ENEMIGO
El conflicto social puede ser muchas cosas. Una deuda, una herencia, un
resultado del modelo, una condena, una maldición, una posibilidad. Pero
nunca un enemigo. No se pueden asimilar los cortes de ruta con la
delincuencia, ni las manifestaciones de protesta con el patoterismo. Si el
Gobierno insiste en hacerlo, nadie debería sorprenderse cuando se repitan
episodios como la salvaje represión de ayer. Es inhumano, pero además inútil,
enfrentar el hambre con balas o el descontento con gases lacrimógenos.
Quizá contener con paciencia el disenso resulte exasperante, tanto como
tolerar una manifestación que dificulta el funcionamiento del tránsito y
el Congreso. Pero seguro resultará menos costoso para los objetivos
oficiales, cualesquiera sean, que dejar todas las respuestas en manos de
la Represión. Golpes, balazos y prepotencia son el menú que tienen para
ofrecer los uniformados. Y no hay gobierno que pueda argumentar que no lo
sabe.
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