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Por Raúl Dellatorre El trabajo promete generar polémica entre la intelectualidad progresista. Un prolijo y minucioso estudio del economista Eduardo Basualdo, de Flacso y del IDEP-CTA, demuestra que el fenómeno de la fuga de capitales al exterior en los 90 �ha sido de similar magnitud, e incluso superior en algunos años� a las divisas comprometidas en el pago de intereses y capital de la deuda externa anualmente. A partir de ese punto de vista, el autor sostiene que la propuesta del �no pago� de la deuda carecería de eficacia, no sólo en términos de viabilidad política sino también incluso por sus efectos prácticos. El otro cuestionamiento central que surge del trabajo de Basualdo es que la política económica diseñada a partir de la convertibilidad, que concentra los esfuerzos en atraer al capital externo para financiar el crecimiento, habría fracasado en su objetivo, ya que la salida de capitales durante la última década superó el ingreso de inversiones externas. En una entrevista con Página/12, Eduardo Basualdo comentó los aspectos centrales de su trabajo �Acerca de la Naturaleza de la Deuda Externa y la Definición de una Estrategia Política�, que este diario, con el auspicio de la Universidad Nacional de Quilmes y Flacso, entregará gratis junto a su edición de mañana. �¿Cuál es su planteo con respecto de la problemática de la deuda externa? �Cuando se habla de deuda externa, hay que tener en cuenta el conjunto de efectos generados. Es un problema estructural y central de la economía argentina en los últimos 20 años, y esos efectos no están relacionados únicamente con el pago de los intereses y el capital a los acreedores. El aspecto que usualmente no se tiene en cuenta es el comportamiento de los deudores privados y el Estado como deudor. Este último aparece como subordinado a la consolidación de un nuevo patrón de acumulación, y atado al ritmo del endeudamiento privado. La otra cara del fenómeno, la del sector privado, es la fuga de capitales, que adoptó ciertas características en los 80 y se fue incrementando en los 90, ya no como reacción a las crisis de balanza de pagos sino como un dato estructural y permanente. Incluso, el monto comprometido en esta fuga de capitales supera en algunos años la salida por pago de intereses y capitales de la deuda. �A partir de este enfoque, ¿su trabajo cuestiona la propuesta de sectores de izquierda del �no pago� de la deuda externa? �Una propuesta que se agota en el �no pago� a los acreedores sólo contempla una parte del problema. No contempla la posible injerencia sobre otras políticas internas que han posibilitado, y siguen posibilitando, esta fuga de capitales. �¿Cómo pudo darse esta fuga de capitales mientras la premisa de la política oficial era alentar la inversión externa? �Es una discusión pendiente. Se propugna que la convertibilidad fue un instrumento para el ingreso de capitales, pero salieron más de los que entraron. En los 80, la fuga estaba directamente vinculada al endeudamiento: entraban los capitales vía deuda externa, se valorizaban internamente por la diferencia de tasas de interés entre el mercado financiero interno y externo, y salían ya valorizados, en general financiados por el endeudamiento estatal (para compensar la escasez de divisas en el mercado local). En los 90 es más complejo. Un factor nuevo está dado por las privatizaciones, que generó una repatriación de capitales en los primeros años, vinculado con la compra de empresas públicas por parte de grupos económicos locales, solos o asociados con firmas extranjeras. A ello le sigue una etapa de salida de capitales más pronunciada que en los tiempos de Martínez de Hoz (ministro de Economía de la última dictadura, 1976/81). Aquí converge el mecanismo de valorizaciónfinanciera, como el de los 80, con la venta de las participaciones de los grupos locales en las empresas privatizadas. El valor de esta salida de capitales (de los grupos que venden y no reinvierten en el país) supera el pago a los acreedores. Agravado porque estos grupos obtuvieron una ganancia patrimonial al multiplicar el monto inicial de su inversión, y se llevan del país un valor mayor al del ingreso original por repatriación. �¿Pero la venta de las participaciones de los grupos locales, aunque luego retiren el capital del país, no se compensa con el ingreso de los capitales de los grupos extranjeros que compran? �No es lo que se traduce en las cuentas externas del país. La inversión extranjera directa es superada por la salida de capitales. La compensación de la cuenta de balanza de pagos se da por un aumento del endeudamiento, no por ingreso genuino de capitales. Este puede ser un mecanismo de los nuevos propietarios de las empresas públicas privatizadas, que compran no a través del ingreso de capitales propios, sino endeudándose en el exterior. Eso explicaría el efecto sobre las cuentas externas. �¿Hay una propuesta alternativa en su trabajo a la del �no pago� de la deuda? �No hay estrictamente una propuesta, sino un planteo de la importancia estratégica de incorporar este otro tipo de impacto de la deuda, el de la fuga de capitales al análisis, en términos de una política. La propuesta del �no pago� es difícilmente viable, y descuida éste otro aspecto del problema. En cambio, incorporarlo lleva a plantear el cuestionamiento de toda la política económica interna: precios relativos, política impositiva, el movimiento de capitales financieros y la apertura económica. �¿Fallaron estas políticas en relación con los objetivos planteados por la convertibilidad? �Es un tema en debate. La política económica de los 90 dio resultados en cuanto al ingreso de inversión externa, pero al mismo tiempo posibilitó la salida de capitales locales. El efecto está relacionado con todas estas desregulaciones de mercados que llevaron a una gran concentración, las políticas impositivas que no gravan a los activos financieros, la apertura de los mercados de bienes, y un cambio estructural estrechamente vinculado con la consolidación de la valorización financiera como patrón de acumulación. La tasa de interés interna sigue superando la tasa de ganancias de los sectores productivos, salvo el de servicios. Eso funciona como una barrera a la inversión externa, reduciendo el espectro de alternativas que pueden resultar atractivas. Antes, durante la etapa de sustitución de importaciones, la inversión extranjera directa se concentraba en los sectores industriales. Ahora va a los servicios privatizados, las actividades comerciales �como hipermercados� y minoritariamente hacia unas pocas ramas de agroindustria. La única excepción es la industria automotriz, que operó con un régimen de protección extraordinaria, ratificado por el nuevo acuerdo con Brasil. �Un sector que, además, quedó totalmente en manos extranjeras, al menos a nivel de las terminales... �Sí, y a partir de esa situación se da otra forma de salida de capital, no contemplado en las cifras del trabajo que publiqué. Es la transferencia de capital al exterior vía el comercio intrafirma. Tengo entendido que al menos el 70 por ciento de las transacciones del sector automotor con Brasil se realiza con firmas vinculadas (pertenecientes total o parcialmente a la misma casa matriz), y a través de la subvaluación de exportaciones (cobrando más barato que el valor real) o sobrevaluación de importaciones (pagando más caro) se opera otra forma de salida de capitales.
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