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Por Silvina Friera Hay una cartelera oficial de teatro, con entradas que trepan hasta los 25 pesos. Hay una segunda línea de teatro off y aun under. Pero existe, además, una cuarta vertiente, que son las de aquellos teatristas que no le cobran al público por su trabajo. Puede afirmarse con certeza que hay un público virgen en teatro, o que recién se inicia, que sólo asiste a funciones cuando la entrada es gratuita. Un porcentaje grande de estas obras se ven en salas oficiales gracias a subsidios del Gobierno de la Ciudad. Por eso, pueden verse sin pagar un peso piezas como Nocturno Hindú, La Pecadora, Habanera para piano, El tutor, La torre de Babel, Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, que se presentan en centros culturales �San Martín y Recoleta� y bibliotecas. Por otra parte, el circuito lo completan obras que se mueven en los márgenes y subsiste a fuerza de volantes, radios barriales, buena voluntad de los vecinos y -por supuesto� gracias a una ayudita de la gorra. Lejos de los mecanismos de la producción comerciales, sostienen una intensa actividad de experimentación y riesgo artístico con resultados disímiles. Unos y otros creen que llegar al público que no puede pagar es parte de la esencia histórica del teatro. Sábado por la tarde en el barrio de Boedo. Una larga cola de personas quiebra la tranquilidad de la cuadra de Carlos Calvo al 4300. La polarización de las edades es evidente y tal vez muchos se acerquen por primera vez al teatro. Jubilados y jóvenes esperan poder entrar en la Biblioteca Miguel Cané para ver gratis La torre de Babel, basada en el cuento homónimo de Jorge Luis Borges, interpretada por Ingrid Pelicori y Horacio Peña. Algunos se quejan porque en los diarios no decía que había que retirar las entradas con una hora de anticipación. �Ya van dos veces que me quedo afuera�, protesta Norma, una vecina de la biblioteca. El secreto de la permanencia de estas obras reside en la recomendación. El último día que Maite nos dijo adiós, farsa teatral escrita y dirigida por Santiago Calvo �su primera obra con tan sólo 24 años� se presenta en la Sala del Contemporáneo, en el barrio de San Telmo. El público que predomina es joven. La rutina se altera sólo los domingos cuando los jubilados deciden mezclarse con los chicos. �Por la situación del país, la gente reduce sus gastos en salidas y no tiene plata para ir al teatro. Entonces preferimos tener 150 personas y hacer la obra con la sala llena que tener 20 personas cobrando cinco pesos la entrada a cada una. Apostamos al boca en boca. El último día... tiene una producción importante, un vestuario y escenografía como cualquier otra obra, con 18 actores en escena, egresados de la Escuela de Arte Dramático. La puedo hacer porque nadie cobra un peso�, cuenta Calvo en diálogo con Página/12. En el último día de su vida, una muchacha llamada Maite contrata su propio servicio fúnebre e invita a familiares y amigos a su velorio, donde se pondrán de manifiesto miserias y se revelarán secretos que ella pensaba llevarse a la tumba. Si antes pasar una gorra era resistido por muchos elencos por considerarlo una actitud aislada del hecho artístico, hoy es diferente. Hace tres años que la actriz Valeria Kamenet realiza Valeria Kamenet en busca de un sketch, en el teatro Bululú. �Si querés trabajar de esto no te queda otra; para un espectáculo poco conocido la gorra te conviene�, asegura Kamenet, que hace humor desde 1990 y tiene 31 años. Interpreta a diez personajes diferentes que recorren un trayecto que va de la sátira al absurdo. Desde mayo del año pasado, los integrantes de Espacio Vacío Compañía Teatral, representan Playback, escrita y dirigida por Pablo Zukerfeld en una sala en Almagro, construida por el grupo y bautizada Antonin Artaud. La obra pone en el tapete la cuestión de la apropiación de bebés durantela última dictadura militar, pero vista a través de sus consecuencias actuales. �La sala era una vieja imprenta de libros surrealistas, Argonauta, que publicaba a Artaud, Rimbaud, entre otros escritores. La hacemos a la gorra por la situación económica, para que la gente pueda venir a nuestra sala�, afirma Zukerfeld. La obra estuvo en Chile (en septiembre del año pasado) en la Universidad Católica. También la hicieron gratis en la librería de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo. �Los jóvenes son nuestro público mayoritario, principalmente interesados por los derechos humanos y el teatro. La gente del barrio es una expresión minoritaria�, subraya Zukerfeld, que tiene un hermano desaparecido y escribió la obra en 1998. �Después de la función la gente se queda en silencio, sentada en la butaca y los actores se acercan para charlar con el público�, cuenta. A pesar de tener una coproducción con el Complejo Teatral Alvear, La Runfla, grupo de teatro callejero formado en 1991, pasa la gorra por el parque Avellaneda (Flores) donde representan P.P.P.P (Por Poder Pesa Poder) versión teatral de Macbett, de Eugene Ionesco. �Los sábados viene a vernos público de otros lugares, en cambio los domingos es más gente de paso, captamos al transeúnte y lo hacemos activo y partícipe, el público queda en el medio de lo que está pasando. Como el código no es hermético la gente se divierte, incluso viene a vernos una comunidad boliviana que vive cerca del parque. Hay mucho humor negro �apunta Héctor Alvarellos�. La gorra es una opción estética pero también una necesidad para poder seguir funcionando�. En la Edad Media con la comedia de arte, los cómicos recorrían poblados con muy pocos habitantes y pasaban la gorra por unas monedas para poder comer y alojarse. Más de cinco siglos después en la Argentina, para muchos artistas pasar la gorra es la única alternativa.
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