|
Más o menos así lo describía
en un hangar de la Fuerza Aérea, cerca de la ribera de Quilmes --donde el
Consejo Municipal de Turismo lo integró a un circuito para ser recorrido
a partir de ayer--, la secretaria de la Asociación de Amigos del
escritor, Elsa Aparicio de Pico, una señora de cabellos blancos y
perfecto francés que se ve en estos días dedicada por completo a la
reafirmación de la existencia argentina de Saint Exupéry; para los
amigos, Saint Ex. En la Francia natal siempre ávida de héroes, el 2000
será una revisita al personaje y a su obra. También algo de eso habrá
en las tierras que sobrevoló impresionándose por sus extensiones. Por lo
pronto, rodeada de niños de guardapolvo, firma autógrafos conservando
elegantemente los ramos de flores en sus manos, la sobrina nieta del
escritor, Natallie Des Vallieres. La mujer, que ha heredado la respingada
nariz de su tío, preside los homenajes en nombre de sus herederos.
"No es fácil ponerse en su lugar --dice Natallie cuando se le
pregunta por la ganancia literaria de su tío al volar sobre la
Patagonia--. Pero dijo en una carta que sobre las montañas había nevado
y era maravilloso porque los picos estaban rosa. También le gustaba andar
sobre las playas... --dice y saca de la nada ese dato que lo vuelve a
pintar raro sin cura-- y tenía una foca en su bañadera, en el edificio
de la Galería Güemes".
No es que Natallie sea tan
extraña como él, sino que su español la lleva por esos meandros. No es
que la anécdota sea una denuncia ante Greenpeace, sino que Saint Ex
parece que era un auténtico niño y así fue que al visitar las costas
cercanas a Comodoro Rivadavia incluyó en el correo que llevaba a Buenos
Aires un cachorro de lobo marino según lo cuenta Curtis Cate, en Saint
Exupéry, la biografía recién editada por Emecé. Para ese entonces, el
escritor de 30 años, cuyo vuelo bautismal fue a los 12, había dejado el
calor de los castillos de hadas en los que vivió de niño como el último
condecito de un linaje de nobleza campesina que se remonta al siglo XIV,
rodeado de mujeres y huérfano de padre. Había comenzado su entrenamiento
como piloto en 1921 y en 1926 había ingresado a una empresa aerocomercial
francesa llamada Latecoère como uno de los hombres que irían creando, en
etapas, un servicio de correo. En 1927 ya era jefe de una estación en
Dakar, en el Sahara. Para el 29 ya era experto en el aire y alternaba la
construcción de la obra con la aventura.
Al comienzo de aquel año es que la empresa lo mandó a abrir rutas
al confín austral: "La tierra parecía una piel enferma", donde
"ninguna semilla encontraba asilo", describió luego. Y esa
experiencia que lo llevó a ser el primer piloto en llegar a Tierra de
Fuego sería más tarde Vuelo nocturno, prologado por André Gide, uno de
sus amigos parisinos.
Pero las influencias argentinas
en su obra son también menos obvias. Pasaron años hasta que sus biógrafos
y sus herederos dieron con el sitio en el que seguro se inspiró el quinto
capítulo de Tierra de Hombres: Concordia, Entre Ríos. Así lo cuenta
Elsa de Pico. Traductora de francés, hija, nieta y bisnieta de
periodistas, se mudó a Concordia en los 50 con marido e hijos. No tardó
en descubrir, caminando por la ribera del río Paraguay, un derruido
castillo. Y luego a su antigua dueña, Madame Fuchs Valon, fue quien le
contó la historia del que fue el refugio de Saint Ex en la odiosa
Argentina.
En busca de un lugar donde
aterrizar cercano a Buenos Aires, el piloto francés dio con las
indicaciones que le había dado un pariente de los Fuchs, su antecesor en
el correo, Paul Vachet. Así, con el avión que ayer acosaban los niños
quilmeños, Saint Ex se lanzó a la planicie cercana al castillo con la
mala suerte de enterrar una rueda en un nido vizcachero. Lo
primero que vio fue a dos niñas de a caballo. "Una le dice a la otra
en francés una palabra que usan los chicos todos los días pero que en
francés es muy grave y muy corta. Y el se da vuelta y dice: '¡son
francesas!", cuenta Elsa. Eran Suzanne y Edda Fuchs Valon, las niñas
que se transformarían en las "hadas silenciosas" de
"Oasis", el quinto capítulo de Terres des hommes. Y aunque sus
biógrafos no se ponen de acuerdo, posiblemente el primer atisbo de El
Principito, que no sería más que la continuación tangencial del
"Oasis" en el que tantas veces se refugió Saint Ex durante su
misión en los cielos del sur.
|