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El País de Madrid Por Lola Galán Desde Roma
El poscomunista Massimo D�Alema, primer ministro italiano desde octubre de 1998, entregó ayer su dimisión irrevocable al presidente de la república, Carlo Azeglio Ciampi, quien se reservó las medidas a tomar y pidió a D�Alema que permanezca en el cargo hasta que se resuelva la crisis. La ronda de consultas con los líderes de las distintas fuerzas políticas se desarrollará hoy y mañana. D�Alema consumó su despedida con un discurso en el Senado en el que rechazó con vehemencia la propuesta de la oposición, reiterada ayer por Silvio Berlusconi, de anticipar las elecciones generales previstas para el 2001. �No considero justo, ni obligatorio deducir de la derrota electoral del domingo la disolución de las cámaras�, dijo.
LA MIRADA DE LOS ANALISTAS IDA DOMINIJANNI. La catástrofe superó las previsiones más pesimistas. Y ya este desfasaje entre previsión (¿imaginación?) y realidad es signo de una inquietante falta de conexión, por parte de la izquierda, con una sociedad a la que ya no se conoce. En el partido de D�Alema existía el debate sobre la �izquierda sin alma�; ahora van a tener que recuperar el cuerpo. Ojos, orejas, tacto y contacto para leer el cuerpo social y remodelar un cuerpo político en forma de partido. Dirigir la lente a la victoria de los derechistas Polo y Liga en el Norte y al �quid� de lo que no funciona en la relación entre la izquierda y la sociedad del Norte de Italia es muy parcial. Porque el voto demostró que Italia no está dividida, sino unida frente al viento que la atraviesa desde los Alpes hasta el Estrecho de Mesina. Es muy cierto que la �cuestión septentrional� que surgió a comienzos de los 90 mantiene sus peculiaridades, tanto más amenazadoras después del ingreso en la Unión Europea. Pero la escala nacional de la victoria del tándem Polo-Liga hace pensar más bien en un nuevo bloque social, que une al país en un entusiasmo común que hay que analizar. Y el progresivo abandono del modelo continental europeo en favor del �laborista� al estilo de Tony Blair acabó de confundir al electorado. Aunque las diferencias entre el peruano Fujimori y el venezolano Chávez, el chileno Lavín y el italiano Bossi (el separatista de la Liga del Norte que con sus votos dio la victoria a Berlusconi) o el austríaco Haider son importantes, en muchos países se ha verificado una crisis de la democracia representativa. Todos estos líderes políticos han basado sus campañas en la idea del cambio necesario. En algunos casos, la xenofobia promovió, antes que nada, estos movimientos. Insisto en que las diferencias son profundas, pero también lo eran entre nazismo y leninismo, y esto no quita que el concepto de totalitarismo haya sido y continúe siendo necesario. ¿No conviene acaso hablar de un neopopulismo definido como crisis de las instituciones políticas debilitadas por la incapacidad de los gobiernos para influir sobre la situación social, limitar la exclusión, elaborar proyectos para el futuro? La derecha de Berlusconi, Bossi y Fini ganó con las manos bajas las elecciones regionales, y Massimo D�Alema tuvo que presentar su renuncia. D�Alema, desafiado por Berlusconi, recogió el guante, y aceptó politizar al máximo las elecciones regionales. Forza Italia, el partido de Berlusconi, que en 1994 parecía un gadget empresarial, una prolongación del marketing y poco más que una nueva área comercial, es hoy un partido de hierro, con bases en las ciudades y sus suburbios, unido en el culto de la personalidad de su �capo� y en la liturgia televisiva. En estas elecciones hubo un singular �abstencionismo de izquierda�. Muchos votantes se permitieron el lujo de no ir a votar, para castigar a la izquierda, con el resultado de entregar las regiones a la derecha. Y más allá del fenómeno abstencionista, regiones modernas, productivas, europeas de Italia, apoyaron con su voto la energía instintiva de Berlusconi (con sus miedos por la globalización, la inmigración, el multiculturalismo) antes que la acción del gobierno de centroizquierda, que sin embargo consiguió, muy concretamente, que el país entrara en Europa y emprendió la reforma de la economía. Es como si el voto hubiera dicho que en el norte del país las palabras del centroizquierda no se oyen, mientras que el gobierno y sus partidos tampoco consiguen escuchar las palabras del Norte. Honor a los vencidos. No pretendemos hacer un balance de su año y medio de gobierno que quizás, considerado retrospectivamente, parecerá más positivo, o menos negativo, de lo que pareció durante su desarrollo. Pero D�Alema había dado algunos signos de inadecuación de carácter a su rol. Y ciertamente ha cometido el error de subestimar la �cuestión del Norte�, que siempre le pareció más verbal que real, y la cual me temo que pronto pesará gravemente sobre todos nosotros. Pero hay que reconocer todo lo que le debemos a D�Alema. Para empezar, el mérito de haber dirigido un gobierno que, salvo algunas excepciones, reunió buenos resultados trabajando con seriedad y sin protagonismos ni exhibicionismos.
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