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Por Roque Casciero El show con el que Divididos presentó Narigón del siglo fue histórico por más de un motivo. Por ejemplo, porque sobre el escenario convivieron cítaras, un octeto de cuerdas, un DJ, charangos y el power trío más potente del que tiene memoria el rock argentino. �Esto es música, nomás�, fueron las palabras con las que Ricardo Mollo sintetizó el espíritu de esa mezcla de elementos que algunos habrán mirado de reojo, en especial por el supuesto caretaje que implicaría un DJ interactuando con un grupo ubicado del lado más duro del rock argentino. Divididos, en una etapa de amplitud saludable y ejemplar, demostró que puede contar con los colores nuevos aportados por Javier Zucker sin perder un ápice de la energía que lo llevó a ser llamado �la aplanadora del rocanrol�. También fue un show histórico por la puesta en escena, con láseres que se disparaban como rayos, dibujaban o creaban una especie de virtual túnel de luz, y pantallas en el fondo de la escena que se usaron para un imaginativo trabajo de seguimiento individual del trío. El escenario tenía dos niveles: adelante estaban Mollo y su guitarra, Diego Arnedo y su bajo, y baterías a ambos costados, para que Jorge Araujo se sentara a placer o permitir la presencia de algún invitado; atrás estaban, por momentos, el DJ o las cuerdas lideradas por Alejandro Terán (Pericos, Soda Stereo, La Portuaria). Y, finalmente, fue histórico por lo más importante: la música. Cualquiera que conozca a Divididos sabe que sus integrantes son grandes instrumentistas y destacarlo, a esta altura, sería redundante. Sin embargo, el trío superó cualquier concierto anterior con una performance memorable. Durante tres horas, presentó todos los temas de su último álbum y repasó viejas y gloriosas páginas de su historia: �Azulejo�, �Qué tal�, �Paraguay�, �El 38�, �Aladelta� y las versiones de �Voodoo chile�, �El arriero� y �Cielito lindo�. El final fue con el tradicional popurrí de canciones de Sumo (�El ojo blindado�, �Estallando desde el océano�, �Mejor no hablar de ciertas cosas�, �No duermas� y �Mañana en el Abasto�). Pasado, presente y la intuición del futuro de Divididos en una sola noche. Uno de los picos del show fue �Qué ves�, esa sutil cruza de reggae, rock y folklore que brilló en La era de la boludez, el disco más exitoso del trío. Para la ocasión, Divididos contó con un invitado distinto cada noche, aunque con el mismo arreglo para charango. El viernes estuvo Gustavo Santaolalla, productor de aquel exitoso disco, y el sábado, Jaime Torres, a quien Mollo presentó como �nuestro Jimi Hendrix�. Pero lo más emotivo fue �Par mil�, la canción con destino de hit que Mollo le compuso a su amor. �Luz, luz, luz del alba/ Soy un hombre que espera el alma�, canta allí el guitarrista con cierto dolor en la voz. En el alma de su banda, en cambio, parecen haber sanado todas las antiguas heridas.
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