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una obra del dramaturgo Osvaldo Dragún
Memoria y balance

El director Rubén Pires explica el valor de �El Pasajero del Barco del Sol�, que el fallecido ex director del Teatro Nacional Cervantes escribió en 1996. Habrá un preestreno para lectores de Página/12.

Rubén Pires tuvo una relación entrañable con Osvaldo Dragún.
Uno de los temas de la obra es la fatal presencia de la muerte.

Obra: �Este es un texto emotivo y crítico, donde Osvaldo parece querer saldar cuentas. Está instalado, como todo lo de él, en un plano autobiográfico�.


Por Hilda Cabrera 

t.gif (862 bytes) Al director Rubén Pires le toca en suerte poner en escena el penúltimo material del dramaturgo Osvaldo Dragún, ex director del Teatro Nacional Cervantes, fallecido en junio de 1999. Lo difícil fue �en opinión del puestista� encontrar �los vasos comunicantes� de esta obra, que fluye en varias direcciones y lleva por título El Pasajero del Barco del Sol, escrita en México en 1996. Pires conoce en profundo la producción de Dragún. Debutó en la actuación en 1978 con Historias para ser contadas y se fogueó con otras más del autor de la emblemática Los de la mesa 10, hasta que en 1982 se dedicó a la asistencia de dirección junto a Lorenzo Quinteros. De entonces a hoy concretó importantes trabajos, los más recientes de ellos su premiada puesta de Marat/Sade, de Peter Weiss, y la convocante Los indios estaban cabreros, de Agustín Cuzzani. Esta última en el Cervantes, donde mañana se ofrece una función de preestreno de El Pasajero... para los lectores de Página/12 que hayan retirado previamente las entradas en la recepción del diario. Pires tomó contacto con esta obra en noviembre del �98. �Osvaldo me la pasó para que la leyera. Pensaba ponerla en el Teatro Observatorio o en el Del Pueblo �cuenta el director-. Algo habíamos hablado sobre la puesta, un poco por coincidencia, porque yo había generado dos años atrás un material, Archivo Nietzsche (que se repone este año en el Centro Cultural Rojas), donde, como en El Pasajero..., había un personaje en tránsito entre la vida y la muerte.�
�¿Fue sólo una coincidencia?
�El tema de la muerte como fatalidad es una constante en mis trabajos, pero más que nada ese pasaje...
�De extrema soledad...
�Eso también creo yo, y en El Pasajero... juego con ese imaginario. En Archivo... era mucho más doloroso. En la obra de Dragún es diferente: se mezcla con la emoción. El dolor no es necesariamente negativo, a veces es una muestra de salud, y no lo digo por conformismo sino para revalorizar lo placentero. 
�¿Cómo ve ese tránsito en Dragún?
�Este es un texto muy emotivo y también crítico, donde Osvaldo parece querer saldar cuentas. Está instalado, como todo lo de él, en un plano autobiográfico. Toma, además, temas que son una constante en su producción, como el de algunas tecnologías que en lugar de acercar al hombre lo anulan, la dificultad de asumir la paternidad, el canibalismo...
�Que es fundamental en otra pieza suya, Hoy se comen al Flaco...
�Acá hay un pasaje en el que simbólicamente se lo comen a él.
�En un reportaje publicado en La Habana en 1992, Dragún cuenta de dónde surgió la anécdota sobre el canibalismo en aquella obra. Un autor venezolano (César Rengifo) le habló del ardid de un dueño de circo para atraer público: la promesa de que al final de la función los actores se comerían al Flaco (el mismo Rengifo, entonces actor). Ahí aparece una degradación originada en lo social.
�Un hambre profunda, muy latinoamericana, mostrada ahí a través del circo. Ese material y el de otros reportajes que le hicieron en Brasil y Estados Unidos aparecen justamente en mi adaptación. Esta es también una obra de sensaciones, por eso me animé a armar un compendio de los escritos de Osvaldo para insertarlos en El barco..., que en mi puesta está relacionado con lo circense. Sobre el tema de la muerte del padre, encontré nexos con ¡Arriba, Corazón!, por ejemplo, o el planteo de la paternidad, con Mi obelisco y yo. Utilizo objetos, como por ejemplo el paraguas, que para él tenía un efecto mágico (eso está en Historias con cárcel, Mi obelisco y yo y Volver a La Habana, entre otras obras). Mi intención es mostrar parte de su universo, tanto desde los puntos más opuestos como desde los de mayor contacto. 
�¿Se refiere a los suyos respecto de los de Dragún? �Exactamente, a su mirada sobre la mujer, los padres, los amigos y el mundo de la creación, porque el protagonista de este barco es un escritor llamado Ulises. 
�¿Lo relaciona con el mítico de La Odisea en su regreso a Itaca?
�Este Ulises está más cerca del de James Joyce. El viaje es básicamente un recorrido mental, un fluir de la memoria y las emociones. 
�¿Tal vez el intento del encuentro entre padre e hijo y la visión de la madre como un ser �imposible�, pero imprescindible?
�Sí, por eso en esta puesta la madre aparece como una novia eterna que no se expresa siempre en el mismo idioma sino en polaco, yiddish...
�No falta nada...
�Trato de hacer cada puesta como si fuera la última. Nadie me garantiza la vida. Tuve experiencias muy cercanas con la muerte. Perdí un hermanito de tres años, y hace poco otro hermano de 21 años. Cuando pasan estas cosas, uno toma conciencia de la existencia del dolor, se vuelve menos indiferente y busca lo esencial, como el Ulises de esta obra, que de alguna manera es Dragún y se siente afuera de un mundo que soñó diferente. Porque la posibilidad de que el ser humano cambie las cosas está presente siempre en las obras de Osvaldo y en su rebeldía frente a las convenciones de la escritura. Fue un provocador absoluto dentro del lenguaje, aunque de manera muy diferente, como se ve en sus últimas obras: El delirio, La balada del pobre Villon, Los alpinistas, La noche del caracol y La ciudad del astronauta.
�¿Qué cambios significativos advierte en esos últimos trabajos?
�Creo que hubo un cambio de mirada, más volcada a lo individual que a lo social. Más metafísica. Lo que siento es que Osvaldo nunca fue un escritor realista. Se lo veía siempre en otro plano: se corría de la realidad y jugaba con el lenguaje para revalorizarlo, a veces por contraposición, poniendo deliberadamente alguna frase fuera de contexto para sacar al espectador de una posición cómoda y hacer de él un personaje que se mostrara al mismo tiempo activo y libre.

 

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