Por Pablo Vignone
Desde San Pablo
A las 9 de la mañana ni siquiera el único puesto de recuerditos que queda en la rúa está abierto. La entrada al cementerio Morumby está desierta. El brumoso sol, tan típico de la mañana paulista, levanta espejismos sobre la humedad del césped. Algunos trabajadores cavan una fosa. En el centro del cementerio, en una plaza verde y solitaria, una placa se distingue mínimamente. Dos o tres macetas con plantas frescas, un par de ramos de claveles. Pero no hay otro signo que indique que allí, un metro bajo tierra, yacen los huesos descarnados de quien fuera el mejor piloto de automóviles del último cuarto del siglo XX. Mañana se cumplen seis años de la pavorosa muerte de Ayrton Senna, pero los indicios marcan que hace rato largo que han olvidado su tragedia.
A su morada eterna acuden los extranjeros que viajan a San Pablo para cubrir el Grand Prix de Fórmula 1, como este cronista. Los fanáticos locales hace tiempo que dejaron de concurrir. Según los empleados del cementerio, en épocas normales concurren menos de 20 personas a la semana. Los padres de Ayrton, Milton y Neide, ya no van. Su hermano Leonardo, quien quedó a cargo de los negocios que había abierto su exitoso hermano, lo hace algunas veces en helicóptero. Su hermana Viviane, que preside la fundación Ayrton Senna que ayuda a 150 mil niños carenciados al año, casi no concurre.
La placa reza: �Ayrton Senna Da Silva. 15-3-60, 1-5-1994. Nada me puede separar del amor de Dios�. La resolana le arranca dorados destellos: cuentan ahí que la familia envía, dos veces por semana, a dos empleados para que le saquen lustre a la lápida de bronce.
Diana Snowdon es una fotógrafa inglesa que trabaja desde hace más de dos décadas detrás de los coches de Fórmula 1. Estaciona su coche al lado del nuestro. Somos los únicos visitantes esta mañana, dos horas antes de que el ruido de las máquinas haga tronar el contaminado cielo de San Pablo. El recogimiento silencioso es un buen homenaje.
Seis años después, la llegada de Rubens Barrichello a Ferrari ha teñido la ciudad de rojo escarlata, sumiendo a los fanáticos en un frenesí ferrarista sólo conocido, abajo del Rio Grande, en la Argentina. El domingo de la carrera esperan tres kilómetros de cola envueltos en trapos rojos. La tragedia de Senna parece hoy un mal sueño, una pesadilla que por fin pasó al olvido. Un trauma que ya no causa complejo ni daña el espíritu.
La boutique del hotel Transamérica, a mitad de camino entre el cementerio y la pista de Interlagos, donde la Fórmula 1 se recluye cada vez que baja al aquelarre paulista, ya no desborda de merchandising Senna. Ya no resulta fashion llevarse una réplica del casco amarillo, que alguna vez llegaron a valer 2500 dólares.
A esta altura del año comienzan a aflorar ciertos secretos que salen a la luz como una añeja botella de vino. Cesare Fiorio, el director deportivo de Gastón Mazzacane en Minardi, cuenta que, cuando lo echaron de Ferrari a mediados de 1991 a causa de la eterna turbulencia política que sacudió al equipo italiano desde la muerte de Enzo Ferrari, sólo se llevó un papel. Un fax, fechado un año antes, en el que Senna aceptaba sus condiciones para incorporarse al team peninsular. Senna a Ferrari, una operación que ahogaron esas mismas turbulencias. ¿Por cuánto se habrían multiplicado, en ese caso, estas muestras de pasión actuales por el sanador Barrichello?
El caso se cerró definitivamente. El juez italiano Alfredo Costanzo declaró no culpables a todos los implicados, pese a que en su fallo admite creer que el brasileño murió a causa de un error de construcción del Williams que manejaba, un error que no pudo probar durante el proceso. El fiscal Maurizio Passarini prometió una nueva, postergada apelación. Con la sentencia de inculpabilidad sostenida, Williams dio a conocer, en diciembre pasado, su propios datos informáticos del accidente (que había mantenido en secreto durante el proceso, para que no fuera usado en su contra), según el cual Senna cometió una equivocación en la fatídica curva de Tamburello, el coche se deslizó imperceptiblemente fuera de control y, once milésimas después, cuando el brasileño descubrió que estaba en problema, fue demasiado tarde.
En la carrera de San Pablo, la F-1 evitó los homenajes públicos. En Imola, hace tres semanas, sucedió algo similar: ya no es posible llegar al busto levantado en Tamburello, cuyo acceso fue clausurado, dicen que por sugerencia de Bernie Ecclestone.
Esta semana que pasó, en una encuesta realizada por un instituto carioca, la imagen de Ayrton Senna se llevó el 20 por ciento de las preferencias de quienes eligieron al héroe nacional tras 500 años de historia portuguesa, más que Pelé, Tiradentes, Tancredo Neves o Getulio Vargas. Curiosa elección. En el Morumby las urnas apenas si son funerarias. Y hay que tomarse el esfuerzo de llegar a ellas.
Iannina se dio la piña
Los argentinos Iannina Zanazzi (Dallara Mitsubishi) y Mariano Altuna (Dallara Mitsubishi) se accidentaron en la competencia de la Fórmula 3 Sudamericana que se disputó a 34 vueltas sobre el circuito Emerson Fittipaldi del autódromo Nelson Piquet de Río de Janeiro y debieron ser hospitalizados. Altuna se despistó y golpeó en la segunda vuelta contra un paredón, en tanto que Zanazzi, que participaba en la clase Light, tuvo un fuera de pista similar. Las máquinas quedaron seriamente deterioradas, mientras que Altuna y Zanazzi, si bien se bajaron por sus propios medios, tras acusar algunos dolores fueron derivados a un hospital cercano al circuito para una mejor atención. Ambos acusaron problemas en las vértebras cervicales. Según los primeros informes, tanto Altuna como Zanazzi no correrían hoy en la otra carrera prevista por la segunda convocatoria doble del calendario. La competencia fue ganada por el brasileño Vitor Meira (Dallara Honda), con 46m.24s.055/1000, a un promedio de 128,015 kilómetros por hora. |
Tagliani pole, Fontana atrás
Con graves problemas en el motor de su Toyota-Reynard, el argentino Norberto Fontana sólo obtuvo el decimoctavo lugar en la grilla de partida del Gran Premio Río 2000 de la Fórmula Cart que se correrá hoy en el circuito oval carioca de Jacarepaguá.
Fontana bajó un lugar respecto de la prueba del viernes y quedó a más de un segundo del canadiense Alex Tagliani, que hizo la pole position. Con un Ford-Reynard, el canadiense clavó el reloj en 38 segundos 587 milésimos, con una velocidad promedio de 279,984 kilómetros por hora, relegando al segundo lugar de la parrilla de largada al colombiano Juan Pablo Montoya, de la escudería Ganassi (Toyota-Lola), quien registró 38s696 en su mejor vuelta. En tercer lugar largará Paul Tracy, luego Kenny Brack, Cristian Fittipaldi y Jimmy Vasser. El arrecifeño Fontana hizo un tiempo 39s419. |
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