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--¿Qué desafíos asumió para
interpretar a un personaje como el de Cyrano?
--El de bucear en mi
sensibilidad y exponerla cada vez más en estos momentos que por ser
contemporáneos nos cuesta tanto expresarnos. Tenemos tanta vergüenza de
mostrar lo que sentimos y lo que nos pasa, que el afortunado desafío que
me plantea Cyrano es comprometerme con esa personalidad, con sus emociones
y sensibilidades.
--¿Cyrano tiene un significado
especial para esta época, tan alejada del romanticismo?
--Estaba pensando en eso. Ahora
que faltan los últimos detalles empecé a descubrir una faceta mucha más
profunda del personaje. En definitiva, más allá de lo atractivo que
significó para mí Cyrano desde lo actoral, lo hacemos en una época
donde prácticamente desaparecieron la poesía y el romanticismo. Y es lo
que más me está gustando, esto de tener una platea con seres humanos
recibiendo el romanticismo, la calidez y el vértigo de este personaje.
Ahora siento que esto es el verdadero motor que me impulsa a venir todos
los días a hacerla.
--¿Qué aspectos del texto de
Edmond Rostand lo impactaron?
--Me llegó mucho todo el tema
de la privacidad de Cyrano, su soledad. Esos momentos los trabajé mucho,
para que se sienta que es un tipo solitario. Y en el texto aparece esa
lucha amorosa constante que tiene con su imperfección, su nariz, esa pasión
descontrolada por enojarse con la fealdad. Esa contradicción entre la
fascinación y el rechazo, que produce su fealdad, fue lo que más me
atrajo. Si Cyrano no hubiera tenido esa nariz tan grande no hubiese vivido
lo que vivió. No sé si sería tan romántico. La nariz, esa gran compañera
que llega un cuarto de hora antes que la persona de él a cada lugar, su
relación con esa imperfección me pareció muy profunda y como la punta
de la madeja de su ser y de lo que le pasa. La verdadera protagonista de
su historia es la nariz.
--Hay un contraste entre la
apariencia de Cyrano y su riqueza interior...
--Sí, la gran ventaja de esa
época es que el romanticismo se permitió sacar las cosas afuera.
Nuestras fealdades y deformaciones, entre comillas, están metidas en
recovecos intelectuales, ubicados en sensaciones, detrás de determinada
parte del cerebro y para sacarlos hay que ir al psicoanalista. En una
puesta como la de Norma, nos propusimos contar la historia y no
profundizar intelectualmente sobre eso.
--¿Cómo se siente dirigido
por Norma Aleandro?
--Trabajé con ella en La señorita
de Tacna, en los años '80. Mi personaje se enamoraba de ella. Me
deslumbraba como actriz, no paraba de mirarla. Es una persona que conoce
mucho el teatro. Para interpretar a Cyrano fue fundamental poder tirarme a
la pileta y con Norma cerré los ojos y me mandé, porque sabía que había
agua.
--¿Extraña a Panigassi? --Sí, lo extraño pero lo llevo conmigo en todos los viajes que hago. A la gente le pasa lo mismo. Es el día de hoy que me paran en la calle y me dicen "te veo", como si yo estuviese todavía haciendo ese personaje en televisión. Fue importante trabajar en "Gasoleros" porque internamente tuve un crecimiento muy grande. Panigassi hablaba desde el corazón. Al igual que Cyrano, Panigassi es un romántico.
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