|
En agosto del año pasado el príncipe
conoció a su pretendiente durante una fiesta en Sevilla. Ella trabajaba
en el Deutsche Bank en Nueva York y él se dedicaba al esquí y el polo.
Desde entonces las revistas del corazón tuvieron a mano la primera
historia de amor entre una plebeya y la realeza después de la pérdida de
su icono, Lady Di. El romance tiene todo el suspenso de un melodrama y los
condimentos de una novela entre tulipanes. Por el lado del descarriado príncipe,
una madre poderosa, dueña de la corona de la familia Orange-Nassau, que
gobierna Holanda desde el siglo XVII. Pero que además posee una fortuna
calculada por la revista Forbes en casi 5 mil millones de dólares
repartidos en acciones en la Shell, la fábrica de aviones Fokker, el
banco ABM-AMRO, la Philips y la aérea KLM. Y un padre inexistente, el príncipe
alemán Claus von Arnsberg, cuyo matrimonio con Beatrix también fue
resistido: Claus había formado parte del ejército de Adolf Hitler.
Del lado de la pretendiente, su
padre es el motivo de la molesta comezón de la reina Beatrix. A tal punto
que, apenas surgieron las primeras evidencias del noviazgo, los servicios
secretos holandeses comenzaron a indagar la historia del ex funcionario
del Proceso. Y junto a ellos una molesta masa de periodistas y paparazzi
de los Países Bajos. Servicios y periodistas pudieron enterarse entonces
de que Zorreguieta había sido subsecretario y luego secretario de
Agricultura, Ganadería y Pesca entre 1976 y 1981. "Naturalmente,
Zorreguieta estaba informado. Estábamos en guerra y en toda guerra hubo
excesos": eso apareció diciendo Juan Alemann al periódico De
Volkskrant, aunque después el mismo Alemann desmintiera la versión a Página/12.
"El era un tecnócrata. No estaba metido en la lucha contra la
subversión. Secretarios y subsecretarios no entraban en las reuniones de
gabinete, no se enteraban de todo", sugirió a este diario Alemann,
que también fue secretario del Proceso, y desvió la pelota hacia los
holandeses: "Ellos todavía están traumatizados por el marido de la
reina, ése sí que era un verdadero nazi".
Más allá de comparaciones o
parentescos entre Hitler, Claus y Videla, los servicios holandeses también
se enteraron de que el cuestionado futuro consuegro de la reina Bee --como
prefiere ella que la llame su pueblo-- también fue asesor de los
gobiernos de los generales Juan Carlos Onganía y Alejandro Agustín
Lanusse, aunque también le encontraron manchitas de democracia como
presidente del Centro Azucarero Argentino y de la Fundación Vasco
Argentina Juan de Garay.
Apenas comenzaron a revelarse
los antecedentes del padre de la novia, y quince días después de que el
romance surgiera a la luz de los medios, la real madre tuvo que soportar
una marcha dedicada pura y exclusivamente a cuestionar los arrumacos entre
Willem y Maxi. Tenían sus razones: Willem es el mayor de los hijos del
matrimonio real, y como tal es el príncipe heredero. Según la Constitución
holandesa, su esposa pasará a ser la reina consorte, y en caso de que
muera el rey, la corona pasaría a manos de Maxi. Para colmo, la religión
pasa a ser otro motivo de irritación. Ella es católica y el calvinista.
Durante un tiempo Bee logró
acallar las críticas. Por el lado de los Zorreguieta, el silencio
familiar fue el mejor modo de proteger las pretensiones de la mayor de las
hijas. Entre tanto, Willem y Maxi hicieron más asiduos sus encuentros:
ella se mudó de Nueva York a Bruselas, donde ambos pueden pasar más fácilmente
como dos desconocidos. Pero el silencio duró poco. Ayer, una nueva embestida de la comunidad holandesa puso en jaque el romance y la picazón de la reina Bee. Las encuestas señalaban un 60 por ciento de malestar en la población. Y el partido laborista PvdA, liderado por el primer ministro Wim Kok, advirtió que "si la pareja termina en matrimonio, el padre de Máxima no deberá asistir a la ceremonia nupcial".
|