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En verdad, bastante poco se
habló de las canciones, de las performances, luego del clima bélico que
imperó en torno a los recitales y dentro del campo de juego durante el
primero, el del sábado. Con variaciones de orden, por ejemplo, el perfil
de las dos noches en cuanto a la
elección del repertorio no varió. Hubo bastante poco de la etapa
pre-gigantismo, la de los Redondos made in '80 y mucho de los '90, de La
mosca y la sopa, Lobo suelto, cordero atado, Luzbelito y Ultimo bondi a
Finisterre. Los lejanos Gulp, Oktubre y Un baión para el ojo idiota
aportaron sólo algunas perlas, entre ellas "Ñam fri fru fi",
"Vamos las bandas", "Motorpsicho", "Preso en mi
ciudad" y la retahíla de los bises. En algunos casos, el recorrido
del repertorio no parece incoherente con el gusto de las multitudes que
llenaron River: "Preso...", una de las mejores que hayan escrito
Solari-Beilinson en más de dos décadas, no generó ni por asomo el nivel
de excitación de "La hija del fletero". Por encima de todo, el
ritual que acompaña "Juguetes perdidos" --una canción escrita
de la banda para las bandas-- y el clima emotivo que provoca. Ahí está
una de las claves de lo que insiste en llamarse "fenómeno": el
espectáculo está repartido. La barrera artista-público, la misma que
desveló en sus ensayos y poemas locos a Jim Morrison, se borra por la
prepotencia del número y el fervor. Ese momento, único y verdaderamente
extraordinario, sucede (¿sucedió?) cada vez que suena esa canción.
Bellamente demagógica, por cierto.
Es que estos recitales de los Redondos, precedidos por una larga
cadena de quejas de vecinos, cifras de personal policial afectado al
operativo, antecedentes violentos, coberturas televisivas de guerra civil
y declaraciones oficiales de circunstancia, fueron históricos en varios
sentidos. Para la banda, los más grandes de su carrera. Para las estadísticas
de los recitales de un grupo argentino con entrada paga, un nuevo record.
Fueron de 140.000 personas en dos noches calientes, tensas y bien movidas.
Adentro y afuera. El saldo policial indica que el sábado se registraron
siete heridos de arma blanca y más de cincuenta detenidos. El domingo,
hubo cuatro heridos de balas de goma, un chico apuñalado, dos policías
lesionados, treinta y cinco personas atendidas por diferentes dolencias y
veinticinco detenidos. No es poco.
Más allá de las cifras, la
magnitud de los hechos y el clima montado alrededor de estos recitales
--con antecedentes, a esta altura menores, en las visitas de Guns N' Roses
y los Rolling Stones-- rebotaron a todo nivel. El sábado, cuando los
disturbios dentro del campo obligaron a detener la performance de la
banda, Solari, objeto de devoción de esas multitudes, pareció harto de
todo. "Acá pasó algo muy grave. Han entrado un par de hijos de
puta, no sé si mandados por alguien o qué, que se cagan en el esfuerzo
de la banda y de los 70, 80.000 pibes que vinieron a vernos. Hay varios
chicos lastimados... Así que consideren ésta como una de las últimas
noches que tocamos", dijo. O sea: la posibilidad, sugerida desde hace
un par de años y cada vez más concreta a juzgar por sus palabras, de un
retiro a la beatle --grabaciones de estudio sí, recitales en vivo no--
fue confirmada por el directo responsable. Punto. De ahí, el zapping puede conducir directamente al Ministro de Interior de la Nación, Federico Storani. Para el funcionario, los problemas fueron ocasionados por grupos aislados de entre 200 y 400 personas, que "quisieron irrumpir de manera violenta porque no tenían entrada". El empresario Daniel Grinbank, por su parte, acusó a la policía de haberse desligado del cuidado de los asistentes a los recitales "para cuidar exclusivamente a los vecinos y sus propiedades del barrio de River". El subcomisario Carlos Cheroni, uno de los tres jefes del operativo policial, minimizó ayer los incidentes --en los que tuvo directa participación la fuerza a su cargo-- y consideró que los shows fueron "una fiesta". Una porción de la gente que fue a River participó ayer con entusiasmo en numerosos programas radiales y televisivos que se ocuparon del tema. Muchos se quejaron de que nadie les pidió entradas para ingresar. Hablaron de que fueron robados. Los que vieron pibes descontrolados exhibiendo cuchillos de cocina o puntas. Los que ligaron palos policiales. Y los que la pasaron bomba, también. Todos tuvieron ayer algo para decir de los Redondos. A esta altura, una cuestión nacional.
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