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�AGNES BROWNE�, UNA COMEDIA DIRIGIDA Y ACTUADA POR UNA SEÑORA ACTRIZ
Un festival con marca Anjelica Huston

La cáscara de la historia se parece a la de muchos melodramas made in Hollywood. Pero esta es una historia sencilla, un homenaje de la familia Huston a la Irlanda de sus ancestros.

Huston brilla, como directora y actriz, en una historia conmovedora.
Su única película previa como directora se llamó �Asalto a la inocencia�.


Por H. B.

t.gif (862 bytes) Girando todo alrededor de una abnegada madre de clase trabajadora recién enviudada y con siete hijos, podría verse en Agnes Browne un equivalente de aquellos dramones femeninos que Hollywood solía producir para lucimiento de Bette Davis, Joan Crawford o Barbara Stanwyck. Como ellas, la protagonista carga aquí con todo el peso dramático, sufre como loca, se ríe mucho también, y se gana finalmente el corazón de dos príncipes azules, a falta de uno. Y de paso, el de los espectadores. Teniendo en cuenta que quien la encarna es la misma persona que dirigió la película, podría pensarse con todo derecho que se está ante un caso grave de narcisismo actoral. Nada de ello.
En primer lugar, Agnes Browne no es ningún dramón, aunque sí tenga elementos de melodrama. El espíritu predominante es de comedia, con un tono marcado ya en la divertidísima escena inicial, en la que Agnes va a tramitar la pensión del marido unas horas después de enviudar. Y si bien es verdad que durante hora y media Anjelica Huston se sirve a sí misma un personajón de esos con los que toda actriz sueña, no hay en su actuación ni en su trabajo de directora el más mínimo asomo de ego. Lo de ella es otra cosa, se sabe desde que debutó hace casi veinte años en El honor de los Prizzi, lo confirma a cada película y aparece elevado a la enésima potencia en Agnes..., su más decidido protagónico hasta la fecha. Tocada por alguna gracia familiar o traído de cuna nomás, lo de la Huston se llama personalidad, presencia cinematográfica, y es algo a lo que todos aspiran y pocos, muy pocos tienen. Ahí sí, doña Anjelica tiene con qué equipararse a Bette, Joan, Barbara y tantas otras. La novedad que anuncia Agnes Browne es que la hija de John Huston derrocha tanta personalidad detrás de cámara como delante de ella.
Situada en un barrio bien humilde de Dublin a mediados de los años 60 y basada en una novela, el segundo opus dirigido por la Huston (la anterior salió aquí en video, con el título de Asalto a la inocencia) es una comedia popular hecha y derecha. Llena de señoras que atienden puestos en la feria (Agnes es una de ellas, las demás son sus amigas), chicos que juegan en la calle, ropa tendida, rituales de vecindad y, faltaba más, esos pubs bien regados de cerveza negra y alegría después del trabajo, Agnes Browne tiene un aire inconfundible. El mismo de ciertas películas de Stephen Frears, como Esperando al bebé y sobre todo La camioneta. Llevada sin duda por recuerdos personales (papá John amaba Irlanda, y ella vivió mucho tiempo allí), Anjelica se acerca a ese ambiente y personajes con una sinceridad, un encanto, una nobleza sobre todo, que no deberían extrañar. Son las mismas razones que hacen de ella una actriz de fuerte y conmovedora presencia. 
Puntuada por esa música folk que Paddy Moloney (líder del grupo The Chieftains) conoce como nadie, Agnes Browne es un cuento de hadas barrial, lleno de tristezas, alegrías y con un happy end en el que aparece como deus ex machina el mismísimo Tom Jones, héroe de la clase trabajadora. Lacámara muestra por última vez a Agnes/Anjelica y él pone la letra: �She�s a Lady, Uou uou uou, She�ss a Lady...� Vaya que sí. 

 


 

�ORFEO�, DE CARLOS DIEGUES
For export, from Brasil

Por Martín Pérez

Hace un par de años, un tal Baz Luhrmann decidió que la juventud de hoy necesitaba una versión de la historia de Romeo y Julieta más moderna que la de Zeffirelli. Así fue como se agenció a Leonardo DiCaprio, y con música disco de fondo realizó una fascinante versión moderna y vieja a la vez de la historia más romántica de todas, atreviéndose incluso a utilizar una pileta para la famosa escena del balcón. Con el Orfeo de Vinicius de Moraes en mente, el director brasileño Carlos Diegues también pensó en una puesta al día una clásica tragedia romántica. Orfeo se rodea de temas de Caetano Veloso y Gabriel O Pensador, y sale a escena en un Río de Janeiro de postal, con el Cristo del Corcovado siempre presente, y el Sambódromo filmado como en un documental del Carnaval en Río. 
Porque eso es lo único destacable de esta fallida versión aggiornada del Orfeo brasileño: las tomas del Carnaval oficial, dignas de un film musical, pero no de una película en la que nada deviene, sólo sucede, y ya está. Orfeo deambula entre amores con fecha de vencimiento, narcotraficantes benefactores y policías prepotentes. Aunque ninguno de ellos es todo lo que parece ser. Pero no porque las cosas en el mundo no son ni blancas ni negras, sino porque Orfeo �y el guión de Orfeo� no sabe qué decir de cada uno de ellos. Hacia el final, como saliendo de ningún lado, Caetano aparece en un balcón de la favela, cantando con su guitarra. 

 

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