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La policía, que a la mañana
les dijo a los manifestantes que respetaba las razones de su protesta y
que esperaba que no hubiese enfrentamientos, terminó arrojando gases
lacrimógenos y spray de pimienta (pepper spray). La lluvia que caía ayer
sobre Washington mojó pero no disuadió a los enfervorizados
manifestantes que cantaron "estamos cansados, estamos mojados; por
favor, perdonen la deuda" (We are tired, we are wet, please, forgive
the debt), en alusión a los préstamos que el Fondo Monetario y el Banco
Mundial hacen a los países del Tercer Mundo. No lograron, sin embargo, su
objetivo de cancelar las sesiones programadas por esos organismos
impidiendo la entrada de los funcionarios internacionales. Al alba, unas
dos horas antes de lo programado y sin que los agitadores se percatasen,
los asistentes a la asamblea de primavera de las dos instituciones
financieras ingresaron al edificio del Fondo Monetario madrugando así,
literalmente, a los manifestantes.
En la protesta hubo de todas
las edades y de todos los orígenes. Neely Shah, una joven norteamericana
de origen indio de 19 años, gritaba: "Mi experiencia me demostró
que la política del FMI y del Banco Mundial destruye el medio ambiente y
empobrece a los pueblos". Es estudiante de la Universidad de Duke en
Carolina del Norte (este) y un viaje de clase a Nicaragua la convenció de
que "las fuerzas del FMI sirven para perpetuar la dominación
norteamericana sobre América central". De 74 años, el reverendo
David Robinson, quien vino de Nueva York para la ocasión, contribuye
también a la oposición contra la globalización. Según él, con estas
manifestaciones, los "jóvenes reinventan el movimiento de impugnación
de los años '60". "Tienden un puente en la brecha que separan
nuestras generaciones en la lucha común contra la hegemonía
norteamericana en el mundo", añadió. Nacido en China de un padre
misionero, se presenta como un admirador de Gandhi y de Martin Luther
King.
La policía de Washington
golpea físicamente a los que protestan contra la globalización y la
prensa norteamericana los aporrea intelectualmente. Thomas Friedman, por
ejemplo, uno de los columnistas más prestigiosos del New York Times,
criticó las protestas basándose en un estudio reciente de la firma A.T.
Kearney. Aunque Friedman --y el estudio-- admiten que los países que se
han globalizado rápidamente han visto que la brecha entre ricos y pobres
se ensancha, que hay más corrupción y una mayor contaminación
ambiental, también sostienen que la pobreza mundial ha disminuido desde
1980. Citando el documento de Kearney, Friedman dice: "1400 millones
de personas han escapado de la pobreza absoluta como resultado del
crecimiento económico asociado a la globalización". Pero Friedman
condena tajantemente a "los que creen en teorías conspirativas
acerca de la globalización, los extremistas antilibre mercado, los
sindicatos proteccionistas y los anarquistas". A estos grupos, dice
este columnista estrella del NYT, se los debería llamar por su verdadero
nombre: "La Coalición para Mantener Pobres a los Pobres del
Mundo".
El Wall Street Journal, por
cierto, no le va en zaga a Friedman en las críticas a los manifestantes.
En un artículo titulado "¿Quién le teme a la globalización?",
Gregg Easterbrook escribe: "Los activistas antiglobalización piensan
que el mundo en vías de desarrollo sería mejor sin la influencia
occidental. Sólo alguien que vive una vida favorecida en una sociedad
rica puede imaginar algo semejante". Según Easterbrook, "en
gran medida, lo que inspira a los enemigos de la globalización es que los
cambios mundiales ocurren tan velozmente que ellos no pueden seguirlos.
Pero no están solos: nadie entiende la globalización, incluidos el FMI y
el Banco Mundial".
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