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"No creo que existan
bandas (en Caseros), hablar de bandas es un término muy duro", dijo
el nuevo jefe, en declaraciones a Página/12. Tampoco quiso hablar de las
denuncias sobre arreglos para que algunos presos salgan a robar,
"porque estaría entorpeciendo la investigación. Pero aseguró que
se pondrá "a disposición de la Justicia" para esclarecer las
irregularidades denunciadas.
El cambio no fue tan cruento como se suponía: el Gobierno descartó
la intervención del SPF por parte de un civil y la renuncia de la antigua
conducción se pareció más a una salida negociada que a una cirugía sin
anestesia. Como subjefe fue designado Edgardo Varela, hasta ayer director
de la Unidad 2 de Devoto. El titular de la Unidad 1 de Caseros, Juan
Alberto Cid, también dejará su cargo, pero en el ministerio evalúan su
ascenso para ocupar un lugar vacante en la plana mayor. "Es el hombre
que hizo una limpieza en Caseros", dijo la secretaria de Política
Criminal y Asuntos Penitenciarios, Patricia Bullrich.
La funcionaria anunció a Página/12
que los movimientos no terminan aquí: "Para junio habrá una nueva
limpieza, después de que la Junta de Calificaciones, con intervención
del ministerio, examine los antecedentes de todo el personal y disponga
ascensos y pases a retiro", informó. Según la funcionaria, "no
tenía sentido una intervención porque esta secretaría tiene un manejo
total sobre el Servicio". De todas formas, en los próximos días, el
ministerio prevé ampliar las atribuciones de la conducción del Servicio,
para elevar a dirección el área de Asuntos Internos y crear una Dirección
de Control de Gestión.
Según fuentes del Ministerio
de Justicia, Develliuk fue designado después de contrastar sus
antecedentes, que calificaron como "excelentes y con buen concepto
dentro del personal". El nuevo jefe nació en Misiones hace 49 años,
es abogado recibido en la Universidad del Museo Social Argentino y
especialista en prevención de la drogadicción. Dirigió la cárcel de máxima
seguridad de Chaco, la Unidad 16 (Caseros vieja), la Alcaidía de
Tribunales y la Escuela Penitenciaria, y pasó a retiro en mayo de 1999,
con el grado de prefecto, cuando era director de Seguridad y Traslados.
Según fuentes oficiales, fue desplazado por tener diferencias con la
anterior conducción.
Pese a lo drástico de los
cambios, en el Ministerio de Justicia no están convencidos de la
veracidad de la denuncia del detenido Alejandro Penczansky, el miembro de
la superbanda del Luis "Gordo" Valor que hace una semana denunció
que miembros del SPF lo habían dejado salir de Caseros para matar al juez
Alberto Baños y a su secretaria. Esa denuncia originó una causa penal y
ayer la jueza Wilma López allanó por segunda vez la cárcel de Caseros,
de donde secuestraron los libros de entrada y salida del personal
penitenciario. También allanó la Dirección de Inteligencia del
Servicio, ubicada en el barrio de Flores, donde --según el preso-- se
habría gestado la conspiración para matar al juez.
En el ministerio hay por lo
menos dos hipótesis: una de ellas sostiene que la declaración de
Penczansky no es más que una operación de la superbanda, que ya consiguió
sacar a dos de sus miembros de unidades dependientes del SPF. "El
preso dio datos sobre el juez que evidencian un trabajo de inteligencia,
que pudo hacer gente de la superbanda", especulan. La otra hipótesis
contempla la participación de guardiacárceles en la operación.
--¿Por qué, si no están
convencidos, descabezan al SPF? --preguntó este diario.
--Porque la repercusión por la
denuncia la hacía insostenible. Ayala había dicho públicamente que la
salida de presos era imposible. Y eso demostraba que no estaba dispuesto a
investigar. Tenía que irse --respondió la fuente. Ayala prefirió irse antes de que lo echen: a primera hora anunció su renuncia indeclinable. Un casete que había llegado en forma anónima a manos de Bullrich lo involucraba en negociaciones con detenidos pesos pesado de Caseros, para trasladarlo a Devoto a fin de controlar la situación interna de ese penal. "El propio Ayala admitió que esa negociación había existido. El dice que es tan normal como la que establece la policía con los informantes", dijo a este diario una fuente del Gobierno. Pese a que se había iniciado un sumario por ese hecho, el ministro Gil Lavedra le agradeció ayer, en su despedida, por "la colaboración prestada en su gestión".
Por
Carlos Rodríguez
Mientras amasaba un recorte de la revista Gente, donde se habla del
ataque que sufrió en prisión un interno amigo suyo, Daniel Marcelo
Cervera, el detenido dijo estar preocupado: "A él le pegaron un
puntazo en el cuello y se salvó, pero a mí me van a matar". El
preso, que pasó su primera noche en Olmos en la primavera de 1996, luego
de haber conocido por dentro varios institutos de menores, hizo un rápido
aprendizaje: "En la cárcel te tenés que cuidar hasta el culo y si
no lo hacés, sos mula (sirvienta) de tus compañeros o buchón del
servicio penitenciario".
El entrevistado, que desde
chico sufre ataques de epilepsia, afirmó que consigue el Rohypnol sin
necesidad de ver a un médico y sin la doble receta con que se expende ese
tranquilizante. "Con plata, en la cárcel conseguís lo que querés:
una visita íntima, psicofármacos, cocaína, marihuana y salidas
transitorias por izquierda". Afirma que una vez que se entra en ese
circuito "en cualquier momento viene un penitenciario, te da unas
cuantas dosis de lo que precisa algún preso y te ordena: 'Enpastillalo a
Giménez y tirámelo del tercer piso para abajo'".
El preso cuenta que aceptó la
transa por pastillas de Rohypnol porque de noche no puede "pegar un
ojo" y también sufre de convulsiones, pero aseguró que se niega a
los otros pasos del circuito obligatorio. "Por eso en los traslados
me sacan de la celda entre cuatro o cinco y de los pelos, me meten los
dedos en la nariz". El preso se levanta las mangas del suéter y
muestra ocho cicatrices, grandes, como tatuajes, que se reparten por igual
en cada brazo. "Algunas veces me cortó la cana (los guardiacárceles)
y otras heridas me las hice yo para poder gritarles: 'Tengo sida' y eso
los hace salir rajando."
El entrevistado dice haber ocupado, en varias cárceles, el cargo
"limpieza", una función que lo convierte en "responsable
de un pabellón donde hay 150 pintas" (personas). "Lo bueno
--afirma-- es que puedo organizar las cosas para que haya un poco de
justicia interna. Lo malo es que cualquier cosa que pase, hasta la
desaparición de ropa o cualquier boludez, el que la liga es el de
'limpieza'."
Según su denuncia, cuando estaba en la Unidad 9 de La Plata se
enteró por uno de los guardias de que "por cinco mil dólares"
podía obtener una libertad en el mercado negro. Sostiene que "las
maniobras se arman entre el servicio penitenciario y algunos jueces toman
parte y resuelven las cosas. Los presos con plata obtienen la libertad
condicional, un arresto domiciliario o salidas laborales, según la guita
que acerquen". Afirma que su amigo Daniel Marcelo Cervera, cuando
todavía estaba libre, "negoció la libertad de un hermano suyo, que
estaba en la U-9, con el ex juez Eugenio Alsina", el mismo que después
fue destituido por sacar presos "por izquierda".
"A Daniel lo detuvieron
poco tiempo después porque terminó denunciándolo a Alsina", aseguró
el preso de identidad reservada. "Fue un vuelto que le
reclamaron", sostuvo. Lo detuvo la Brigada de La Plata, que según
afirmó Cervera "le puso un arma de guerra en el auto y lo involucró
en el robo a un banco". Cervera denunció el caso, por teléfono, a
la revista Gente, y poco después "otro preso le pegó una puñalada
en el cuello, pero es seguro que fue una orden del servicio
penitenciario".
La libertad por "dos o
tres días", de viernes a domingo, "puede costar entre 200 y 300
pesos", puntualizó el detenido. En la cárcel de Junín, cuenta,
"uno de los que salía siempre a robar era Miguel Angel Ledesma. Yo
le decía que no entrara en el juego, pero él me contestaba: 'Con cada
salida hago diferencia y eso me conviene'. Un día no regresó, lo
'boletearon' en Ciudadela y nadie se enteró de que ese día tenía que
estar en cana". Otro que salía era un interno de apellido Silva, en
la cárcel de Mercedes: "No sé muy bien qué pasó, pero una noche
otro preso le puso una puñalada en el corazón. Se dijo que fue durante
una pelea, pero hay olor a la cana". El detenido, que nació y vivió en la villa La Cava, está condenado a 15 años de prisión por "homicidio en ocasión de robo". Su relación con los guardias del Servicio Penitenciario Bonaerense se tensó luego del episodio con Cervera. En estos momentos, amparado por la Justicia, está alojado en una comisaría de la zona norte del Gran Buenos Aires, pero pronto tendrá que volver a Mercedes, a Olmos o a algún otro penal bonaerense. "Si tengo que ir, voy, ya estoy jugado, pero tengo miedo de que me maten. Los canas están siempre encima tuyo, ofreciéndote merca o que salgas a robar, y si vos te negás sos hombre muerto. Claro que si aceptás, eso tampoco te asegura que vayas a morir de viejo."
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