Mientras
el líder racista austríaco Joerg Haider sigue protestando contra las
sanciones de la Unión Europea, en el extremo de Africa los
agricultores blancos de Zimbabwe (de la ex racista Rhodesia) son
castigados por ex combatientes de la guerra de independencia, que
ocupan las plantaciones y ayer se cobraron sus primeros muertos. En
Brasil los indios se movilizaron hacia Porto Seguro para boicotear la
celebración de los 500 años del "descubrimiento" de Brasil
por los portugueses, que culminará en una apoteosis multimillonaria
en dólares el sábado 22 con
la
asistencia de las planas mayores de los gobiernos de Brasilia y
Lisboa, mientras en Miami los cubano-norteamericanos forman una cadena
humana en torno de Elián González y las autoridades de Florida
parecen en rebelión contra el gobierno federal, único encargado de
conducir al balserito a brazos de su padre. Para enfrentar protestas
nacidas del reclamo campesino contra la privatización del agua
potable, en Bolivia el gobierno de Hugo Banzer recurrió a un estado
de sitio que se le fue de las manos. Y en Washington una arcoirisada
coalición de manifestantes convergió en la reunión del FMI y del
Banco Mundial, y está siendo reprimida por la policía como ésta ya
lo hizo en la reunión de la Organización Mundial de Comercio en
Seattle. La lista anterior enumera buena parte de las noticias que en
estos días asaltaron las páginas de internacionales. Los actores son
diferentes y aun antagónicos, pero parecen intervenir en versiones de
un mismo drama. Sean la victoria del populismo de derecha en Austria
(antieuropeo), el acordonamiento de la familia extendida de Elián y
aun el triunfo de la derecha en las elecciones regionales italianas
(apoyada por una Liga del Norte que renunció a regañadientes al
separatismo), todas son respuestas a una globalización y una
universalización no queridas y expresan una pareja renuencia a
someter situaciones particulares bajo un gobierno común. Para
resumirlo en dos grupos de capitales, oposición al consenso de
Washington-Bruselas hoy, y al consenso de Berlín (donde se repartió
Africa en 1885) de ayer. Porque en Brasil o Zimbabwe se trata de
reacciones ante la herencia del imperialismo formal, ese anterior
intento de globalización de las potencias coloniales. Pero es la
diferencia entre las respuestas lo que importa, y aun entre las que se
encuentran en un mismo extremo ideológico. En Brasil, los principales
adversarios de los indios son los ecologistas, que quieren conservar
las tierras amazónicas alejadas de toda contaminación humana. Y éstos
son, justamente, los casos más difíciles: cuando el conflicto es
entre intereses legítimos. Los que dan, quizá, un pregusto del
futuro.
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