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LA FRANCESA �RECURSOS HUMANOS�, MEJOR PELICULA
Unos premios sin concesiones

La ópera prima de Laurent Cantet ganó, con toda justicia, los votos del jurado y del público. Mejor directora fue consagrada Noémie Lvovksy, por la audacia de �La vida no me asusta�.

�Recursos humanos� eleva lo social y político a la categoría de gran cine.
Logró el milagro de encolumnar tras de sí no sólo a la crítica sino además al público.


Por Horacio Bernades

t.gif (862 bytes) Impecable. Si hubiera que definir en una sola palabra la decisión del jurado oficial del II Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, la palabra debería ser necesariamente ésa. La guionista mexicana Paz Alicia Garciadiego, la actriz española Najwa Nimri, el realizador suizo Daniel Schmid, la productora y cineasta argentina Lita Stantic, la directora estadounidense Rosemarie Troche y Richard Peña, director del Festival de Cine de New York, le dieron al festival un palmarés que le hace honor. 
El acierto empieza, claro, por la consagración del extraordinario film francés Recursos humanos, que eleva lo social y político a la categoría de gran cine y fue sin ninguna duda (y a bastante distancia de las demás) lo mejor de la muestra competitiva. Fue tan evidente la categoría de Recursos humanos y su superioridad sobre el resto, que la película de Laurent Cantet logró el raro milagro de encolumnar tras de sí no sólo al conjunto de la crítica sino además al público. Que coincidió con el jurado, votándola como la mejor del festival. El premio a la mejor dirección, concedido a la realizadora francesa Noémie Lvovksy por su película La vida no me asusta, demuestra también que el jurado no se dejó arrastrar por la tentación del compromiso, que hubiera desaconsejado encumbrar a dos películas del mismo origen en lo más alto de su palmarés. Esa decisión hace evidente que los miembros del jurado votaron estrictamente lo que consideraron mejor, sin dejarse llevar por falsas repartijas. 
El premio a Lvovsky antes que a su película aparece como estrictamente justo, ya que La vida no me asusta revela a una realizadora talentosa, creativa y con agallas, aunque el film en sí tenga sus desbalances. Un criterio parecido puede detectarse en la premiación del film checo Navrat Idiota, que en este caso reconoció sus méritos a dos puntas y de modo indiscutible. Dejando afuera Recursos humanos (que podría haber merecido premios en todos los rubros, aunque el reglamento del festival prescribe un máximo de dos galardones por película), el de Sasa Gedeon es el guión más sutil de todos los films exhibidos. En tanto construye una metáfora sobre la Checoslovaquia del Pacto de Varsovia y la actual, desde las entrelíneas y sin el menor subrayado. Al premiar, a la vez, a sus dos notables actrices secundarias, el jurado reconoció también, en el realizador y guionista Gedeon, su delicada mano para la dirección de actores.
Y allí está el nombre de Ewen Brenmer, uno de los escoceses de Trainspotting, cuya notable entrega al difícil papel de retardado en Julien el tonto también fue reconocida. Puede entreverse, además, que en su nombre el jurado del festival quiso reconocer también el riesgo artístico de julien donkey-boy, sin duda el más radical del festival en términos estéticos, y ese reconocimiento habla de un jurado nada conservador. Apenas la mención especial a Enrique Piñeyro, uno de los protagonistas de Esperando al mesías, tiene un cierto tufillo a concesión. Excelente, sin duda, el actor y productor que compuso un inolvidable represor en Garage Olimpo tiene momentos magníficos en el film de Burman. Pero en otros tropieza con unos diálogos imposibles, que empañan su actuación y relativizan el premio recibido. Pero lo que importa no es tanto cada premio como la orientación general de la premiación. Y en esto, los miembros del jurado del II Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires pueden dormir tranquilos, sabiendo que impartieron justicia. 


El palmarés completo

Mejor película: Recursos humanos, de Laurent Cantet (Francia).
Mejor dirección: Noémie Lvovksy, por La vida no me asusta (Francia).
Mejor guión: Sasha Gedeon, por Navrat Idiota/El regreso del idiota (República Checa).
Mejor actuación masculina: Ewen Brenmer, por Julien el tonto (Estados Unidos).
Mejor actuación femenina: compartida por Anna Geislerová y Tatiana Vilhelmová, por Navrat Idiota.
Mención especial del Jurado: Enrique Piñeyro, por su actuación en Esperando al mesías (Argentina).

 

�El concepto de banalidad
del mal no explica nada�

Presente en la muestra porteña para presentar su film �Un vivant qui passe�, Claude Lanzmann, el autor de la monumental �Shoah�, pone en cuestión el libro de Hannah Arendt que inspiró �El especialista�.

Lanzmann dirige desde 1986 la legendaria revista �Le Temps Modernes�.
Fue amigo de Sartre y Simone de Beauvoir y miembro de la Resistencia.

Por Luciano Monteagudo

Ninguna obra alcanzó a dar la dimensión del Holocausto como lo hizo ese sol negro llamado Shoah, el monumental film de Claude Lanzmann. A partir de una entrevista que en su momento decidió excluir del montaje final, Lanzmann compuso tres años atrás una película para televisión titulada Un vivant qui passe (Un ser vivo que pasa). El film, en el que Lanzmann confronta al suizo Maurice Rossel �delegado de la Cruz Roja Internacional en Berlín en tiempos del Tercer Reich, que visitó los campos de concentración de Auschwitz y Thérésienstadt sin encontrar nada fuera de lo común que reportar� forma parte de la sección �La banalidad del mal� del 2º Festival Internacional de Cine Independiente. Desde allí dialoga, en oposición, con El especialista, el documental de Eyal Sivan sobre el juicio a Adolf Eichmann, inspirado por el libro que le dedicó al tema la ensayista alemana Hannah Arendt. Presente en Buenos Aires, Lanzmann -desde 1986 director de la legendaria revista Le Temps Modernes, fundada por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir� conversó con Página/12 sobre la génesis de su nuevo film (que se exhibe hoy por última vez a las 19.30, en la Sala Lugones) y sobre su radical discrepancia con Arendt. Lo que sigue es parte de esa charla.
�¿Por qué decidió rescatar la entrevista con Rossel, que había excluido de Shoah?
�Sabía que esa entrevista era muy fuerte, que tenía allí un material muy impresionante. Ya me había dado cuenta durante el rodaje y cuando trabajé en el montaje de Shoah también podía sentir esa fuerza. Y realmente me entristeció no poder incluir esta entrevista, porque a través de ella yo quería hablar de toda la cuestión de Thérésienstadt, que como digo en mi texto de introducción al film es a la vez central, pero también lateral en la génesis y la estructura de la llamada �solución final�. Pero de alguna manera, fue la misma arquitectura de Shoah la que expulsó esta entrevista. Porque para incluir esto Shoah tendría que haber durado tres horas más. A su vez, ha tenido que pasar el tiempo para que yo pudiera volver sobre los materiales de Shoah. De alguna manera, fue como haber estado enfermo, con una enfermedad muy grave, muy dolorosa y he tenido que pasar por una suerte de convalecencia. Dejé pasar el tiempo y un día finalmente estuve listo y me volvió a conmover la fuerza que había en esta entrevista. Me di cuenta de que era una lástima no hacer nada con eso.
�¿Cómo fue que Rossel se prestó a esta entrevista?
�Lo que hay que entender es que Rossel no quería ser filmado. Yo había mandado a una de mis asistentes a preguntarle si aceptaba y él había dicho que sí. Luego se arrepintió. Yo mismo lo llamé varias veces y él no cedía. Prácticamente había renunciado a entrevistarlo cuando un día, en 1979, volviendo de un rodaje de Alemania, en la frontera suiza, me encontré que no estaba muy lejos de su casa. Lo volví a llamar por teléfono, me atendió y yo le colgué. Y al día siguiente fui a su casa y me presenté, sin más. Le dije que yo estaba por allí, que había perdido su teléfono y que me había tomado el atrevimiento de acercarme hasta su casa, con la cámara y un par de asistentes. Le dije que no le iba a tomar mucho tiempo y no pudo hacer otra cosa sino aceptar. Es por eso que yo comencé muy lentamente, con preguntas muy generales, porque yo tenía miedo de que en cualquier momento él interrumpiera la entrevista. Y es por eso que yo soy muy dulce en esta película. En un momento dado la situación lo atrapa, él ya está harto, me quiere matar, pero no puede sino continuar. Es demasiado tarde para huir. 
�¿Por qué sintió la necesidad de aparecer en el film y de quedarse con la última palabra?
�Como tuve que resumir las tres horas de entrevista en apenas una hora, tuve que ponerme como narrador, algo que en Shoah no necesité hacer.Aparezco muy poco, de todos modos. Si yo no aparecía, tenía que poner fundidos a negro, entre respuesta y respuesta. En cuanto a por qué me quedé con la última palabra, lo hice porque en este caso me parecía importante. Quise tener la última palabra. Me pareció importante leer el discurso de Epstein, que fue el segundo presidente del Consejo Judío de Thérésienstadt, discurso que le costó la vida. Quería hacerle sentir al espectador lo que era realmente el terror, un terror llevado hasta su extremo, al punto de que la gente que estaba allí no podía sino obedecer. Esta gente, antes de ser deportada, limpiaba sus departamentos, pagaba sus facturas, cancelaba sus deudas... Eran buenos alemanes, buenos ciudadanos y ellos mismos iban a la estación de tren. No tenían el sentido de la rebelión. Y entonces, de alguna manera, fue más fácil aterrorizarlos. 
�¿Usted polemizó con el libro de Hannah Arendt sobre el juicio a Eichmann en Jerusalén, en el que Arendt plantea el concepto de �banalidad del mal� y cuestiona la actitud de los consejos judíos?
�Yo no escribí sobre el libro de Arendt, pero dije que no me gustó nada. Y no soy el único. Pienso que ese concepto de banalidad del mal es un concepto vacío, hueco. No quiere decir nada, no explica nada. Es una fórmula. Me parece que el mal es banal, sí, todos tenemos dos piernas, dos manos, para comer, para matar... El mal puede parecer banal, pero no es para nada banal. Pienso que la gente que cometió aquellos crímenes sabía que esos crímenes eran extraordinarios. Sabía perfectamente que no había nada de banal en esos crímenes. Y Hannah Arendt dice grandes idioteces sobre los consejos judíos en su libro. Ella no tenía cultura, no tenía un saber sobre ese tema. Es más, durante el juicio a Eichmann no había ningún conocimiento profundo sobre nada. El procurador no sabía nada; los jueces no sabían nada y Eichmann no era una persona que sabía mucho tampoco. Eichmann conocía el proceso burocrático, pero no conocía bien los lugares de destino. Incluso en la película El especialista se advierten sus confusiones. Se puede saber mucho más sobre el Holocausto en Shoah que en el proceso a Eichmann. Hannah Arendt no sabe nada sobre los judíos. En su libro, da a entender que los consejos judíos fueron los artesanos y responsables del extermino. Y eso es completamente idiota. Los responsables de la muerte de los judíos fueron los nazis. 

 

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