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Le gustaba decir que la vocación política era hereditaria. Su
abuelo materno, Adolfo Rubinstein, había sido concejal socialista en los
años '40 y el paterno un anarquista durante la década infame. "De
ellos aprendí lo fundamental: la defensa de los derechos de la
gente", contaba cuando le preguntaban por qué se había afiliado al
socialismo a los 14 años.
Eran los tiempos de la Revolución
Libertadora, y ya entonces se notaba que la solemnidad no sería uno de
sus fuertes. Cuentan sus compañeros del bachillerato que una tarde,
cuando lo esperaban en un bar, Lázara entró corriendo, con la cara
ensangrentada y lleno de magullones. Acababa de escapar de una patota del
grupo nacionalista Tacuara. Al verlo en esas condiciones, uno de los mozos
atinó a preguntarle: "¿Necesita algo?". Y Lázara replicó al
instante: "Sí, una puerta". Su
primer cargo público fue el de concejal del Movimiento Socialista de
Liberación Nacional que, aliado al peronismo, integró el Frejuli del
'73. Con el golpe militar del 24 de marzo del '76 se volcó de lleno a la
defensa de los derechos humanos. Fue uno de los fundadores de la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos, de la que llegó a ser
vicepresidente. Allí, y en las reuniones casi clandestinas que
cada viernes hacía un grupo de dirigentes radicales, empezó una amistad
con Raúl Alfonsín que se mantuvo firme a través de los 25 años que
siguieron.
Hasta mediados de los '80
comandó el Partido Socialista Unificado. Después, con el regreso de la
democracia, apoyó al peronismo, pero por poco tiempo. Por un pedido
expreso de Alfonsín, se sumó en el '87 --como extrapartidario-- a la
lista de candidatos a diputados nacionales de la UCR. "Alfonsín es
un hombre que mantiene intacto su sentido de la libertad", dijo
entonces.
En las elecciones de septiembre
del '97, el radicalismo logró ingresar a sólo siete diputados por la
Capital Federal. Lázara era el octavo y quedó afuera. Pero meses después
ocupó la banca que dejó vacante la muerte de Francisco Manrique. Como
diputado, fue el autor de la ley que impide la detención de personas
"por averiguación de antecedentes" y redujo el período de
permanencia en las comisarías, llevó adelante la acusación contra el médico
policial Jorge Bergés y promovió la expulsión de la Cámara del
catamarqueño Angel Luque.
Cuando venció su mandato,
intentó sin suerte volver al Congreso, encabezando una alianza entre el
Partido Socialista Unificado, el Humanista y Ecologista Verde. En 1993,
Alfonsín lo convocó para ser su vocero. Un año después, Lázara tuvo
un rol no menor en las negociaciones por el Pacto de Olivos. Casado y padre de tres hijos, nunca abandonó su trabajo en la APDH. Tampoco su sentido del humor. "No me pregunte cuánto peso", solía advertir entre risas frente a cualquier periodista; "Ese es mi secreto mejor guardado". Y si le preguntaban por su actividad física preferida, sólo recordaba que en su juventud jugaba al rugby como pilar y que de adulto se había inclinado por el ajedrez y la ingestión de alimentos. "Estaba bajo tratamiento por sus problemas cardíacos y respiratorios", recordó ayer uno de sus amigos más cercanos, "pero era difícil lograr que obedeciera a las indicaciones médicas. Al Gordo le obsesionaban otras cosas. Su última gran alegría fue evitar que el Parlamento se ensuciara con la presencia de un genocida como el general Antonio Domingo Bussi".
Simón Lázara
fue diputado de la Nación entre 1987 y 1991, por ello sus restos fueron
velados en el salón de los Pasos Perdidos. Hasta allí poco a poco fueron
llegando sus familiares, sus amigos y representantes de organizaciones de
derechos humanos y de partidos políticos, entre los que se encontraban el
presidente Fernando De la Rúa, Raúl Alfonsín y Alfredo Bravo. El ex
presidente y el diputado socialista despedirán al dirigente de la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos (APDH) hoy a las 10. Muchos de los
presentes recordaron sintéticamente a Lázara:
* El orador. "Lo recuerdo
como un gran orador y supo ayudarnos mucho en una etapa difícil del país.
Hemos perdido a un político decente." César Jaroslavsky (ex
diputado de la UCR).
* El reencuentro. "En 1983
volví por primera vez del exilio. Me encontré con Simón en un
restaurante cerca del Congreso y fue él quien me conectó nuevamente con
la política. Una persona inolvidable." Adriana Puiggrós (diputada
del Frepaso).
* Compañero de lucha.
"Perdí a un amigo, a un compañero de lucha en la APDH. El fue uno
de los impulsores de la expulsión del diputado Angel Luque por el caso
María Soledad Morales y uno de los que más trabajó para que el genocida
Antonio Bussi no ingrese a la Cámara. Hasta el último momento de su vida
batalló contra quienes todavía quieren imponer la doctrina de la
seguridad nacional en la Argentina." Alfredo Bravo (diputado
socialista).
* Verdad y justicia.
"Fueron 23 años de lucha y caminar juntos, aunando conceptos e
ideales por la verdad y la justicia." Nora Cortiñas (Madres de Plaza
de Mayo - Línea Fundadora).
* Fuerza y pasión.
"Cuando fue diputado me convocó para que sea su asesor. Fue un
luchador incansable por los derechos humanos. Tenía mucha fuerza, mucha
pasión." Julio César Strassera (ex fiscal).
* El operador político.
"Nos conocimos en la Asamblea Constituyente. Fuimos los que creamos
la figura del operador político, él por la UCR y yo por el PJ. Fue una
etapa inolvidable." Jacinto Gaibur (vocero de Carlos Menem).
* El pacto. "Una gran
personalidad, con una gran capacidad de negociación. Juntos participamos
de las primeras reuniones que derivaron en el Pacto de Olivos."
Carlos Corach (senador del PJ).
* Ley Lázara. "Se nos fue
un gran amigo, una persona inolvidable, expansivo, sincero. Su paso por el
Congreso nos dejó una ley importante, que cambió el código de
procedimiento policial." Fernando de la Rúa (presidente).
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