CELULAR Alberto Flamarique siguió desde uno de los palcos todo el debate sobre la reforma laboral. De a ratos fijaba la vista en el reloj, de a ratos en el recinto. Cuando por fin se levantaron las manos de los senadores, pegó un salto y una sonrisa le estalló en la cara. Buscó la mirada de Chacho Alvarez, que dirigía la sesión, y lo saludó con los dos pulgares hacia arriba. Después del placer, llegó el deber. Sacó el celular del bolsillo y marcó el número del Presidente.
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