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EL CENTROIZQUIERDA ITALIANO ELIGIO AL SUCESOR DE MASSIMO D�ALEMA
Un Olivo sostenido por alfileres

Giuliano Amato, actual ministro del Tesoro, es el candidato de un frágil consenso que los partidos de la coalición centroizquierdista italiana lograron para reemplazar a Massimo D�Alema en el gobierno, caído tras el ascenso de la derecha en las elecciones regionales del domingo.

El poscomunista Massimo D�Alema tras presentar su renuncia al presidente Ciampi (der.).
Hoy Ciampi recibirá de la coalición de centroizquierda la propuesta de Amato para reemplazarlo.


El País de Madrid
Por Lola Galán Desde Roma 

Giuliano Amato será el candidato que el centroizquierda indicará hoy al presidente italiano Carlo Azeglio Ciampi para guiar un nuevo gobierno de la coalición, destinado a agotar la Legislatura, tras la dimisión del poscomunista Massimo D�Alema luego de los avances de la derecha en las elecciones regionales del domingo. Ciampi inició ayer las consultas con los presidentes de las dos Cámaras y los líderes de los partidos menores. Hoy recibirá a la coalición de oposición, que sigue presionando para que se celebren elecciones anticipadas, y, finalmente, a la de centroizquierda, que le dará seguridades de que un gobierno presidido por Amato tendrá los votos necesarios en el Parlamento. 
Hasta el último momento, las dudas y las divisiones internas de la coalición mantuvieron en suspenso la candidatura del actual ministro del Tesoro, Giuliano Amato, de 61 años. Ni el Partido Popular Italiano (PPI), una fuerza importante en el centroizquierda con sus 57 diputados, ni el centrista Udeur de Clemente Mastella, que cuenta con 20, ven a Amato con excesivo entusiasmo, en parte por considerarlo un candidato de la izquierda, es decir, apoyado fundamentalmente por el ex comunista partido de los Demócratas de Izquierda (DS). Al final, sin embargo, la imposibilidad de convencer al gobernador de la Banca de Italia, Antonio Fazio, para que acepte el reto, y la ausencia de otros candidatos logró el milagro de unidad que representa para el centroizquierda ponerse de acuerdo sobre el que será su próximo líder. Aún así, la idea original de centristas y posdemocristianos es que Amato se limite a cubrir el expediente de mantener al centroizquierda en el poder has- ta las elecciones generales de la primavera de 2001. Algo que el interesado advirtió ayer no estar dispuesto a aceptar: �No sería justo que la persona que asume ahora la responsabilidad de gobierno lo haga con limitaciones y precondiciones que le impidan participar en la carrera futura por el liderazgo del centroizquierda�, dijo desde Nueva York, donde se encuentra dando una serie de conferencias. 
En todo caso, y aunque Ciampi decida, como parece prácticamente asegurado, encargar a Amato la formación del que será el 58º gobierno italiano desde la II Guerra Mundial, el camino hasta el gobierno está sembrado de minas. La primera dificultad para el nuevo primer ministro y su Ejecutivo estará en superar la votación en la Cámara de Diputados. La mayoría en el Senado es lo bastante sólida como para no despertar temores. El recuento de votos está �a priori� a su favor, pero no puede ser más justo. Amato necesitará 316 votos (si la asistencia de diputados es total) y el centroizquierda cuenta con 322 diputados, mientras la oposición sólo dispone de 266, pero las votaciones en la Cámara baja son lugares ideales para toda clase de emboscadas mortales. Sobre todo si se confirman los intensos rumores que hablan de una campaña de �adquisiciones� de votos por parte del centroderecha. Al menos diez diputados, se argumenta, podrían ser �conquistados� por las tropas de Silvio Berlusconi. 
En realidad, en la política italiana se da una anomalía bastante original, y es que dos bloques ideológicos muy similares que proceden de la Democracia Cristiana y forman parte del Partido Popular Europeo (PPE), atomizados en media docena de partidos, son enemigos irreconciliables, militantes unos de la coalición de centroizquierda, otros de la de centroderecha. Desde el triunfo de esta última coalición en las regionales del domingo se han intensificado los llamamientos a los �populares� de izquierda desde las filas de los �populares� de derechas. El líder del Centro Cristiano Demócrata (CCD), Pierferdinando Casini, socio del Polo de la Libertad, ha encabezado la campaña de llamamiento a la deserción a sus correligionarios del centroizquierda. El éxito de Casini está por verse,porque en la política italiana las diferencias ideológicas son secundarias a la hora de explicar las rivalidades entre partidos, basadas más en cuestiones de liderazgo y reparto de cargos.


opinion

MARC SEMO.
Tras una derrota anunciada

Si Massimo D�Alema irrita a menudo por una reserva que pasa por arrogancia, muchos, tanto de derecha y como de izquierda, especialmente en el seno del empresariado, saludaron desde hace tiempo su inteligencia política. Esta le permitió convertirse en el primer dirigente ex comunista que presidiera el Ejecutivo en un país occidental, haciendo realidad el viejo sueño de los militantes de un partido donde él hizo toda su carrera.
�Pionero� en sus primeros años, luego dirigente de las Juventudes Comunistas, este hijo de un general de la Resistencia se había comprometido al lado de Aquille Occhetto para transformar después de 1989 el Partido Comunista Más Importante de Occidente en una formación socialdemócrata que rompió con el marxismo. Luego fue secretario general y acentuó aún más la mutación del ex PCI. Europeo convencido y políglota, ex alumno de la prestigiosa Escuela Normal Superior de Pisa, seducía a Tony Blair y aun a Lionel Jospin. Su consagración fue la cumbre de la �Tercera Vía�, entre el socialismo y el liberalismo, organizada en Florencia en noviembre de 1999, para la cual hasta Clinton se desplazó. 
Hombre del aparato partidario y hábil político, D�Alema no llegó a convencer como presidente del Consejo durante los 547 días que pasó a la cabeza de dos gobiernos sucesivos. Al renunciar, reconoció un traspié del centroizquierda que es ante todo un fracaso personal.
Llegó al Palazzo Chigi, la sede del gobierno italiano, en octubre de 1998 favoreciendo una revolución de palacio, avivando en secreto una crisis política que obligó a Romano Prodi a renunciar. Reemplazando a Prodi, D�Alema esperaba tener el tiempo de ganar credibilidad antes del fin de la Legislatura. Pero muchos italianos resintieron el �putsch� como una vuelta a las viejas prácticas de la �partidocracia�. En el poder, a la cabeza de una coalición todavía más heteróclita que la de su predecesor, D�Alema no pudo evitar una continua cacofonía que paralizó y a veces puso en ridículo su acción gubernamental. Los comunistas no renovados tiraban de un lado, los ex demócratas cristianos de derecha del viejo presidente Cossiga del otro. El gobierno por cierto sostuvo la intervención de la OTAN en Kosovo, pero al costo de serias discordancias internas y con justificaciones embarazosas, como la del ministro de Defensa precisando que los aviones italianos no tiraban más que para defenderse.
En diciembre de 1999, trató de reafirmar su equipo creando un gobierno �D�Alema II�, más compacto y abierto hacia el centro pero que tampoco logró convencer verdaderamente. Antes de las elecciones regionales, buscó nuevos aliados. Después de haber cortejado sin éxito a la Liga del Norte de Bossi, regionalista y hasta racista, se volvió finalmente sobre los radicales de Panella. Un enfoque siempre más político que no movilizó para nada a los votantes de izquierda. 
(Publicado en Libération.) 

RICCARDO BARENGHI.
No al gobierno del miedo

El desastre electoral no se detuvo con la llegada de los resultados electorales. Ha perturbado no sólo a D�Alema y a su gobierno sino también al estilo general de la medida y el estilo de la política italiana. La dimisión de D�Alema se debe a que éste juzgó que la votación no fuesimplemente una consulta regional, sino un verdadero referéndum entre la mayoría gubernamental y la oposición. Una votación enteramente politizada, así querido por Berlusconi, y así convalidado por el mismo D�Alema. Si nos atuviéramos al pie de la letra constitucional, el premier se podría haber quedado con su puesto, limitando la respuesta de las urnas al estricto valor formal que tiene sobre el papel. Hubiera sido un triple salto mortal, una operación arriesgadísima, pero legítima. Eligió otra opción, e hizo bien. Quedarse en el Palazzo Chigi después de la derrota, hubiera sido como sumergirse en una cacerola de aceite hirviendo. 
Aunque D�Alema es el principal responsable de la derrota, no es el único. En Italia, el premier no es un monarca absoluto, o un dictador sin escrúpulos. Detrás de él, junto a él, hay más de medio Parlamento, una decena de partidos, variados líderes y asesores, mujeres y hombres que hicieron a la Italia de centroizquierda. Pero la situación es muy metafísica. Será interesante ver cómo ese centroizquierda se las va a arreglar para explicarles a los ciudadanos que su gobierno renunció porque el Polo venció las elecciones y que entonces el centroizquierda (y no el Polo) rehará al gobierno, cambiará al premier y a algunos ministros. La izquierda perdió dos millones de votos con el abstencionismo. Pero entonces, paradójicamente, el nuevo premier sacado de la galera será un D�Alema a la enésima potencia, que sólo esperará una ocasión (y este interregno es una ocasión óptima) para profundizar el golpe contra los derechos de los jubilados y trabajadores en relación de dependencia, sobre los de las mujeres, sobre las libertades civiles, sobre los sindicatos. 
Es evidente en toda Italia que la única vía de escape digna de esta situación es la convocatoria anticipada de elecciones generales. Y entretanto también resulta evidente que la izquierda está dando pasos en falso para evitarlo, porque tiene pánico de perderlas. En cambio, habría que olvidar el miedo, que por lo común hace que las cosas salgan peor. Si mañana podemos perder, imagínense pasado mañana, con un año de gobierno de Amato a nuestras espaldas. 
Con un acuerdo programático de pocos puntos, sensiblemente diverso de los que han caracterizado al gobierno D�Alema, que llegue al corazón de los que ya no votan a la izquierda pero no han votado nunca a la derecha, con un líder que sepa hablar este nuevo lenguaje, ¿quién dijo que en junio no se pueda desafiar a la derecha? 
(Publicado en Il Manifesto.)

 

 

opinion
Por Alfredo Grieco y Bavio

Massimo moderato

La victoria arrasadora de la derecha contra el gobierno de Massimo D�Alema en las elecciones del domingo fue muy diversa de la que el 12 de marzo hizo de José María Aznar árbitro indiscutido del gobierno español. Porque si el Partido Popular ganó la mayoría absoluta sin el nacionalismo, y aun contra él, Forza Italia, el partido de Berlusconi que en 1994 parecía un mero set de televisión, venció gracias al peor de los nacionalismos, el separatista y xenófobo del Norte de Italia. Así como en Estados Unidos George Bush ganó las primarias del partido republicano gracias al voto bien disciplinado de la derecha cristiana, Berlusconi quedó como rehén de Umberto Bossi y de Gianfranco Fini. Hasta ahora, el centroizquierda había desempeñado el protagonismo en las historias italianas con final feliz: el operativo Manos Limpias, el ingreso en el pelotón inicial del euro, y también el rol desempeñado junto a la OTAN en la guerra contra Yugoslavia por la cuestión de Kosovo. Paradójicamente, eran triunfos más apreciables desde la perspectiva de la derecha liberal que desde la izquierda. La paradoja se conservó en las reacciones europeas observadas ante las elecciones. Mientras que el alemán Schroeder y el inglés Blair guardaron un piadoso (o impiadoso) silencio, el Financial Times fue hiriente en sus ataques a Berlusconi, y señaló su neoseparatismo y su política antieuropea. La agencia norteamericana Standard & Poor�s felicitó al gobierno (saliente) de centroizquierda por sus logros en la reducción del déficit. Pero el más duro fue el Wall Street Journal Europe, que se pregunta en un editorial si la victoria de Berlusconi no es la llegada de un Haider a Italia. A menos, concede, que no elija un camino a la manera del de Aznar. �Es un conflicto �se lee en el WSJ� entre dos tendencias, que puede destruir la última oportunidad para que la economía italiana sea más libre y su política más democrática�. Naturalmente, es un desideratum de derecha, pero no es menos notable que se asuste ante la �haiderización de Italia� y que reconozca en Bossi �el estilo de Jean-Marie Le Pen�. Porque esta cuestión es la que el gobierno de centroizquierda ha sido más renuente a admitir. El mismo D�Alema insistió, e hizo de ello una cuestión diplomática con Alemania, en que las extremas derechas del Norte italiano jugaban el juego democrático, y ningún otro. Más allá del error fatal de cálculo electoral, sólo cuando la izquierda sepa responder a las demandas de un próspero Norte que le es hostil ganará, otra vez, las elecciones. 

 

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