Por Diego Fischerman
Marcelo Nisinman es muy joven. En realidad, es un virtuoso del bandoneón desde los 17 años. Tocó, como él mismo se encarga de decir, �con todos�. No hay, cuenta, �ningún músico de tango, joven o viejo, con que el que no haya tocado. Empezó a tocar su instrumento a los 8 años porque su padre, un fanático del tango en general y de Piazzolla en particular, lo obligaba. Estudia composición y piano en París. Y ostenta un raro blasón: es el único al que Piazzolla decidió darle su bendición.
�Papá me dijo que le escribiera una carta�, relata. �Y fui a verlo a su casa en Punta del Este. En el medio del bosque. Había que golpear las manos. Y yo esperaba que saliera el perro. Pero el que salió fue él. Le dije que lo admiraba, que tocaba el bandoneón y que tenía una carta para él. Le deje la carta y me fui. Al día siguiente me llamó Laura, su mujer, para decirme que Astor quería conocerme. Y nos hicimos amigos. Yo tenía 14 años y estaba todo el tiempo con él. Astor conoció a mis padres y también se hizo amigo de ellos. Cenábamos juntos e incluso poco después, con el sexteto, ensayaban en casa. Yo no iba al colegio para quedarme a escucharlos. Pero era una época rara, porque yo estaba medio a caballo entre dos mundos. El día que Piazzolla vino a cenar a casa por primera vez yo había ido a Ferro a ver a The Cure.�
En estos días, Nisinman está de vuelta en Buenos Aires. �Es muy fácil estar acá: están los amigos, están los lugares que uno conoce, y uno puede tocar en algún boliche para turistas y ganar lo suficiente para vivir bien y al día siguiente hacer lo mismo y al día siguiente de nuevo. Pero eso no es bueno. Hay un tango-arte y un tango-laburo. No son lo mismo y uno tiene que darse cuenta de la diferencia. Tiene que saber qué es lo que está haciendo. Si muchos de los que están haciendo laburos no se creyeran que están haciendo arte, las cosas saldrían mejor. No habría tanto proyecto misterioso.� El motivo �o uno de ellos� de su regreso a esta ciudad es un proyecto ambicioso, dedicado precisamente a la música de Astor Piazzolla. Los arreglos son de Nisinman. Los músicos involucrados, además del propio bandoneonista, son sus compañeros del trío de la Fundación Astor Piazzolla, el pianista Sebastián Forster (a quien Nisinman conoció en Holanda) y la cellista israelí (radicada en Holanda) Timora Rosler. Además, estará la Orquesta de Cámara Mayo, dirigida habitualmente por Luis Roggero y conducida en esta ocasión por Pedro Ignacio Calderón. Y la cuestión es la grabación en Buenos Aires de un CD producido en Holanda, que se presentará en público el próximo setiembre en el Concertgebouw de Amsterdam. �No es cierto que Piazzolla sea un virus o que no permita la evolución de la música ciudadana�, reflexiona Nisinman. �Al contrario; lo que pasa es que se lo conoce poco y es imposible partir de lo que él dejó si no se lo entiende a la perfección.�
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