Vicente
Battista, María Angélica Bosco y Jorge Rivera participaron en la Feria
de una charla sobre "el violento encanto de la novela policial". |
"¿Puede el encanto ser
violento?, ¿puede la violencia ser encantadora?" se preguntó Bosco,
y el auditorio casi por reflejo aguzó los oídos y entrecerró los ojos.
Una aparente contradicción parecía el modo más indicado de comenzar la
noche. La autora, sin embargo, despejó las sospechas a tiempo.
"Parece una contradicción, pero no lo es tanto. La palabra encanto
significa persuación, seducción. En la seducción, aunque no sea
violenta, existe aquella voluntad de tomar algo del otro", expuso.
"Creo que el verdadero encanto de la novela policial reside en la
intención de participar. Es un género que no merece ediciones de lujo, y
se guarda --con suerte-- en el último estante de la biblioteca. Y sin
embargo el lector se sumerge, se convierte en cómplice del autor."
La media sonrisa de uno de los asistentes indicaba que Bosco había dado
en el clavo. Su público de cómplices parecía saber perfectamente de qué
hablaba. El
perfil del escritor de policial tomaba forma: metódico, concentrado en la
construcción del crimen perfecto como si fuese el asesino mismo. Y aún
así, relegado al callejón oscuro de la literatura. "Hay cierto
rechazo a que el libro entre en la biblioteca", explicó Battista.
"El escritor de este género es algo así como el pariente pobre de
las letras, y esto tiene que ver con que los títulos entran por la puerta
de servicio, se consideran desechables. La historia está llena de
ejemplos de autores de policiales que necesitaron demostrar que además
podían hacer literatura."
¿El crimen como una ecuación
a resolver, o el clima de misterio por el clima mismo? El planteo llegó
desde el público, y los autores se declararon más cerca de Chandler que
de Agatha Christie: "Por fortuna, la llegada de Hammett y Chandler al
género policial opera en él una vuelta de tuerca, y surge la novela
negra. En este tipo de historias el final no es la clave, porque la
violencia proviene por lo general de la sociedad y no del asesino",
sintetizó Battista. La evolución del género fue vista por Rivera a la
luz de la geografía: "es comprensible el folletín en un país como
Francia, donde el lector recibía pronto el siguiente ejemplar y podía
saciar su ansiedad de suspenso. En la misma época en los Estados Unidos,
un jinete avezado tardaba doce días en cruzar el país de Nueva
Inglaterra a California. El recurso que encontraron para comercializar el
género fue incluir un relato de este tipo en el magazine, cuya extensión
era controlada para que pudiese ser leído de una sola vez". La sala
se vació con rapidez, cuando todavía resonaba el eco de la última
frase. Hábiles en el arte de confundirse en la multitud, los lectores se
alejaron. El último pasó, con el mayor de los disimulos, un pañuelo de
hilo por el picaporte y se perdió de vista entre los stands, mascullando
algo sobre un mayordomo.
|