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MENENDEZ SE NEGO A DECLARAR Y LA JUEZA LO DEJO DETENIDO
Un fin de semana con aire puro

El represor recibió un llamado solidario del jefe del Ejército antes de presentarse ante la magistrada. Se negó a declarar y quedó preso. Estará detenido hasta el martes. A la audiencia ingresaron los hijos de dos de los fusilados durante la dictadura. Afuera hubo incidentes con sus seguidores.


Por Mónica E. Gutiérrez
Desde Córdoba

t.gif (862 bytes) El mayor jerarca del Tercer Cuerpo de Ejército durante la dictadura militar quedó detenido en Córdoba luego de negarse a declarar en el proceso por el que se investigan los 30 asesinatos de presos políticos en la Penitenciaría Nº 1. Luciano Benjamín Menéndez llegó al tribunal después de haber recibido el llamado humanitario del jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, un gesto de apoyo político que no se producía en la Argentina desde 1990 (ver página 2). Ayer, por primera vez, el represor tuvo que enfrentarse cara a cara con dos hijos de sus víctimas, cuando en una jugada valiosa e inesperada el abogado Rubén Arroyo entró al juzgado con los familiares y la jueza no tuvo otra opción que permitirles el ingreso a la audiencia, porque son querellantes. Afuera, los organismos de derechos humanos hicieron sentir su repudio y su reclamo de justicia y se enfrentaron con los simpatizantes de Menéndez, que repartieron panfletos del nuevo partido al que adhiere "el general", Nueva Opción Republicana. Adentro, hasta los presos en la alcaidía lo insultaron.

  Después de siete años desde la última vez que se presentó ante la Justicia, el símbolo de la represión en Córdoba transitó otra vez los tribunales, y se quedó. Llegó a las siete y media de la mañana, esperó la hora de la audiencia junto a sus abogados y a las nueve entró en el despacho de Cristina Garzón de Lascano. Ante el pedido de los querellantes, la jueza aprobó la presencia de Mariana Baronetto y de Juan Miguel Ceballos. Sus padres murieron fusilados en un supuesto traslado que el Tercer Cuerpo explicó después como "intento violento de fuga"; habían sido retirados de la cárcel atados, amordazados y con vendas en sus ojos, según lo confirmó en su testimonio el ex director del penal, José Alberto Torres, desechando la versión militar. 

  En un clima de gran tensión, Menéndez expresó su voluntad de no testimoniar y le entregó a la jueza un escrito con los motivos. La incompetencia de la Justicia civil, el principio constitucional que establece que nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo y una crítica al proceso de la verdad fueron los tres argumentos a los que apeló en el escrito, impreso en una hoja con su membrete de "general de división" y con el escudo argentino grabado, como si fuera un documento oficial. En el despacho se oían claramente los cantos y los gritos de la manifestación de repudio que ocurría abajo. Sólo esta música de fondo al grito de ¡Asesino, genocida! logró alterarlo y lo puso visiblemente nervioso durante la audiencia. "Su actitud no se condice con la del militar que dice ser, tenga la valentía de hablar y contar la verdad, nosotros necesitamos la verdad", le dijo Ceballos. Menéndez no se inmutó y sólo le dijo a la jueza: "Este individuo me está insultando". El familiar se exasperó y allí no pudo contener el grito: "¡Cobarde hijo de puta!", que le costó tener que salir de la sala. No se le permitió a Menéndez hablar más sobre sus razones para no declarar si no lo iba a hacer y allí mismo la jueza le comunicó su arresto. Mariana salió del tribunal muy conmocionada: "El es el responsable del asesinato de mi mamá, ¿entienden?", le dijo a los periodistas llorando.

  A pesar de las reforzadas medidas de seguridad, tomadas según la jueza "para preservar la integridad física y moral del testigo", algunos integrantes de HIJOS y familiares presentes en el piso vieron el gesto adusto de Menéndez cuando, escoltado por una decena de policías, fue trasladado a la alcaidía. Una vez más, el represor escuchó los insultos y el repudio de los que a su pesar todavía luchan por conocer la verdad del accionar del terrorismo de Estado. También los soportó cuando llegó a su lugar de detención: allí los presos, en su mayoría por causas por drogas, lo insultaron.

  A pesar de que los policías lo trataron con deferencia, se mostró desorbitado cuando le hicieron sacar el abrigo, le pidieron la corbata y sus efectos personales y le pintaron los dedos para registrar sus huellas digitales. Pero no fue a parar a una celda tras las rejas, quedó alojado en la sala del jefe de la guardia, donde a los pocos minutos recibió la visita de su abogado y de su hijo, también militar, que viajó desde Buenos Aires para acompañarlo. Como hasta ayer no había mujeres alojadas, trascendió que dormiría en una celda femenina, para no tener contacto con el resto de los presos. 

  Por la tarde recobraron la libertad Francisco Daloia y Osvaldo Quiroga, quienes quedaron procesados por abstenerse a declarar. Como estaban en el Tercer Cuerpo, el único militar con el que Menéndez tuvo contacto en la alcaidía fue con Vicente Melli, ex general de brigada, que luego también fue trasladado por orden del juez Alejandro Sánchez Freytes. Los dos días de Menéndez se cumplen mañana; por eso la jueza deberá ir al tribunal y poner al ex represor a disposición del juez de turno, quien anunció que recién lo indagará a partir del martes, aunque el mismo domingo ordenaría su traslado a dependencias del Ejército. Allí podrá recibir visitas de familiares y amigos sin restricción, y estará custodiado por policías federales.

  También debía presentarse ayer Juan Bautista Sasiaiñ, ex segundo de Menéndez, quien está preso en Buenos Aires acusado por robo de bebés. El juez Adolfo Bagnasco remitió a Córdoba los informes del forense que señalan que Sasiaiñ está enfermo y no puede viajar.

  Los diputados Atilio Tazzioli, nacional, y Carlos Vicente, provincial, fueron ayer al juzgado para expresar su apoyo a la investigación de la verdad histórica. "El hecho de que militares en actividad hayan visitado a los detenidos, tratando de presionar sobre la Justicia con su presencia uniformada, justifica que hoy estemos acá para avalar estos juicios, que son una necesidad de toda la sociedad", opinó Tazzioli, y anticipó que pedirá informes en el Congreso para que sea sancionada la actitud de los altos jefes militares que fueron a Córdoba el miércoles en apoyo a los represores.

 

El "error" de Romero

En un incidente explicado luego como un "error", el defensor general de la Nación, Miguel Angel Romero, le ordenó al defensor oficial que interviene en las causas por la verdad histórica en Córdoba que solicitara la inconstitucionalidad del arresto de Menéndez, con los mismos argumentos de sus abogados particulares, lo que dejó al descubierto su opinión sobre el tema. El abogado Marcelo Arrieta, quien representa a los ausentes --desaparecidos y familiares-- le explicó que no estaba defendiendo a los militares en este caso. Tuvieron que pasar algunas horas y comunicaciones por fax mediante, hasta que Romero entendió que el defensor oficial Arrieta actuaba en representación de las víctimas y no de los represores y el entredicho quedó aclarado. El equívoco de Romero se produjo porque en uno de los expedientes de la causa Menéndez hay un letrado oficial, Luis Eduardo Molina, que actuaba en defensa del ex general, cuando éste no había nombrado abogado particular. Pero lo cierto es que la perspectiva de Romero quedó al descubierto: considera inconstitucional la detención del represor, tal como lo planteó su abogado, Carlos Lescano Roqué.

LA JUEZA LE RESPONDE A CONTI
"Es lo que dice la ley"

Por M.E.G.
"Esto es lo que dice la ley, no son retiros espirituales, así lo establece el código procesal penal", afirmó la jueza federal Cristina Garzón de Lascano en diálogo con Página/12. La magistrada, quien ordenó el arresto de seis militares y un policía que se negaron a declarar en el marco de la causa de la verdad histórica, precisó que "si bien es un proceso atípico" se maneja con los instrumentos de nuestra legislación, "que son éstos".  

  Consultada sobre las opiniones que sostienen que con la recepción testimonial bajo juramento de los militares se violaría su derecho a no autoincriminarse, Garzón de Lascano dijo: "La resolución que lleva mi firma era la de citar a los testigos sin juramento, luego la Cámara resolvió en contrario y yo sólo cumplo lo que ordena el tribunal superior". La jueza dejó entrever que a su entender, si los militares se presentaban sin la obligación de jurar, se hubiera posibilitado un mayor acercamiento a la verdad, que es el objetivo que persigue la investigación en este caso, ya que no son posibles las condenas por los crímenes.

  Los dichos de la magistrada son una elíptica respuesta a los cuestionamientos que hizo en un reportaje concedido a Página/12 la subsecretaria de Derechos Humanos, Diana Conti, a la manera que está llevando la causa. Al igual que en la Capital Federal, las afirmaciones de Conti cayeron mal en Córdoba. "Resulta difícil entender que una funcionaria pueda hablar con tanta ligereza e ignorancia sobre una materia que le compete, como los derechos humanos", sostuvo el abogado Rubén Arroyo, representante de HIJOS.

 

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