Por Guillermo Piro
La Feria del Libro no depara mayores sorpresas a los que, con cierta regularidad, suelen pasear entre las mesas de una librería como quien pasea entre los vericuetos en blanco que dejan las palabras impresas en un libro. Especialmente en esta 26ª edición, en la que los altos costos que libreros y editores debieron pagar por los stands hicieron que el espacio destinado a las ofertas se redujera al mínimo. En medio del habitual clima abúlico, viendo lo ya conocido, lo que más valdría que no existiera, lo extraordinario que ya posee, soportando el ataque de las promotoras que ofrecen desde Fernet Branca a teléfonos celulares, se pasa por un stand cuya promotora da un paso adelante y hace una pregunta. A primera vista parece una pregunta banal, transparente, pero no lo es. Es una pregunta que tiene un aura casi trascendental, como si alguien, caminando por la calle, interrumpiera el paso para preguntar: �¿Cree en Dios?�. Lo que esa muchacha pregunta es: �¿Está buscando algún libro agotado?�.
Lo primero que se experimenta es cierto extrañamiento. Hasta que la pregunta se digiere y se responde: �Sí. Lo único que busco son libros agotados�. Y entonces llega la invitación a sentarse frente a la pantalla de una computadora y escribir el título del libro que se busca infructuosamente desde hace años (editado en castellano). Aparece la ficha con los datos de ese libro, la promotora invita a compilar un formulario y se despide diciendo que van a ponerse en contacto con el editor, que van a hacer una edición de 1 (un) ejemplar para el pedido, y van a enviar ese ejemplar a la casa del comprador... gratis.
Parece el guión de un blooper, pero no lo es. El proyecto �Libro a libro� está en marcha. Fue ideado y está siendo ejecutado por un argentino, Pablo Agrest, de 51 años, secundado por un equipo de 40 personas. En esencia se trata del lanzamiento de un método de edición destinado a sacar a flote un fondo editorial muerto desde hace años: el de los libros agotados.
�¿Cómo nació la idea de �Libro a libro�?
�Todo nació a partir de un análisis de lo que es la cadena de valor y la estrategia competitiva de la industria editorial. En un momento dado me puse a analizar cómo funciona la industria editorial, qué es lo que hace un editor, y me di cuenta de que lo que hace una editorial es lo mismo que hace una empresa de servicios, salvo en un pequeño eslabón en el medio de su cadena. Ese pequeño eslabón es la parte de impresión, la parte industrial. Pero en cada uno de los eslabones de la cadena de valor, las decisiones están regidas por un razonamiento económico e industrial...
�¿Podría ampliar eso?
�Lo primero que hace una editorial es elegir autores. Plantea un recorte del universo y estipula: �Bien, de todos estos autores que escriben y publican, yo elijo publicar a éstos�. Lo hace en función de su gusto, en función de su olfato, en función de lo que se va a vender y lo que no se va a vender. Fantástico. Pero esto tiene una restricción económica. El editor posee un agregado de valor: está atado a la impresión, al hecho de que lo que desea publicar debe necesariamente ser impreso. Pero hay otro agregado de valor: el editor hace la corrección de estilo, diseña una tapa, cambia el título original para hacer al libro más vendible. Esas también son restricciones industriales: ¿qué tapa le pone el editor?, ¿una tapa a cuatro colores?, ¿le pone una foto en blanco y negro? Esas son cosas que no tienen nada que ver con el libro en sí mismo sino que tienen que ver con el proceso industrial.
�¿Cómo llegó a idear este sistema de edición unitaria de libros?
�Lo que pensé es: ¿qué ocurriría si nosotros llevamos las variables a un límite absurdo? Lo que en este momento le preocupa al editor es destinar capital operativo a stock. ¿Qué ocurre si ese capital operativo destinado a stock se minimiza completamente? Es decir: ¿qué pasa si hago bajar el stock a un ejemplar..? Si de todas formas, ¡lo que necesito para vender un libro es precisamente un libro! ¿Si destino el capital a imprimir ese ejemplar después de haberlo vendido? Con estas dos cosas yo arreglaba toda la cadena de valor del editor. Empecé a imaginar el sistema como si fuera un sistema bancario. Porque el editor, en última instancia, lo que está vendiendo es propiedad intelectual en dosis. El problema consiste en que para vender la propiedad intelectual en dosis, como la propiedad intelectual es algo inmaterial, hay que �atarla� a algún objeto, lo que tiene que vender es un objeto. Y ese objeto en este caso es un libro. Pero cada vez que se imprime un libro, para el editor es como si se imprimiera un billete. En la industria bancaria no se imprimen billetes, pero sí certificados de depósito. Entonces me dije: hagamos un sistema bancario, es decir, un sistema que emita estos certificados de depósito para el cliente del sistema. Me dije: hagamos esto: que cada vez que un libro se imprima se genere un depósito en la cuenta del editor. Y, por supuesto, que tenga la posibilidad de elegir el precio de tapa de ese libro. Las máquinas que usamos son las que se usan en la industria bancaria para imprimir la información variable en los cheques. O sea: existía la solución industrial, pero no estaba bien definido el problema para el cual ese sistema era la solución. Estas máquinas pueden producir libros a escala industrial, pero en vez de hacer tirajes de a mil ejemplares, haremos tirajes de a uno.
�¿Cuándo empezó con esto?
�En el �95. Recién ahora, con el auge de inversionistas en Internet, conseguí apoyo, aunque éste no es un proyecto puro de Internet. Pero se hace factible gracias a Internet. Conseguí 4 millones de dólares para el lanzamiento de la primera etapa. La segunda etapa se inicia en noviembre con una inversión de 18 millones.
�¿Cuál es el plan de expansión?
�Se abrirá una planta de impresión en Buenos Aires, otra en México y otra en España, y con esos tres vértices cubriremos todo lo que es hispanoparlante. Después de la implantación de estas tres células, la próxima etapa es establecer una planta de impresión en EE.UU., que podría ser en Miami, en Atlanta o en Seattle.
�¿Por qué decidió empezar por los libros en lengua española?
�Se trata de una decisión estratégica: la base literaria de los libros editados en lengua española está entre las más grandes del mundo. En otras palabras: hay tantos títulos editados originalmente en español como títulos originalmente en inglés. Además, hay muchos títulos en otros idiomas traducidos al español. No así del español al inglés o al alemán. Por otro lado, la población hispanoparlante es la más distribuida geográficamente, lo cual dificulta muchísimo la logística y este asunto de la impresión de libros descentralizada resuelve muchos problemas. Pero además la población hispanoparlante tiene un poder adquisitivo relativamente bajo, en relación, por ejemplo, con la población angloparlante, y este poder adquisitivo bajo hace que necesariamente estos tirajes sean menores, y por lo tanto que los libros se agoten antes.
�¿Cómo funciona el sistema aquí, ahora?
�En este momento está en funcionamiento lo que podría llamarse un �esquema preliminar�. Este esquema preliminar es lograr convencer a los editores de que hay una demanda real de una cantidad de títulos que están agotados. El 50 por ciento de las ventas en librerías se frustra porque los libros están agotados. En esta primera etapa estamos ofreciendo lo siguiente: si el cliente me dice qué libro está buscando, que está agotado, o que cree que está agotado, dado que no lo encuentra en ningún lado, yo me pongo en contacto con el editor de ese libro y le digo: �Hay alguien que está buscando este libro�. Si ese libro está agotado, mi propuesta es que suba digitalmente su libro a nuestro sistema �.es decir, que firmemos un contrato�, que me dé los archivos electrónicos del libro, o, si no los posee, que me dé un ejemplar, cosa que sí tiene que tener, y yo lo escaneo. A partir de ese momento va a poder empezar a vender ese libro a través nuestro. Pero a este señor que nos pidió ese libro, y gracias al cual nos pusimos en contacto con el editor, vamos a mandarle ese libro de regalo. El editor no puede oponerse, porque en definitiva no pierde nada. Nuestro costo es el costo de impresión, un costo barato si se entiende que estamos atravesando una etapa de promoción y de detección de los títulos más requeridos. Según las malas lenguas hay 1 millón de libros agotados.
�Los que quedan afuera de su sistema son los libreros. Alguien entra a una librería, pide un libro agotado, y gracias a la laboriosa actividad del inteligente librero, se lleva otra cosa. Eso se acaba...
�Es que la laboriosa actividad del inteligente librero ahora va a consistir en estar dentro de esta red, conectarse vía Internet y solicitar el libro. Nosotros lo vamos a entregar en la librería. Lo que prevé el sistema es que el editor, que fija el precio de tapa, fije también el descuento que le hace a la librería por obrar de intermediario. El librero, cuya función es difundir, asesorar, apoyar el lector para recomendarle lo que puede leer para ser feliz, ahora tiene a su disposición un catálogo de más de 800 mil títulos.
�¿Cómo entran los autores en el negocio?
�Los editores pueden darles a los autores la posibilidad de acceso a la cuenta en �Libro a libro� para que él vea cómo se están vendiendo sus libros. Y de la venta de esos libros el editor le pagará la comisión.
�Pero si el proyecto todavía está en la primera etapa, ¿su stand en la Feria tiene una función promocional? ¿No es muy cara como promoción?
�No. Lo que queremos es probar la solidez de nuestras teorías. Teoría 1: la gente busca libros por título o por autor. Teoría 2: la gente busca más títulos de los que están disponibles. Teoría 3: los libros agotados tienen una demanda más importante que los libros en existencia. Teoría 4: ¿en qué medida los editores son sensibles al hecho de que tienen libros agotados y que con ellos podrían hacer dinero? Teoría 5: de este aparente millón de libros agotados, ¿por dónde empezamos? Empecemos por los libros de mayor demanda. Hasta el 8 de mayo estamos recabando esa información (un promedio de 800 pedidos diarios). Una vez procesada esa información vamos a ponernos en contacto con los editores y, si están de acuerdo, incluiremos los libros al sistema y, una vez impresos, a partir de setiembre, los empezaremos a entregar a la gente que compiló esa ficha en nuestro stand.
�¿Pero al mismo tiempo usted no sería una especie de consultor editorial?
�Yo funcionaría como la nariz de los editores. Un detector al servicio de la industria editorial. Pero hay otro tema. El libro es un elemento que contribuye fundamentalmente al desarrollo cultural de la humanidad. Ese objeto arcaico, ese ladrillo de papel pegado por el lomo, tiene, además, un rol en lo que es la regeneración y el aumento del bagaje cultural que es fundamental. El objetivo que nosotros tenemos es un objetivo cultural.
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