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Por Cecilia Bembibre �Estamos medianamente satisfechos�, explica Juan Luis Cebrián cuando se le pide que evalúe el desempeño de la edición argentina de El País, el periódico español que dirigió durante doce años, �porque hay muchos y muy buenos periódicos argentinos y esto hace que sea un mercado difícil, y también porque no se puede estar nunca satisfecho del todo�. La exigencia de la que hace gala en la frase fue una de las claves que convirtieron a Cebrián en uno de los más prestigiosos periodistas españoles, hoy representante del grupo Prisa �la corporación mediática de más peso en su país� y en miembro de la Real Academia Española. Llegó a Buenos Aires para presentar La agonía del dragón (Alfaguara), primera parte de una trilogía dedicada a revisar la historia reciente de España. El primer tomo cuenta la decadencia del régimen de Franco a partir del asesinato del presidente de gobierno Luis Carrero Blanco a manos de ETA. Tras un viaje de 29 horas entre Madrid y Buenos Aires que incluyó un �amotinamiento� de pasajeros en San Pablo y el acto de presentación �en ausencia� de su última novela en la Feria del Libro, Cebrián dialogó con Página/12. �Eligió la ficción para contar los últimos tiempos del franquismo... �Hay una voluntad mía de estar en el mundo de la ficción. Y hay cosas que se cuentan mejor desde la ficción. Mi intención última con esta novela �y con la trilogía� es contar los sentimientos. Es muy importante para los españoles de ahora saber cuál era el mundo de los olores, las pasiones, la manera de ver las cosas de entonces. Yo puedo decir que la relación entre el marxismo y el cristianismo era muy importante. O que se produjo un movimiento de liberación sexual en la juventud, pero ¿cómo explicar que hacer el amor en la España de los 60 era una forma de protesta política? �¿La agonía del dragón piensa en una nueva generación de españoles? �Desde el principio lo he pensado así, incluso el libro puede pecar de exceso de minuciosidad en la información, porque es un libro pensado para que lo entiendan los españoles de hoy, pero también los franceses, los argentinos o los chinos. Hubo dos motores que me indujeron a contar esta historia. Uno de ellos fue cuando un hijo mío, que es ya una persona madura, un intelectual preocupado, prácticamente me reconoció que no sabía quién era el general Alonso Vega. Y yo pensé: �cómo es posible que un hijo mío no sepa quién era este señor con el que yo y todos los españoles de mi generación soñaban sus pesadillas�. Y el otro fue cuando vi un libro de José María Aznar, antes de ser presidente, que se llamaba La segunda transición. Y yo me dije: �Si este señor habla de la segunda transición, es porque no se enteró bien en qué consistía la primera�. Por eso la memoria juega un papel importante: una cosa es saber que hubo entre los españoles un proceso de reconciliación y otra es olvidar cómo fue la España reciente, la que vivimos nosotros y que fue muy distinta a la de hoy. �¿Y cómo ve el recuerdo de esa historia reciente en la sociedad española? �No puede haber auténtica reconciliación si no se habla: la única base es contar la verdad, la historia tal como fue. Y en la España de hoy hay un proceso de olvido, fundamentalmente por parte de la derecha española. Esta se ha encaramado en el poder mediante una campaña persistente que consistía en acusar a la izquierda de corrupción y crímenes de Estado. Con una base real y cierta, pero nadie que haya vivido en España durante las últimas tres o cuatro décadas puede aceptar que la que roba es la izquierda, cuando toda la historia de la derecha española hasta la transición democrática es la historia de un Estado criminal. �¿La lógica de los medios digitales conspira contra la memoria? �No necesariamente, de alguna manera pueden rescatarla. Por ejemplo ahora estamos digitalizando todos los archivos de El País, que estarán disponibles en CD rom. De todas maneras, estamos en la prehistoria de Internet. Siempre recuerdo que cuando era niño el primer reloj te lo regalaban cuando tomabas la primera comunión. Y se pasaban de generación en generación. Hoy te lo regalan con las revistas en el quiosco. Sucederá algo parecido con las tecnologías. Hoy hay un problema de banda ancha, y el tiempo en que tarde en desarrollarse será el tiempo que tardaremos en incorporarlo a la vida cotidiana. Paulatinamente, la de la imagen se está convirtiendo en la cultura privilegiada. �¿Cuáles son los cambios que opera la primacía de lo audiovisual? �A medida que las computadoras cedan el uso del teclado al de la voz, la cultura de lo audiovisual va a darle aún más privilegio a la imagen. No me parece necesariamente malo, pero me preocupa porque esto implica cambiar toda la estructura de pensamiento. Si pensamos a base de abstracciones, resulta difícil pensar las negativas. Puedo ver un vaso y puedo no ver nada, pero no puedo ver un no-vaso. Esto cuestiona los cimientos de la sociedad occidental, sobre los que se han edificado las tradiciones del derecho, de la política, de la economía, de la propiedad, incluso. �Otro fenómeno en relación con los medios es la concentración. Usted ha dicho que no lo ve como un proceso negativo... �Más que decir que no es negativo diría que es un fenómeno inevitable, está en las leyes de la globalización. O uno crece y está con un conglomerado o mantiene su independencia e identidad dentro de un contexto artesanal de la profesión. Nosotros tenemos que competir con conglomerados formidables europeos, japoneses y estadounidenses que contemplan al mercado del español como muy apetecible. Hay características de la industria mediática en español de las que no somos conscientes: no sólo lo hablamos 400 millones de personas, sino que hay mas de 20 repúblicas, instituciones de poder político, social, religioso, diferenciadas, que utilizan al español como sistema de comunicación. Y eso no sucede con muchos idiomas. Si asumimos que un chicano de Los Angeles habla el mismo español que un madrileño, eso nos da una fuerza cultural impresionante, y a la vez obliga a los medios y a la industria cultural en español a ser nosotros y no otros los que traten de servir a esa comunidad.
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