición española de las Nuevas Florecillas de San
Francisco, texto que narra un viaje del Pobrecillo de Asís en
ocasión de elegir a las gentiles y mansas tórtolas como símbolo de
las monjitas que él incluiría en su Orden Franciscana. Igualitas a
las monjas de Formosa que pretendieron impedir el retorno de una
alumna embarazada al colegio Santa Isabel, que ellas regentean.
Las monjas, que no son aves sino personas y disponen de
discernimiento, no solamente ignoraron la legislación argentina sino
los avales internacionales contra cualquier forma de discriminación.
No solamente se desconocieron estas leyes sino la disposición emanada
desde un Tribunal Superior de Justicia. Al mismo tiempo que, en otro
orden, este proceder se desentiende de la actual política vaticana:
recordemos que el Papa produjo un acto de contrición por el maltrato
que algunas prácticas religiosas ejercieron contra el género mujer.
El argumento religioso que sostiene la castidad como valor puede
admitirse; pero se produce un punto de inflexión cuando la defensa de
ese valor se transforma en castigo social para quien, aun manteniendo
su convicción acerca de la castidad, elige, coyunturalmente,
eludirla. De ese modo, se desemboca en un cortocircuito: nuestra
legislación sanciona a quienes discriminan, e impedir el reintegro de
una alumna debido a su embarazo (incumplimiento del valor castidad
para la religión) constituye discriminación para el género mujer.
Las leyes que ordenan la vida de los ciudadanos, y a cuyo cumplimiento
estamos obligados, no se rigen por los valores que una religión
adopta sino por las Convenciones Internacionales de Derechos Humanos
rubricadas por nuestro país. ¿Qué es lo que aprenden las alumnas de
este instituto?
Pero hay algo más: de acuerdo con la información publicada el 12 de
abril por Página/12, un grupo de padres formó una barrera humana
para impedir el ingreso de la adolescente en el colegio: quizás esos
sean los padres que permitirían comprender, desde otra perspectiva,
por qué las autoridades escolares procedieron de ese modo porque
sabían que contaban con el apoyo comunitario protagonizado por
algunos padres que pagan la cuota mensual del colegio, y por los
jueces que se excusaron de intervenir en la causa, alegando, uno de
ellos, ser padre de una alumna del instituto, o miembro de la
comisión de padres del establecimiento.
Es decir, las monjas de Santa Isabel constituyen el emergente de un
sector de la comunidad formoseña impregnado por una soberbia
autoritaria que se torna peligrosa, porque se alimenta exclusivamente
con ideas fundamentalistas y se autoengaña con arcaicos contenidos
éticos ajenos a los derechos humanos. Sector peligroso porque se
intoxica con su propia ira cuando, como en estas circunstancias, se
frustran sus ímpetus inquisitoriales y debe retroceder ante la
presencia de la ley. Por lo tanto, sería conveniente que los
compatriotas formoseños que se opusieron a esta violencia
social-cultural mantuvieran el alerta acerca de quienes la
protagonizaron, porque seguramente encontrarán otros caminos para
expresar sus fanatismos.
Otra forma de entender el tema
La contrafigura de este episodio se encuentra en la tapa de un
periódico brasileño, el Correo Brasiliense, que muestra a una
adolescente de 17 años, embarazada y añade: �Es una de las 40
alumnas grávidas del Centro Educacional 2; durante el año pasado,
705.312 adolescentes parieron sus hijos, según datos de todo el país�.
Y en las páginas siguientes, los titulares anuncian: �Jóvenes
madres van a la lucha�. El comentario periodístico informa que
crece el número de adolescentes embarazadas en todo el país, lo cual
preocupa a las autoridades. ¿Qué medidas tomaron? En primer lugar,
concientización de las adolescentes respecto del embarazo, y, al
mismo tiempo, las escuelas han tomado iniciativas para acompañarlas y
ayudarlas a criar a sus bebés. Igualito que el procedimiento
intentado por las monjas de Formosa.
La periodista que firma la nota, Lisandra Paraguassu, ilustra con la
estadística: el 27 por ciento de los partos atendidos por el Sistema
Unico de Salud, en Brasil, en 1999, correspondió a adolescentes y
púberes de entre 10 y 19 años. Es decir, aparecen 6817 madres
adolescentes más que en 1998.
La médica especializada en ginecología infantojuvenil que trabaja en
el Hospital Materno Infantil de Brasilia advierte que esa maternidad
temprana va en aumento. Y afirma: �Tenemos que ocuparnos más de
estas chicas, darles mayor información y concientizarlas�. Y, por
otra parte, el director del Centro Educacional 2, Antonio Wilson
Venancio, cuenta: �Cuando las alumnas volvieron de las vacaciones,
descubrí que muchas estaban embarazadas; entonces resolvimos
orientarlas�. Igualito que lo hicieron las monjas de Formosa. �Entonces
�continúa Antonio Wilson�, llamamos a un grupo de pediatras y
ginecólogos para que se encontraran con ellas los días sábado. Y en
el futuro pensamos hacer una �vaquita� (colecta entre ellas) para
poder cuidar a los bebés aquí mismo, en la escuela.� Claro: Brasil
es un país que forma parte del tercer mundo, por eso, seguramente,
tendrán que recurrir a esas estrategias; ése podría ser el
argumento de algunos padres-barrera formoseños. �Pero nosotros no
permitiremos que nuestras hijas se junten con una compañera
embarazada, que no está casada. Es un mal ejemplo.�
La mayoría de estas adolescentes conocía los métodos para evitar un
embarazo, pero del diálogo con ellas se desprende que, no obstante:
�Una vez que una comienza... primero tiene miedo, después se dedica
a la relación sexual (curtir) y se promete que la próxima vez
usarápreservativo...�. No sólo las embarazadas, también las que
ya tienen sus bebés asisten a clase. Y todos y todas se ayudan entre
sí.
Esta visión solidaria tiene, no obstante, otra fase: son incontables
las chicas que abandonan los estudios debido a su gravidez. Y no
porque las monjas de Formosa les impidieran ingresar al
establecimiento escolar durante el embarazo.
La doble discriminación
La historia de la adolescente en Occidente describe la costumbre,
propia del 1200, que decidía el matrimonio de las púberes
descendientes de las casas reales cuando apenas habían dejado la
niñez. Se casaban y engendraban de acuerdo con el mandato de producir
descendencia para mantener la estirpe que las monarquías precisaban;
así sucedió con Isabel de Hungría, luego santificada, que se casó
a los catorce años. O Isabel de Aragón, reina de Portugal, también
santificada y que ingresó en el matrimonio a los doce años. ¿En
homenaje a cuál de ellas se llamará Santa Isabel, el Instituto cuyas
monjas produjeron este conflicto?
Es obvio que las diferencias con la historia formoseña se sitúan en
torno a la existencia o ausencia de legalidad matrimonial de las
protagonistas, casadas aquéllas, soltera la alumna. Entonces cabe
preguntarnos por la validez de los argumentos que postularon las
autoridades del colegio para discriminar; si la alumna hubiese estado
casada, ¿hubiera ocurrido lo mismo? Seguramente no. Entonces, la
discriminación se duplica porque también se apoya en el estado civil
de la alumna, de lo cual resulta discriminación por género y por
estado civil.
Ignoro si en Formosa anidan las tórtolas. Pero me consta que cuando
el cuerpo de una alumna de este instituto se convierte en nido
maternante, las monjitas con las que soñó Francisco de Asís no
estarán allí para acompañarla hasta el final del viaje gestante. |
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