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OPINION

El tema es la orden

Por Luis Bruschtein

Quien ordena un acto de represión se introduce conscientemente en un escenario con muchas variables imprevisibles, por más profesional que sea el cuerpo de policía. A su vez, un proceso violento se torna cada vez más incontrolable a medida que aumenta el nivel de violencia. Se supone que, cuando se ordena reprimir, ese peligroso margen de imprevisibilidad tiene que estar incluido en el balance que se haga con respecto al objetivo que se persigue. Por eso la orden de reprimir tiene que ser una decisión política y no policial.

  Si la respuesta oficial por la represión al grupo de camioneros en el Congreso se limita a la sanción de los policías que participaron, el mensaje es: "La orden estuvo bien, la ejecución mal", pese a que resulta evidente que, al dar esa orden, hubo factores que no se evaluaron. Básicamente, las consecuencias fueron peores de lo que se trataba de evitar. Queda la impresión de que no se tiene conciencia de que la orden de reprimir implica un salto cualitativo sustancial en la acción de la policía, que se trata de un último recurso.

  Hay una diferencia entre prevención y represión. Cientos de policías y vallas de contención en la zona, para garantizar el libre acceso y salida del Congreso hubiera sido prevención. Poner en funcionamiento agresivo a la Guardia de Infantería para despejar la calle es represión. La diferencia entre esas dos estrategias es política y la decisión de optar por una de las dos, también. No es un tema policial, porque la función policial no es evaluar las consecuencias globales.

  Las autoridades del Ministerio del Interior defienden la posibilidad de que la policía actúe para resguardar otros derechos que, supuestamente, en ese momento se contradecían con la acción de los manifestantes. Pero al defender la orden de reprimir plantea, con este argumento, una opción maniquea entre la inacción total o la acción extrema. En la acción política no autoritaria existe una gama mucho más amplia de posibilidades.    El informe del ministro Storani y del secretario Enrique Mathov destaca la celeridad en separar a los efectivos que participaron en la represión. Como si así quedara saldada la discusión. La cuestión sobre si debe o no renunciar el funcionario que dio la orden también es secundaria. Lo que debería quedar en claro es si la orden estuvo bien. Porque, como lo demuestran los hechos de diciembre en Corrientes y los del miércoles pasado en el Congreso, si la idea es: "La orden estuvo bien, pero falló la ejecución", existirá el riesgo de que estos hechos se repitan en cada manifestación de protesta.

 

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