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UN BALANCE ARTISTICO DE LOS RIVER DE LOS REDONDITOS DE RICOTA
El pogo más grande del mundo

Las casi 140 mil personas presentes convirtieron los shows en los más vistos de la historia, con entrada paga, de grupos argentinos de música. Si hubiesen sido los últimos, en el recuerdo serían realmente imborrables.


Por Esteban Pintos
t.gif (862 bytes) Si éstos hubiesen sido los últimos shows del viaje que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota emprendieron en 1978, recorriendo bares, teatros, discotecas, gimnasios y canchas de fútbol (en orden creciente de convocatoria), el final-musical sería histórico. Setenta mil personas cantando, felizmente descontroladas por estar ahí, aquello de "un último secuestro no, el de tu estado de ánimo, no" podrían funcionar perfectamente como el último recuerdo feliz de una banda que cambió un pedazo de la historia del rock hecho en la Argentina. El ritmo de "Ya nadie va a escuchar tu remera" desató el domingo una celebración colectiva como pocas veces debe haberse visto en espectáculo alguno en Argentina. La fiesta continuó con el "pogo más grande del mundo" al que aludió irónicamente Carlos "El Indio" Solari, en una de sus contadas intervenciones verbales. Fue "Ji ji ji" y la frase "no lo soñé, yeah..." obró como contraseña de acceso al verdadero significado físico de la expresión rock and roll. Sacudite y movete, pero multiplicado por 70.000 personas, dos noches consecutivas con adicionales de bengalas, banderas, coheterías y brazos en alto, configuran una imagen que el día en que sea recuerdo resultará como de otro planeta.

  En verdad, bastante poco se habló de las canciones, de las performances, luego del clima bélico que imperó en torno a los recitales y dentro del campo de juego durante el primero, el del sábado. Con variaciones de orden, por ejemplo, el perfil de las dos noches en cuanto a la elección del repertorio no varió. Hubo bastante poco de la etapa pre-gigantismo, la de los Redondos made in '80 y mucho de los '90, de La mosca y la sopa, Lobo suelto, cordero atado, Luzbelito y Ultimo bondi a Finisterre. Los lejanos Gulp, Oktubre y Un baión para el ojo idiota aportaron sólo algunas perlas, entre ellas "Ñam fri fru fi", "Vamos las bandas", "Motorpsicho", "Preso en mi ciudad" y la retahíla de los bises. En algunos casos, el recorrido del repertorio no parece incoherente con el gusto de las multitudes que llenaron River: "Preso...", una de las mejores que hayan escrito Solari-Beilinson en más de dos décadas, no generó ni por asomo el nivel de excitación de "La hija del fletero". Por encima de todo, el ritual que acompaña "Juguetes perdidos" --una canción escrita de la banda para las bandas-- y el clima emotivo que provoca. Ahí está una de las claves de lo que insiste en llamarse "fenómeno": el espectáculo está repartido. La barrera artista-público, la misma que desveló en sus ensayos y poemas locos a Jim Morrison, se borra por la prepotencia del número y el fervor. Ese momento, único y verdaderamente extraordinario, sucede (¿sucedió?) cada vez que suena esa canción. Bellamente demagógica, por cierto. 

  Es que estos recitales de los Redondos, precedidos por una larga cadena de quejas de vecinos, cifras de personal policial afectado al operativo, antecedentes violentos, coberturas televisivas de guerra civil y declaraciones oficiales de circunstancia, fueron históricos en varios sentidos. Para la banda, los más grandes de su carrera. Para las estadísticas de los recitales de un grupo argentino con entrada paga, un nuevo record. Fueron de 140.000 personas en dos noches calientes, tensas y bien movidas. Adentro y afuera. El saldo policial indica que el sábado se registraron siete heridos de arma blanca y más de cincuenta detenidos. El domingo, hubo cuatro heridos de balas de goma, un chico apuñalado, dos policías lesionados, treinta y cinco personas atendidas por diferentes dolencias y veinticinco detenidos. No es poco.

  Más allá de las cifras, la magnitud de los hechos y el clima montado alrededor de estos recitales --con antecedentes, a esta altura menores, en las visitas de Guns N' Roses y los Rolling Stones-- rebotaron a todo nivel. El sábado, cuando los disturbios dentro del campo obligaron a detener la performance de la banda, Solari, objeto de devoción de esas multitudes, pareció harto de todo. "Acá pasó algo muy grave. Han entrado un par de hijos de puta, no sé si mandados por alguien o qué, que se cagan en el esfuerzo de la banda y de los 70, 80.000 pibes que vinieron a vernos. Hay varios chicos lastimados... Así que consideren ésta como una de las últimas noches que tocamos", dijo. O sea: la posibilidad, sugerida desde hace un par de años y cada vez más concreta a juzgar por sus palabras, de un retiro a la beatle --grabaciones de estudio sí, recitales en vivo no-- fue confirmada por el directo responsable. Punto.

  De ahí, el zapping puede conducir directamente al Ministro de Interior de la Nación, Federico Storani. Para el funcionario, los problemas fueron ocasionados por grupos aislados de entre 200 y 400 personas, que "quisieron irrumpir de manera violenta porque no tenían entrada". El empresario Daniel Grinbank, por su parte, acusó a la policía de haberse desligado del cuidado de los asistentes a los recitales "para cuidar exclusivamente a los vecinos y sus propiedades del barrio de River". El subcomisario Carlos Cheroni, uno de los tres jefes del operativo policial, minimizó ayer los incidentes --en los que tuvo directa participación la fuerza a su cargo-- y consideró que los shows fueron "una fiesta". Una porción de la gente que fue a River participó ayer con entusiasmo en numerosos programas radiales y televisivos que se ocuparon del tema. Muchos se quejaron de que nadie les pidió entradas para ingresar. Hablaron de que fueron robados. Los que vieron pibes descontrolados exhibiendo cuchillos de cocina o puntas. Los que ligaron palos policiales. Y los que la pasaron bomba, también. Todos tuvieron ayer algo para decir de los Redondos. A esta altura, una cuestión nacional. 

 

CIFRAS

140.000
personas concurrieron entre las dos noches, convirtiéndose en el recital pago más convocante de la historia del rock argentino.

2.500.000
de pesos, la recaudación total.
4

heridos tras los disturbios del sábado y domingo, entre ellos un joven apuñalado en terapia intensiva, continuaban siendo atendidos en los hospitales.
2000
efectivos participaron del operativo de seguridad. Fueron, en total, 1200 policías y 800 hombres de una empresa privada.
500.000
pesos cobró el club River Plate por el alquiler del estadio.
130.000
pesos costó el operativo de seguridad, entre personal, vallados y demás.

 

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